miércoles, 13 de julio de 2011

Fahrenheit 451: Truffaut, Bradbury, Herrmann y los hombres-libro.


Fahrenheit 451 es, además de la temperatura a la que entra en combustión el papel (233°C), el título de una célebre novela del escritor norteamericano Ray Bradbury (Waukegan, Illinois, 1920) y de la película que, basándose en ella, realizó François Truffaut en 1966.  Las primeras noticias de Bradbury le llegaron al director francés unos años antes, cuando ya había publicado, además de Fahrenheit 451 (1953), dos colecciones de relatos que también serán llevados al cine: The Martian Chronicles (Crónicas marcianas, 1950) y The Illustrated Man (El hombre ilustrado, 1951).  Es fácil comprender que un hombre como Truffaut, apasionado por la literatura, se dejara fascinar por la historia de una sociedad futura que criminaliza la lectura y vive manipulada por pantallas panorámicas que la condenan a la sumisión acrítica al poder.


Fahrenheit 451 ha sido considerada por la crítica como una película “menor” del director o, directamente, como una película "fallida".  Y las circunstancias que la rodearon no fueron, desde luego, favorables.  Para empezar, los recelos iniciales de Bradbury, quien, curiosamente, se quedaría más satisfecho con el resultado final que el propio Truffaut.  También fue problemático el apartado de los actores.  Descartada Jean Seberg, las protagonistas femeninas iban a ser Jane Fonda y Julie Christie, pero Truffaut tomó al final la arriesgada decisión de darle a Julie Christie el doble papel de Linda –la esposa de Montag– y Clarisse –la vecina rebelde–.  En el apartado masculino, cayeron los nombres de Paul Newman y Terence Stamp, por lo que el director recurrió a Oskar Werner (protagonista de Jules et Jim) para encarnar al bombero Montag: fue el comienzo de un arduo rodaje lleno de enfrentamientos y provocaciones entre actor y director.  Y, por último, Truffaut nunca llegó a sentirse cómodo con el inglés ni con las rutinas de los estudios de Pinewood, en Londres, donde se rodó la película.



Es cierto que, desde el punto de vista de la construcción del guión, la película tiene ciertas debilidades, e incluso produce a veces en el espectador, diría yo, un cierto distanciamiento.  Pero, además de la impronta de dos grandes secundarios como Cyril Cusack (el jefe de bomberos) y Bee Duffell (la mujer que arde con sus libros), y de secuencias inolvidables acompañadas por la maravillosa música de Bernard Herrmann (los títulos de crédito “ágrafos”, los trayectos del coche de bomberos, las escenas estáticas dentro del tren elevado, etc.), lo que a mí me fascina de Truffaut es su capacidad para convertir una novela de ciencia-ficción –un género que no es el suyo– en una obra enteramente personal en la que expresa su inmenso amor por los libros y aboga, frente a las relaciones virtuales (¿os suena esto de algo?), por la expresión directa de los afectos entre las personas. 

Por ello quiero terminar estas notas sobre Fahrenheit 451 con la secuencia más hermosa de la película, en la que encontramos la quintaesencia del estilo de Truffaut: esa afectividad, esa ternura, ese amor, en el fondo, por el ser humano, con el que nos presenta a personajes torturados por la pasión o, en este caso, viviendo exiliados de una sociedad barbarizada que los persigue.  En su diario de rodaje, Truffaut nos cuenta cómo descubrió casualmente el bosque de Black Park, cercano a los estudios, y cómo decidió situar allí a sus hombres-libro: la República de Platón, Ulises de Joyce, Don Quijote, Cumbres borrascosas, Esperando a Godot…  Os confieso que cuando la brújula se me estropea –algo muy habitual últimamente–, me pongo a menudo esta secuencia para disfrutar con Montag, con Clarisse, y con todos los hombres-libro, de un paseo por ese bosque marginal en el que se recupera la fe en el ser humano y en el valor del amor y de la cultura.  Y de ello, desde luego, tiene buena parte de culpa la música de Bernard Herrmann, que roza aquí verdaderamente el cielo.

2 comentarios:

  1. Me encanta esta película con su colorido, no entiendo cómo pueden clasificarla cono una obra menor. Me encantaría visitar el tren que va suspendido de un raíl y que está ¿en qué ciudad?
    Aunque personalmente me gusta más Alphaville de Jean Luc Godard

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  2. Gran película, al menos a mí me encanta. Ahora que leo este post me han entrado ganas de volverla a ver ...

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