Escultura, fotografía,
instalación, arquitectura, diseño y vídeo son algunas de las disciplinas en las
que se adentra el trabajo de Ai Weiwei,
artista conceptual chino cuya obra continúa las sendas de Marcel Duchamp,
Jasper Johns o Andy Warhol. En la diversidad y multiplicidad de sus creaciones,
una inquietud común: la búsqueda de nuevas vías de expresión y comunicación.
También es coleccionista, comisario, editor de libros de arte, publicista y
director de documentales. Ai Weiwei es asimismo un ruidoso activista social, un
elocuente disidente político, un tenaz dolor de cabeza para el gobierno de la
República Popular China. La simiente de Ai Weiwei: Never Sorry, debut cinematográfico de la periodista Alison Klayman, bien puede
localizarse antes, durante y después de los Juegos Olímpicos de Pekín, celebrados en agosto de 2008.
Antes, pues fue el 12 de mayo
de aquel año cuando un terremoto asoló la provincia de Sichuan, arrojando
cifras estremecedoras: 69.195 muertos, 18.392 desaparecidos, 374.177 heridos.
Entre las víctimas mortales, miles de niños sepultados en sus escuelas,
tragedia que empujó a Ai Weiwei a averiguar la identidad de esos estudiantes
que el gobierno chino ocultaba. Con la ayuda de un grupo de voluntarios, recabó
5.212 nombres con apellidos, iniciando así una lucha por la transparencia que
no ha abandonado. Durante, pues Ai Weiwei, asesor artístico en la construcción
del estadio olímpico diseñado por el estudio Herzog & de Meuron, no acudió
a ningún acto oficial, manifestando así su rechazo ante lo que consideró toda
una acción propagandística del estado unipartidista gobernado entonces por Hu
Jintao. Y después, pues fue tras la clausura de los Juegos Olímpicos cuando
Alison Klayman inició un rodaje que se extendería durante tres años, el tiempo
que acompañó a Ai Weiwei en su quehacer diario.
Ai Weiwei |
Además de contextualizar parte de sus obras y de adentrarse en la esfera
familiar de Ai Weiwei, Alison Klayman centra su atención
en el proceder de su resistencia frente a la iniquidad de un sistema cuya
burocracia lo hace impenetrable, que es tanto como hablar de su instigador
activismo digital.
Tras clausurarle las autoridades chinas su blog personal, Ai
Weiwei, romántico y dogmático, eludió la censura contraatacando desde Twitter:
@aiww sería el perfil desde el que canalizar su desobediencia civil y
amplificar su denuncia contra la falta de libertad en China. “Si no actúas, la
amenaza se hace más grande”, asegura. Ese activismo avivó el hostigamiento
gubernamental hacia él, desembocando en su desaparición. Tras días de silencio,
el gobierno chino reconoció que Ai Weiwei se encontraba detenido en un lugar
indeterminado. Allí estuvo 81 días. ¿Balance? Una acusación de evasión de
impuestos sin posibilidad de recurso y la confiscación de un pasaporte que aún
no ha recuperado.
Testimonios directos de familiares, artistas, colaboradores, galeristas y periodistas, así como inédito material de archivo (resulta aclaratorio el relativo a sus años en Nueva York), completan las voces y las imágenes que conforman un documental, expositivo y de estructura segmentada, que no esconde su voluntad de servir como vehículo del mensaje de quien, al calor del Premio Nobel de la Paz concedido a Liu Xiaobo, manifestara que “El mundo no cambiará si no cargas con parte de la responsabilidad”. Como sugiere en su exhortación final, Ai Weiwei, combativo y optimista, parece decidido a no doblegarse: Never Retreat, Retweet!
No he visto el documental, pero si la exposición que se puede visitar en el CAAC y es altamente recomendable, de modo que viene bien complementar ambas...además el espacio de La Cartuja le viene como anillo al dedo a la obra de Wei Wei, con esas cerámicas maravillosas, lo dicho invito a volver a visitar el CAAC y de paso volver con Agnes vardá y tambien la muestra de Nacho Criado que es muy interesante¡¡
ResponderEliminar