Título original: Captives (The Captive). Dirección: Atom Egoyan. País: Canadá. Año: 2014. Duración: 113 minutos. Género: Drama, thriller. Guion: David Fraser. Producción: Atom Egoyan, Stephen Traynor, Simone Urdl y Jennifer
Weiss. Música: Mychael Danna. Fotografía: Paul Sarossy. Estreno en España: 15 Mayo 2015. Lanzamiento en DVD: 27 Mayo 2015.
Intérpretes: Ryan Reynolds, Scott Speedman, Rosario Dawson,
Mireille Enos, Kevin Durand, Alexia Fast.
Sinopsis:
Ocho años después de la desaparición de Cassandra, algunos indicios
perturbadores parecen indicar que aún está viva. La policía, sus padres y la
misma Cassandra, intentar elucidar el misterio de su desaparición.
Ryan Reynolds |
Comentarios:
Rescatada en DVD, ya que su paso por la cartelera fue visto y no visto,
encontramos un nuevo trabajo del director canadiense Atom Egoyan, que estuvo
presente en la sección oficial del Festival de Cannes (2014). Muchas ganas de
verla, pero alguna que otra decepción, tal como ocurrió en Cannes, porque como
bien dice el crítico Javier Ocaña la decadencia creativa de determinados
autores suele ser tan misteriosa como el enigma de su genialidad anterior. ¿De
dónde proceden la una y la otra? ¿Dónde se escapa la segunda cuando la primera
acecha?
En las escenas inaugurales de Cautivos se intuye el reconocible estilo
del canadiense Atom Egoyan, el que le llevó entre 1984, año de Next of kin, y
2002, con Ararat, a crear una serie de sensacionales, perturbadoras,
desoladoras películas: estructura narrativa compleja, con continuos saltos
adelante y atrás en el tiempo; poca información sobre trama y personajes,
simples apuntes, pinceladas con las que se crea una especie de suspense
narrativo; voyeurismo malsano; música de Mychael Danna que otorga atmósfera, inquietud,
ambigüedad; un maravilloso travelling con la acción principal en fuera de
campo, con la lentitud del talento, con el brillo del artista, en la escena
climática del primer tercio; incluso la nieve remite al director de El dulce
porvenir. Por concepto, es difícil encontrar malas películas donde la nieve sea
un personaje central, y aún más una película de Egoyan. Esa gélida prisión
atmosférica carga a los personajes con el peso del aislamiento. El frío
conmueve, mata. Y sin embargo...
A los 25 minutos de metraje, a pesar de la sutileza, a pesar de la
desestructura narrativa, ya se entiende todo: secuestros de niños y pornografía
infantil. Por comparación, ese estado, el engranaje del puzle dramático, se
produce en Cautivos una media hora antes que en El dulce porvenir. A partir de
ahí el espectador ya no está alerta, sino centrado. Y entonces llega la cuesta
abajo: el desasosiego deja paso al desequilibrio, a las discretísimas
interpretaciones, hasta llegar a un último tercio, más grotesco que
inquietante, tosco y difícil de asimilar desde una perspectiva verosímil.
Sorprendentemente, Egoyan, también guionista, refleja esta vez con más
brío el lado heroico, el centro ético de su protagonista masculino, que esa
esquina oscura en la que tan bien se movía en El liquidador o El viaje de
Felicia. En la mente de ese gigantón de tradición vulnerable (M, el vampiro de
Düsseldorf, Frankenstein, El cebo), que malinterpreta un ridículo Kevin Durand,
se acumulan todos los desastres de Cautivos. Egoyan lleva casi 15 años
atascado, cinco películas. De ellas, esta es la más reconocible en su universo,
la mejor en su concepción, que no en su desarrollo. La decadencia, ese
misterioso estado.
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