Título original: El crack Cero. Dirección: José Luis Garci. País: España. Año: 2019. Duración: 122
min. Género: Drama, Cine Negro.
Luis Ángel Perez (Fotografía), José Luis Garci, Javier
Muñoz (Guión), Jesús Gluck (Música), José Luis Garci, José A. Sánchez
(Producción), Anna Hapenko (Producción ejecutiva), Alberto García (Sonido).
Estreno en Sevilla: 4 Octubre 2019
Reparto:
Carlos Santos (Arteta),
Miguel Ángel Muñoz (Moro), Luisa Gavasa (Moli), María Cantuel (Adela), Raúl Mérida
(Johny Olas), Ramón Langa (Vergara), Andoni Ferreño (Luengo), Cayetana Guillén-Cuervo
(Conchita), Luis Varela (Rocky), Patricia Vico (Remedios), Pedro Casablanc (Don
Ricardo), Macarena Gómez (Luisa).
Seis meses después del
suicidio del afamado sastre Narciso Benavides, una misteriosa y atractiva mujer
casada visita a Germán Areta, prestigioso ex policía de la Brigada Criminal y
ahora detective privado, para que inicie una investigación exhaustiva sobre el
“Caso Benavides”. La mujer está convencida de que el sastre, que era su amante,
fue asesinado. Aunque su instinto le dice a Areta que la gente sólo mata por
amor o por dinero, irá descubriendo que hay más motivos, y más de un
sospechoso, para quitar de en medio al sastre...
Comentarios:
"En el pasado nadie
te da la lata”. La frase, pronunciada en un diálogo de la parte final de “El
crack Cero”, tardía tercera entrega en forma de precuela de la saga iniciada en
1981 con “El crack”, y continuada en 1983 con “El crack 2”, ambas magníficas,
ejemplifica a la perfección el espíritu cinematográfico de José Luis Garci. Un
halo de nostalgia que además queda redondeado por las particularidades del
personaje que declama la afligida sentencia sobre un tiempo que ya nunca
volverá: la dice el barbero Rocky, interpretado por Manuel Lorenzo en las dos
películas de los años ochenta y que aquí hereda Luis Varela; un hombre atrapado
por su propio pasado de vivencias en Nueva York, historias de boxeo junto al
Madison Square Garden relatadas con minuciosidad y pasión, pero que nunca se
sabe si son reales o inventadas.
Garci, autor de ocho
obras estupendas ambientadas en su contemporaneidad, las ocho primeras, entre “Asignatura
pendiente” (1977) y “Asignatura aprobada” (1987), y de diez discutibles
películas de época, de retorno al pasado, las diez siguientes, entre “Canción
de cuna” (1994) y “Holmes & Watson. Madrid Days” (2012), también parece un
habitante del pretérito. “El crack Cero” es una película de otro tiempo. Una
reliquia meticulosa y calmada, dotada de esa placidez que otorga su montaje con
innumerables encadenados y fundidos a negro, con la que parece que el cine no
ha ido hacia adelante sino hacia atrás en estos últimos 35 años, y en la que el
director madrileño se copia a sí mismo y a sus cracks en la estructura: prólogo
que define a Areta frente a las ratas de alcantarilla en todas sus formas,
presentación del conflicto en forma de encargo, investigación, muerte de
alguien cercano y resolución final. Un relato en el que, junto a una teoría de
la venganza, se añaden esos toques de historia de España tan característicos de
la saga: la colza en El crack dos; el caso Almería, aquí.
Carlos Santos, carisma,
dicción, brío tranquilo, vuela a la altura del mito de Alfredo Landa. Como
Pedro Casablanc, recogiendo el memorable testigo de José Bódalo. Ambos son
buenísimos en registros naturalistas, y también lo son en el estilo Garci. Del
resto, en un reparto raro e intransferible, algunos salen vivos de sus
complicadas situaciones y diálogos (Luisa Gavasa, Raúl Mérida) mientras otros
poco pueden hacer para salvar el acartonamiento de ciertas frases.
Sin embargo, más que
acartonada, lo que quizá sea finalmente “El crack Cero” es una película sin
tiempo, habitante única en la cabeza de Garci, compuesta para la nostalgia de
los fanáticos de los dos anteriores cracks. Un ideal melancólico con el que
revivir a unos personajes míticos, Areta, El Moro, El Abuelo, Rocky, y donde
quedarse a seguir soñando. Con sus momentos ridículos, que alguno hay, y con
sus estallidos de brillo en blanco y negro. Donde pueden convivir unos
sonrojantes diálogos sobre los perfumes de las mujeres y un par de innecesarios
y extrañísimos cambios en el punto de vista, junto a una bella recreación del
instante en el que el ciudadano medio se enteró de la muerte de Franco, de
profunda sencillez en sus sentenciosas frases. Un momento en el que Garci
entronca con otra fabulosa secuencia de ese histórico santiamén en “Asignatura
pendiente”, también en una cama, también con la radio de fondo.
“El crack Cero” es una
película tan deliberadamente antigua, tan suya, tan insólita, tan valiente, tan
suicida, tan desigual, tan personal, que se da la vuelta: igual es lo más
fresco, por distinto, por ajeno a las imposiciones comerciales y artísticas,
que se ha hecho en el cine español reciente. En el pasado nadie te da la lata. (Javier
Ocaña)
Recomendada (con reservas).
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