Título original: Vivir es fácil con los ojos cerrados. Dirección: David Trueba. País: España. Año: 2013. Duración: 109 min. Género: Comedia.
Guión: David Trueba. Fotografía: Daniel Vilar. Música: Pat Metheny. Montaje: Marta Velasco. Dirección artística: Pilar Revuelta. Vestuario: Lala Huete. Producción: Cristina Huete (Fernando Trueba PC).
Goya 2013 a la Mejor Película, al Mejor Director y al Mejor Actor (Javier Cámara). Presentada en la sección oficial del Festival de San Sebastián 2013. Mejor Director y Mejor guión en los Premios Feroz 2013.
Estreno en España: 31 Octubre 2013
Reparto: Javier Cámara (Antonio), Natalia de Molina (Belén), Francesc Colomer (Juanjo), Ramón Fontseré (Ramón), Rogelio Fernández Díaz (Bruno), Jorge Sanz (padre de Juanjo), Ariadna Gil (madre de Juanjo).
Sinopsis:
Un profesor que utiliza las canciones de los Beatles para enseñar inglés en la España de 1966, se entera de que John Lennon está en Almería rodando una película. Decidido a conocerle, emprende el camino y en su ruta recoge a un chico de 16 años que se ha fugado de casa y a una joven de 21 que aparenta estar también escapando de algo. Entre los tres nacerá una amistad inolvidable.
Comentarios:
Tres bofetadas sirven para presentar a los personajes que, en Vivir es fácil con los ojos cerrados, emprenden un viaje rumbo a sus respectivas victorias morales. Tres bofetadas que los personajes contemplan o, en uno de los casos, sufren: la de un cura a un alumno díscolo, la de una monja a una chica con el embarazo embargado por la disciplina moral y el de un padre conservador a un hijo sensatamente rebelde. La España de 1966 era un país de bofetadas y la película de David Trueba parece plantear la tesis de que, con el tiempo, las bofetadas tuvieron que desaparecer para que todo siguiera, en el fondo, igual. En la elección del trío protagonista late la clara voluntad política de buscarle las cosquillas a la España de aquí y ahora: un profesor cargado de ideales (Javier Cámara), una futura madre (Natalia de Molina) protegida por una Iglesia siniestra y un adolescente (Francesc Colomer) que hoy tendría un futuro tan incierto como entonces. Como en Madrid 1987 (2011), Trueba aprovecha un contexto histórico concreto para desvelar líneas de continuidad entre el ayer y el hoy. Bajo la estrategia, el optimismo impenitente del autor, que contempla a la juventud como motor de cambio, ensalza el heroísmo humilde y, en un extremo discutible, se resiste a leer nuestra historia reciente —la dictadura aquí, la postransición allí— como una serie de resfriados mal curados.
Hay una cuarta bofetada en la película: la da un personaje secundario —el hijo discapacitado del dueño de un merendero— cuando una secuencia corre el riesgo de almibararse. No es una bofetada eficaz, porque Trueba no contiene toda blandura potencial en esta película luminosa y cargada de carisma —su reparto encajaría en una de esas clásicas comedias españolas que se miraron en el neorrealismo rosa—, excéntrica mezcla de road movie y western errante con chamán (y pipa de la paz) en el punto de destino, a la que no le hubiese venido mal algún contrapunto amargo. Algo se ha perdido entre Madrid 1987 y esta película: nada que no pueda ser recuperado en la última entrega de esta trilogía inconfesa sobre nuestra memoria sentimental. (Jordi Costa)
Recomendada.
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