“Hay que hacerlo de un tiro. Un ciervo debe ser abatido de un solo tiro”
Hay películas que dejan de hechizar a la que se disuelve la tensión dramática. Y hay películas que no pierden emoción ni después de ser vistas varias veces. La escena, al final de “El cazador” (1978), en la que Nick (Christopher Walker) sale del cuarto trasero de un antro de juego de Saigón con un pañuelo rojo en la cabeza es uno de los momentos eternamente mágicos del cine. Su viejo amigo Michael (Robert de Niro) lo aborda para llevárselo a casa, pero Nick no lo reconoce; ha sentido demasiadas veces en su sien el cañón de una pistola con una sola bala en el tambor. Su vida ha estado en juego demasiado a menudo como para que aún pueda estar vivo. Michael intenta convencerlo en vano de que se vaya con él. Pero, de repente, en los ojos de Nick se enciende algo así como un recuerdo. Ríe, coge la pistola, se la acerca a la cabeza y aprieta el gatillo.
Christopher Walker, en un momento decisivo de la cinta |
Michael, Nick y Steven (John Savage), tres amigos de una ciudad obrera siderúrgica de Pennsylvania, llegan a Vietnam a finales de la década de los sesenta. Por casualidad, se encuentran en medio de la guerra y, por desgracia, caen en manos del Vietcong. Para que sus torturadores se diviertan apostando, los prisioneros tienen que competir a la ruleta rusa, hasta que sólo quedan Michael y Nick. Ambos están sentados en la mesa, cara a cara. Michael exige tres balas en lugar de una para aumentar el riesgo. Se la juega y gana: los dos atacan por sorpresa a los guerrilleros del Vietcong, liberan a Steven de una jaula sumergida en el agua y huyen. Pero el único que consigue llegar a casa sano y salvo es Michael. Steven pierde las piernas, Nick se queda enganchado en Saigón. Y gana dinero con el juego mortal.
Meryl Streep y Robert De Niro en un fotograma de la película |
Sólo una tercera parte de la gran epopeya, la parte central, se desarrolla en Vietnam. Estos fotogramas se cuentan entre los más conmovedores que jamás se hayan filmado sobre una guerra. El desprecio por la vida humana propio de cualquier guerra, el odio, la impotencia, el miedo y el orgullo como lo único que algunos aún intentan mantener: Michael Cimino lo concentra todo en el símbolo de la ruleta rusa. No obstante, el hecho de que muestre a los estadounidenses como víctimas de la guerra de Vietnam, despertó protestas sobre todo en Europa; el reproche fue que las torturas a prisioneros de guerra fueron mucho más frecuentes en los campamentos del ejército de EE.UU. La controversia por una película supuestamente racista acabó provocando un escándalo en el Festival de cine de Berlín de 1979, cuando primero la Unión Soviética y después todos los países de la Europa del Este retiraron a sus participantes.
Cimino en un momento del rodaje |
Pero Cimino no se centra para nada en un comentario político sobre la guerra de Vietnam. Su película es más bien la historia del desarraigo de lo que fue un hogar y la destrucción de todo lo que posibilitó la amistad. Al principio de “El cazador”, Cimino deja casi una hora para los rituales de los amigos Michael y Nick. Cómo trabajan por última vez en los altos hornos, cómo beben con sus compañeros en la pequeña comunidad donde viven sobre todo inmigrantes bielorrusos. Cómo celebran alegremente la boda de Steven tras la ceremonia ortodoxa rusa, antes de luchar en Vietnam. Una vez más, los amigos van de caza a las montañas de Pennsylvania, el mundo natural opuesto al sucio lugar de la fundición de acero. La ambición de cazador de Michael de abatir un ciervo de un solo disparo cambiará con la experiencia de Vietnam. Llegará al extremo de que, tras su regreso en la tercera parte de la película, tendrá dificultades para reencontrar su patria. Porque falta algo y porque ha hecho una promesa. Por eso parte de nuevo, a buscar a Nick a Saigón. Al final, el pequeño grupo del funeral entona el himno “God bless America” en la taberna, pero lo canta de un modo que es cualquier cosa menos triunfal. Son personas heridas las que se han reunido allí, todas han perdido algo: el amigo, el cuerpo ileso, la familiaridad con algo y la confianza en algo. La culpa es de EE.UU. y, sin embargo, ésa es su patria, su identidad. Este desconcierto, esta contradicción es lo que Cimino refleja en “El cazador”, y proporciona una descripción exacta, delicada y con una excelente fotografía del estado de la sociedad estadounidense después de Vietnam.
Michael Cimino (1939-2016) |
Las películas de Michael Cimino son siempre controvertidas: “El cazador” (1978), galardonada con varios Oscar de Hollywood y criticada en Europa por falsear la guerra de Vietnam; el western épico tardío “La puerta del cielo” (1980) celebrada en Europa como pieza maestra y masacrada en EE.UU. como “catástrofe”. "Manhattan sur” (1985) en la que un policía se introduce por su cuenta en la mafia china de Nueva York, se ganó el reproche de racista; “El siciliano” (1987), la opulenta biografía del héroe nacional Salvatore Giuliano, fue tildada de cursilería histórica.
Oscar al Mejor Director |
Los temas que caracterizan la obra de Cimino ya sonaron en su debut: compañerismo entre hombres, ambientes dibujados al detalle y tomas panorámicas saturadas de color que semejan lienzos pintados. En 1980, su caro empeño por la autenticidad arrastró a la quiebra incluso a la productora y distribuidora United Artists: “La puerta del cielo” se tiene hoy en día por sinónimo de estrepitoso fracaso. A pesar de su última película, “Sunchaser” (1996), bastante convencional, Michael Cimino debe ser considerado uno de los directores más virtuosos de EE.UU. en lo visual.
Virginia Rivas Rosa
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