Título
original: And Then We Danced. Dirección: Levan
Akin. País: Suecia, Georgia, Francia.
Año: 2019. Duración: 106 min. Género:
Drama.
Guion: Levan Akin. Fotografía: Lisabi Fridell. Montaje: Levan Akin, Simon Carlgren. Música: Zviad Mgebry, Ben Wheeler. Sonido: Beso Kacharava. Producción: Mathilde Dedye, Ketie
Danelia. Compañía Productora: French
Quarter Film, Takes Film.
Premio del Público del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2019.
Estreno en Sevilla: 07 Febrero 2020
Reparto:
Levan Gelbakhiani
(Merab), Bachi Valishvili (Irakli), Ana Javakishvili (Mary), Giorgi Tsereteli,
Tamar Bukhnikashvili, Marika Gogichaishvili, Kakha Gogidze, Levan Gabrava, Ana
Makharadze, Nino Gabisonia, Mate Khidasheli, Aleko Begalishvili, Nia Gvatua, Lucas
Hesling, Ketie Danelia, Giorgi Aladashvili.
Sinopsis:
Merab lleva ensayando
desde que era muy joven en la Compañía Nacional de Danza de Georgia con su
pareja de baile, Mary. De repente, su vida da un vuelco cuando aparece el
despreocupado y carismático Irakli y se convierte en su rival más poderoso,
pero también en su mayor objeto de deseo. En una atmósfera conservadora, Merab
se enfrenta a la necesidad de liberarse y arriesgarlo todo en el empeño.
Comentarios:
Merab, un joven de
Tbilisi que estudia en una escuela de danza tradicional georgiana y aspira a
entrar en la compañía nacional de danza, ve su posición amenazada por la
llegada de un nuevo alumno, Irakli. Sin embargo, lo que comienza como una
rivalidad pronto se convierte en el descubrimiento de su propia homosexualidad.
El director sueco Levan Akin propone un ejercicio de contrastes entre el deseo
del protagonista y la castración de la extremadamente conservadora sociedad
georgiana. Y Akin representa dicho deseo a partir de dos pilares: la mirada y
el baile. La primera se convierte en el eje de toda la puesta en escena: no
solo la mirada deseante de Merab, sino la respuesta de Irakli y la observación
y reacción de otros personajes. El cineasta encuadra siempre en función de ese
juego de relaciones que se establece en el acto de mirar, ser mirado o incluso
el propio hecho de no serlo. El baile, por su parte, se convierte en símbolo de
una imposibilidad: como explican distintos personajes a lo largo de la cinta,
la danza georgiana simboliza el espíritu nacional y la masculinidad, pero los
cuerpos filmados por Akin representan también al mismo tiempo la pulsión
erótica entre ambos hombres, convirtiendo cada coreografía por tanto en una
ecuación irresoluble. Aunque cae en algún lugar común por el camino, el relato
acaba desembocando en un alarde estilístico de enorme fuerza dramática: dos
planos secuencia consecutivos que representan, respectivamente, cómo Merab se
adentra en el núcleo de su desesperada situación primero, y como la deja atrás
después, con una celebración matrimonial como telón de fondo: de nuevo, la
tradición imponiéndose al deseo. Ante esa ineludible realidad, como reza el
título de este notable film, solo queda bailar. (Juanma Ruiz)
Recomendada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario