Título original: Adú. Dirección: Salvador Calvo. País:
España. Año: 2020. Duración: 119 min. Género: Drama.
Sergio Vilanova (Fotografía), Alejandro Hernández (Guión), Roque Baños (Música), Ricardo Marco Bude, Ignacio
Salazar-Simpson, Álvaro Augustín, Ghislain Barrois, Edmon Roch, Javier Ugarte (Producción), Paloma Molina (Producción ejecutiva), Mara Collazo (Maquillaje), Patricia Monne (Vestuario), Cendrine Lapuyade, Eva
Leira, Yolanda Serrano (Casting),
Sergio López Lopez (Peluquería).
Estreno en Sevilla: 31 Enero 2020
Reparto:
Luis Tosar, Nora Navas,
Álvaro Cervantes, Miquel Fernandez, Anna Castillo, Ana Wagener, Jesus Carroza,
Marta Calvo, Josean Bengoetxea (Comandante), Candela Cruz (Chica ONG).
Sinopsis:
En un intento desesperado
por alcanzar Europa y agazapados ante una pista de aterrizaje en Camerún, un
niño de seis años y su hermana mayor esperan para colarse en las bodegas de un
avión. No demasiado lejos, un activista medioambiental contempla la terrible
imagen de un elefante, muerto y sin colmillos. No solo tiene que luchar contra
la caza furtiva, sino que también tendrá que reencontrarse con los problemas de
su hija recién llegada de España. Miles de kilómetros al norte, en Melilla, un
grupo de guardias civiles se prepara para enfrentarse a la furibunda
muchedumbre de subsaharianos que ha iniciado el asalto a la valla. Tres
historias unidas por un tema central, en las que ninguno de sus protagonistas
sabe que sus destinos están condenados a cruzarse y que sus vidas ya no
volverán a ser las mismas.
Adú, segundo largometraje
de Salvador Calvo, se detiene ante una tragedia humana de tales proporciones
que cuesta digerir sus 90 minutos. Y cuesta precisamente porque la película no
cuenta nada excepcional, sino algo cotidiano: niños engañados por mafias,
perdidos en el mar, escondidos en el tren de aterrizaje de un avión,
prostituyéndose para poder comer, enfermos o moribundos en su desesperada
búsqueda de un mundo mejor. El germen del guion surgió durante el rodaje en
Canarias del primer filme de Calvo, “1898. Los últimos de Filipinas”. Allí, en
contacto con los CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), conoció las
historias del niño y del adolescente en que se inspira la película. Por desgracia,
en este asunto el cliché se cumple y la realidad supera a la ficción. Sin
cargar las tintas y con buen pulso, Calvo conduce una película destinada a
amplias audiencias a lugares comunes que no resultan ni tan obvios ni tan
amables como suelen ser en este tipo de grandes producciones.
Planteada como un
tríptico sobre la emigración, la película discurre por tres historias: la que
da título a la película es la de un niño de seis años que huye desde Camerún a
España junto a su hermana primero y a un adolescente después; la de un español
que trabaja en una reserva de elefantes y que se reencuentra en África con su
algo desnortada hija; y por último la de un Guardia Civil que trabaja en
Melilla y que se ve implicado en la muerte accidental de un refugiado congoleño
que intentaba saltar la valla. Tres relatos que pretenden conformar un doloroso
mapa de ida y vuelta sobre un continente condenado hasta lo indecible por la
codicia y la miseria humana. Basta contemplar el plano con el que arranca la
película, una masa humana registrada en una terminal policial intentando cruzar
como zombies enloquecidos una valla, para sentir esa incomodidad a lo que nos
enfrenta este filme.
De las tres historias, la
que vértebra la película es la más difícil y la más lograda, la del niño Adú.
La ambientación y los tres críos que la interpretan funcionan tan bien que lo
demás parece accesorio. En realidad, lo es. La historia del padre y la hija que
dan vida Luis Tosar y Anna Castillo (que podría naufragar si no fuera porque
está bien cerrada y bien interpretada) y la del Guardia Civil que interpreta
Álvaro Cervantes (siempre eficaz en la piel de tipos atormentados y
contradictorios) no acaban de cumplir del todo su misión de contrapunto y
evidencia de este fracaso colectivo del presente. (Elsa Fernández-Santos).
Recomendada.
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