martes, 1 de septiembre de 2020

El apartamento (Billy Wilder, 1960)


Título original: The Apartment. Dirección: Billy Wilder. País: USA. Año: 1960. Duración: 125 min. Género: Comedia dramática.
Guión: Billy Wilder, I.A.L. Diamond. Fotografía: Joseph LaShelle. Música: Adolph Deutsch. Montaje: Daniel Mandell. Producción: B. Wilder, I. A. L. Diamond, Doane Harrison.
Ganadora de 5 Oscars 1960 (incluido Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original). Globo de Oro 1960 a la Mejor Película, Mejor Actor de Comedia/Musical (Jack Lemmon) y Mejor Actriz de Comedia/Musical (Shirley MacLaine). Premio a la Mejor Actriz (Shirley MacLaine) en el Festival de Venecia 1960. Premio BAFTA 1960 a la Mejor Película.
Estreno en España: 19 diciembre 1962.

Reparto:
Jack Lemmon (C. C. "Bud" Baxter), Shirley MacLaine (Fran Kubelik), Fred MacMurray (Jeff D. Sheldrake), Ray Walston (Joe Dobisch), Jack Kruschen (Dr. Dreyfuss), David Lewis (Al Kirkeby), Edie Adams (Srta. Olsen), Hope Holiday (Sra. Margie MacDougall), Joan Shawlee (Sylvia), Naomi Stevens (Sra. Mildred Dreyfuss).
      
Sinopsis:
C.C. Baxter es un modesto pero ambicioso empleado de una compañía de seguros de Manhattan. Está soltero y vive solo en un discreto apartamento que presta ocasionalmente a sus superiores para sus citas amorosas. Tiene la esperanza de que estos favores le sirvan para mejorar su posición en la empresa. Pero la situación cambia cuando se enamora de una ascensorista que resulta ser la amante de uno de los jefes que usan su apartamento.

Comentarios:
Billy Wilder inició su carrera como guionista, y es coautor del guion de todas sus películas como director. No es de extrañar por ello que concediera siempre gran importancia al proceso de escritura de sus películas, tendiendo a una puesta en escena “invisible” que permite que sus historias fluyan con gran facilidad ante el espectador. Sin embargo, esto no significa que Wilder no impregne sus mejores películas de un personalísimo estilo que las hace perfectamente reconocibles también en el aspecto formal. “El apartamento” es uno de los mejores ejemplos de esta perfecta armonía entre guion y puesta en escena en la obra de Wilder.
Tercer trabajo en colaboración con el guionista I.A.L. Diamond, después de “Ariane” (1957) y la magistral “Con faldas y a lo loco” (1959), y afianzando una fructífera relación profesional que se iba a prolongar hasta prácticamente el final de la carrera de ambos, con ocho títulos en total, “El apartamento” narra la patética historia de C.C. "Buddy" Baxter (Jack Lemmon) un miserable oficinista que cede su apartamento para las aventuras extramatrimoniales de sus superiores, con la vana esperanza de obtener un ansiado ascenso. A partir de esta rocambolesca línea argumental, Wilder nos ofrece una amarga comedia en la que salen a flote algunos de los peores defectos de la sociedad norteamericana (y de cualquier sociedad del mundo occidental), como son el egoísmo, la hipocresía, el materialismo o la insolidaridad.
Ya en el arranque de la película, y aprovechando al máximo las posibilidades del formato panorámico, Wilder plasma de manera  ejemplar el que va a ser uno de los temas puntales del film: la soledad del hombre en la sociedad moderna. Una soledad que se manifiesta tanto en la inmensa oficina en la que Baxter trabaja rodeado de una multitud de oficinistas anónimos (aquí una soledad “psicológica”, entre una multitud deshumanizada), como en el magnífico plano del mismo Baxter recostado en plena noche en el banco de un parque desierto, a la espera de poder regresar a su apartamento. Únicamente un espacio va a quedar al margen de esta puesta en escena “deshumanizadora”: el pequeño reducto del ascensor comandado por Fran Kubelik (Shirley MacLaine). Es allí donde Wilder se permite ubicar la cámara a la altura de los ojos de sus personajes, encuadrándolos en un plano corto que los aísla del resto de “pasajeros”, para así individualizarlos con respecto a la masa informe. Y es que Baxter y Fran, personajes de una ingenuidad conmovedora, representan para Wilder la última posibilidad de esperanza frente a la sociedad materialista y deshumanizada que la película retrata.


“El apartamento” es en este sentido una ‘comedia triste’, que sitúa al espectador en una incómoda posición entre la hilaridad y la compasión que provoca su protagonista. Esto es evidente en la mayoría de escenas de la primera parte del film: los malentendidos con el matrimonio vecino de Baxter (que le tienen por un juerguista empedernido), los desesperados intentos de éste por “cuadrar la agenda” de reservas de su apartamento, o la escena en la que el protagonista es seducido por una solitaria y madura mujer (magnífica Hope Holiday) durante la noche de navidad. Escenas todas ellas rodadas desde una actitud de profunda complicidad por parte del director, en las que el humor surge casi ‘a pesar’ de los personajes. Todo lo contrario a lo que ocurre con la implacable mirada de Wilder hacia los personajes del entorno laboral de Baxter, especialmente hacia Jeff D. Sheldrake (Fred MacMurray), un individuo despreciable y carente de escrúpulos para el cual el director no reserva la más mínima indulgencia (una mirada muy distinta a la que aplica a buena parte de los personajes “negativos” de su filmografía: piénsese sin ir más lejos en los mafiosos de “Con faldas y a lo loco”, a los que Wilder retrata con mucha más simpatía).


De hecho, a medida que el conflicto sentimental entre el triángulo Baxter-Fran-Sheldrake va tomando protagonismo, la película se va despojando del tono de comedia inicial y adopta las formas de un peculiar melodrama con tintes de cuento infantil (hay un poco del personaje de la Cenicienta, en la combinación de la pareja protagonista), lo que permite a Wilder justificar un indudable maniqueísmo en el dibujo de los personajes (la cándida inocencia de Baxter y Fran en contraposición a la mezquindad de Sheldrake y del resto de jefes del departamento). Un tono de cuento que explica asimismo la completa ausencia de referencias sexuales en la relación entre la pareja protagonista, tanto por lo que vemos en la película como por lo que el desenlace de la misma nos deja adivinar: seguramente Baxter no despierta grandes pasiones físicas en Fran (en un momento de la película ella se lamenta ante el pobre Baxter de “no poder enamorarse de alguien como él”) pero al final la bondad y la honestidad del protagonista se imponen a otras pulsiones más perentorias y la bella ascensorista decide jugar la partida de cartas que le propone el bueno de Baxter, tal como vemos en el magnífico final de esta espléndida película. (David Vericat)
Recomendada.


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