Título
original: The Third Man. Dirección: Carol
Reed. País: Reino Unido. Año: 1949. Duración: 104 min. Género:
Cine negro.
Guión: Graham Greene (basado en
la novela homónima del propio Graham Greene). Fotografía: Robert Krasker. Música:
Anton Karas. Montaje: Oswald
Hafenrichter. Producción: London
Films, Alexander Korda y David O. Selznick.
Oscar 1950 a la Mejor
Fotografía (B&W). Gran Premio del Festival de Cannes 1949. Premio BAFTA
1949 a la Mejor Película Británica.
Estreno en España: 8 abril 1950.
Reparto:
Joseph Cotten (Holly
Martins), Alida Valli (Anna Schmidt), Orson Welles (Harry Lime), Trevor Howard (Mayor
Calloway), Bernard Lee (Sargento Paine), Wilfrid Hyde-White (Crabbin), Erich
Ponto (Dr. Winkel), Ernst Deutsch (Barón Kurtz), Siegfried Breuer (Popescu), Paul
Hörbiger (Karl, portero de Harry Lime), Hedwig Bleibtreu (Casera de Anna), Robert
Brown (Policía militar británico), Alexis Chesnakov (Brodsky), Herbert Halbik (Hansl),
Paul Hardtmuth (Portero de Sacher), Geoffrey Keen (Policía militar británico), Eric
Pohlmann (Camarero), Annie Rosar (Esposa del portero Karl).
Comienzos de la Guerra
Fría, en Viena, 1947. El norteamericano Holly Martins, un mediocre escritor de
novelas del Oeste, llega a la capital austríaca cuando la ciudad está dividida
en cuatro zonas ocupadas por los estados aliados de la Segunda Guerra Mundial.
Holly va a visitar a Harry Lime, un amigo de la infancia que le ha prometido
trabajo. Pero su llegada coincide con el entierro de Harry, que ha muerto
atropellado por un coche en plena calle. El jefe de la policía militar
británica le hace saber a Martins que Lime estaba gravemente implicado en el
mercado negro. Pero a Martins no le cuadra un detalle: todos dicen haber visto
a dos hombres en el lugar del atropello intentando ayudar a Lime, pero un
testigo asegura haber visto a un tercer hombre...
Comentarios:
“El tercer hombre” es una
de esas películas que tiene todos los ingredientes que se necesitan para
convertirse en todo un clásico del celuloide: un buen guion, unas portentosas
interpretaciones, una exquisita puesta en escena y la demostración de una
excelente habilidad para que cada plano, cada frase y cada movimiento de sus
personajes queden inmortalizados de una forma única y se conviertan en
referentes de admiración e inspiración a escala universal.
No obstante, “El tercer
hombre” no es un clásico cualquiera, no se trata de esa clase de películas
épicas que sientan un nuevo modo de ver el cine, tal y como son “El nacimiento
de una Nación” (The Birth of a Nation, David Wark Griffith, 1915) o “El
Acorazado Potemkin” (Sergei M. Eiseinstein, 1922), sino una pequeña obra
maestra de artesanía que, como ocurrió con “Casablanca” (Michael Curtiz, 1943)
o “Forajidos” (Killers, Robert Siodmak, 1946), con un bajo presupuesto supo
aprovechar todo su potencial artístico y creativo para plasmar en una narración
ágil y fluida una historia capaz de cautivar al público con su encanto, aunque
el reconocimiento de la crítica tardaría en llegar.
De entre los varios
misterios que encierra la película de Carol Reed, quizás el que ha generado más
debate haya sido el de su autoría. Si bien la cinta la firma Reed, el guion se
supone basado en la novela homónima de Graham Greene, quien estuvo en
desacuerdo con varios cambios que tanto el director como el propio Orson Welles
hicieron de algunas de las escenas. De hecho, se afirma que el mismo Welles
tuvo una participación muy activa tras las cámaras, cuya huella se deja sentir
en la escena de la primera y magistral aparición de su personaje y en la
grandiosa secuencia de la persecución por las alcantarillas de Viena. La
múltiple autoría del largometraje no hace sino reafirmar la sofisticada
complejidad que lo envuelve y que se aprecia en los variados recursos de cámara
y luces utilizados que hacen de “El tercer hombre” una película tan singular
como universal, tan simple como densa y tan cruda como entrañable.
De hecho, la historia que
narra el filme es muy sencilla y está contada con una gran habilidad de
síntesis narrativa. Holly Martins (Joseph Cotten en una de sus mejores
actuaciones) es un escritor de novelas baratas del Oeste, admirador de Zane Grey,
que llega a la Viena de 1947 para reunirse con su amigo de la infancia, Harry
Lime (Orson Welles), quien le ha ofrecido un trabajo. Al llegar a la ciudad,
dividida por las fuerzas aliadas vencedoras en la guerra, se encuentra con la
sorpresa de que su amigo ha muerto atropellado. Todos afirman que se trató de
un accidente y que dos hombres fueron los que se llevaron el cuerpo de Harry de
la calzada, pero un testigo se empeña en que hubo un tercer hombre en el lugar
de los hechos, al que nadie ha identificado.
