Título original: Portrait de la jeune
fille en feu. Dirección: Céline
Sciamma. País: Francia. Año: 2019. Duración: 120 min. Género:
Drama.
Julien Lacheray (Montaje), Claire Mathon (Fotografía), Celine Sciamma (Guión), Benedicte Couvreu (Producción), Julien Sicart, Valerie
Deloof, Daniel Sobrino (Sonido),
Dorothee Guiraud (Vestuario),
Christel Baras (Casting).
Mejor Guión en el
Festival de Cannes 2019.
Estreno en Sevilla: 18 Octubre 2019
Reparto:
Noemie Merlant
(Marianne), Adèle Haenel (Héloïse), Valeria Golino (La Condesa), Luàna Bajrami
(Sophie).
Sinopsis:
Francia, 1770. Marianne,
una pintora, recibe un encargo que consiste en realizar el retrato de bodas de
Héloïse, una joven que acaba de dejar el convento y que tiene serias dudas
respecto a su próximo matrimonio. Marianne tiene que retratarla sin su conocimiento,
por lo que se dedica a investigarla a diario.
Comentarios:
“El pintor que no vea
ningún mundo dentro de sí mismo, que deje de pintar”, afirmó Caspar David
Friedrich, artista alemán que cabalgó entre los siglos XVIII y XIX, legando una
huella romántica, misteriosa y sublime. La protagonista de “Retrato de una
mujer en llamas”, cuarta película de la francesa Céline Sciamma, también es
pintora, habita el siglo XVIII y va a vivir un apasionado romance con la mujer
a la que debe plasmar, casi recién salida del convento y a punto de contraer
matrimonio.
Mientras el personaje de
ficción no alcanza a llevar al lienzo su propio universo interior, de
conmoción, resonancias y estímulo, esa condición inexcusable de Friedrich, el
cuadro tiende al hielo, al academicismo. Pero cuando entiende lo que ella lleva
dentro y lo que comparte con su modelo, comienza a surgir el verdadero retrato
de una mujer en llamas. En realidad, el de dos mujeres en llamas ante una
pasión prohibida, que serían tres si sumamos a la propia Sciamma, con una
segunda parte del relato en la que asciende desde una contención quizá excesiva
en el inicio hasta un volcán de aliento poético y de amor.
Por ambientes, vestuario
y vigor expresivo, Friedrich está presente a lo largo de toda la película. En
las composiciones de Sciamma, que en momentos puntuales entroncan con cuadros
concretos del artista, como ese plano de la futura esposa de espaldas, de pie y
rodeada de rocas, envuelta, casi envenenada en azules de distintos tonos, mar,
olas y cielo, que rememora el mítico “Caminante sobre un mar de nubes” (1818),
con ambas figuras vestidas de ropajes de tonos verdes. O como ese paseo casi
nocturno de tres de las mujeres de la película tras la puesta de sol, con el
dominio del azul y del violeta en el plano de Sciamma, que tanto recuerda a “Salida
de la luna a orillas del mar” (1822). O, en fin, todas esas composiciones del
crepúsculo, con las figuras de espaldas, tan típicas de Friedrich, tantas veces
contornos negros, intermediarias entre el observador y la profundidad de una
imagen cargada de color. Es la naturaleza como símil de los estados de ánimo.
Porque, más allá de la
forma, es ese fuego romántico el que acaba habitando la obra de Sciamma,
ganadora del premio al mejor guion en el pasado festival de Cannes, sobre todo
cuando decide acompañar la historia de diversos juegos formales y simbólicos
que apenas tienen rastro en la primera hora: metáforas, presencias
sobrenaturales, aparición de la música. Una tardanza que, de todos modos, quizá
tenga que ver con el necesario crescendo del relato, con el proceso de
conocimiento, complicidad y arrebato de las dos mujeres, en una hermosa
relación lésbica que la directora de las notables “Tomboy” (2011) y “Girlhood”
(2014) muestra a través de imágenes físicas de celo y pasión muy verosímiles.
Noémie Merlant y Adèle Haenel, ambas magníficas, se abrazan, besan y fornican
con temor y temblor, con el ardor y la pasión desbocada de lo prohibido y lo
desconocido.
El habitual estilo
sensorial de Sciamma, presente en sus tres obras anteriores, todas ellas sobre
adolescentes, comienza así a relucir a partir del estallido musical junto al
fuego. Y entonces no para. Hasta llegar a sus dos bellos finales consecutivos,
crecientes en emoción, que culminan la sublimación del espíritu. La utopía de
un amor trágico al borde del precipicio. (Javier Ocaña)
Recomendada.
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