Decidido a desvelar la
verdad sobre los hechos, Holly conocerá el oscuro mundo del mercado negro y de
los sucios negocios relacionados con el tráfico de la penicilina, hasta verse
envuelto en una trama que le hará ver que todo en lo que había confiado corre
el riesgo de tambalearse y desaparecer. En su recorrido se enamorará de Anna
(Alida Valli), la anterior amante de Harry, y se enfrentará a un universo lleno
de traiciones, espionaje, asesinatos y oscuros secretos que no comprende. El
mundo en el que vivía Harry Lime y que Holli descubrirá muy a su pesar.
Pero lo que caracteriza a
la cinta, como hemos indicado, es su versatilidad en los recursos de cámara y
en su agilidad narrativa. Desde el principio, como si de un cuento se tratara,
una voz en off nos introduce en la Viena de la postguerra y en la historia de
Holly Martins, con unas pocas imágenes y un montaje rápido. En una sola escena,
la del bar, se nos muestra de forma brillante la relación del protagonista con
Harry y el origen de su larga amistad. Todo ello se acompaña de un gusto por
los encuadres inclinados, los contrastes de luces y sombras, la sobreimpresión
y los contrapicados y picados, atributos dignos del lenguaje expresionista que
el filme recupera, haciéndolos propios y adaptándolos a una historia donde
priman las miserias humanas y el sentimentalismo.
Precisamente, el
sentimentalismo que se percibe en la película se combina perfectamente con un
toque de humor negro y un cierto divertimento que se hace posible gracias al
acompañamiento, desde el principio hasta el final, de la mítica e inolvidable
banda sonora a cargo de la cítara de Anton Karas, un ritmo dinámico, agridulce
y melódico que dota de personalidad propia al filme y ayuda a definir a los
personajes en todas sus dimensiones. La música se convierte en una protagonista
más del filme, al actuar de vehículo de expresión de emociones y sentimientos
de los protagonistas, del mismo modo que se puede apreciar en los trabajos de
Bernard Herrmann para “Vertigo” (Alfred Hitchcock, 1958) o “Psicosis” (Psycho,
Alfred Hitchock, 1960).
No obstante, la esencia
de “El tercer hombre” y el punto que articula la narración y hace a la historia
atractiva y especial es la relación entre sus dos protagonistas, El escritor
Holly Martins y su enigmático amigo de la infancia Harry Lime. Holly se presenta
como un autor provinciano y sencillo que no conoce el mundo más lejos de su
hogar. Se trata de un personaje que está en un lugar que no le corresponde y
que contrasta con las aptitudes de los otros personajes, con la inteligencia y
profesionalidad del mayor Gallaway, con la tesitura y encanto melodramático de
Anna y, por encima de todo, con la fuerza atractiva de la imponente presencia
de Harry, un Orson Welles que se apropia de cada plano en el que aparece con su
sola presencia, con su solo gesto de presentación a la cámara: una media
sonrisa que hace enamorarse a cualquiera del cine.
Harry, por el contrario,
se muestra como la personificación de la imposibilidad de separar el bien del
mal en una persona, es un superviviente de las circunstancias en las que vive y
que ha optado por un gélido código moral que Holly se niega a adquirir
(lapidarias las frases en la noria sobre los puntitos negros y los Borgia, el Renacimiento y el reloj de
cuco). De hecho, la lucha entre las dos personalidades se expresa de forma
brillante en la desesperación final de Harry/Welles en las alcantarillas,
cuando ve que no tiene salida, y la bella imagen cargada de sentido de Harry,
extendiendo los dedos por encima de la rendija para acariciar el aire que nunca
más volverá a respirar.
“El tercer hombre” es una
historia sobre una sociedad destruida por la guerra que saca el lado más oscuro
de las personas y obliga a traicionar a los que fueron nuestros amigos, es la
historia de una Viena en la que no vemos el azul del cielo reflejado en el
Danubio, sino el negro del agua que corre por sus alcantarillas subterráneas.
Como se ve en la imponente escena final de la película, se trata de una
historia en la que todos salen perdiendo y en la que los héroes no tienen recompensa,
pues ésta pasa de largo. Pocas veces en el cine se ha hundido emocionalmente a
unos personajes con tanta elegancia y excelencia como en “El tercer hombre”. (Álvaro
Esteve Ferrer)
Recomendada.
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