Elmer Bernstein es, sin duda, uno de los grandes compositores de la historia del cine y uno de los más prolíficos en sus seis décadas en activo, durante las cuales trabajó en todos los géneros cinematográficos habidos y por haber y se codeó con más leyendas del séptimo arte que probablemente ningún otro compositor, ya fueran directores (Cecil B. De Mille, John Ford, Otto Preminger, Michael Curtiz, Stanley Donen, Fred Zinnemann, John Sturges, George Roy Hill o Martin Scorsese, por citar sólo unos pocos), actores (entre los que destacó la enorme amistad que le unió a John Wayne, quien llegó a imponer como condición para participar en algunos de sus westerns contar con la música de Bernstein) o los propios compositores (de muy diferentes generaciones) que conoció durante más de 50 años, como Bernard Herrmann o David Raksin.
Comenzó a interesarse por la música a muy corta edad, aprendiendo piano con Heriette Michelson y composición con Stefan Wolpe, Roger Sessions e Israel Stikowitz, y completando su educación en la Universidad de Nueva York. En 1943 tuvo que incorporarse al ejército, donde hizo algunos arreglos para la mítica banda de Glenn Miller, al tiempo que compuso temas patrióticos para programas radiofónicos. Tras la guerra ofreció conciertos como solista de piano y siguió en la radio hasta que, en 1950, fue llamado por el vicepresidente de Columbia para integrarse en el mundo de la banda sonora, donde se convertiría en toda una leyenda.
En la década de los 50 formó parte de una serie de jóvenes autores que revolucionó el concepto de la música de cine tal y como había sido concebida hasta el momento, pues tomando como punto de referencia el jazz, insertó sonidos duros, melódico, y sensuales a películas como "El hombre del brazo de oro", "Como un torrente", "La gata negra" o "Chantaje en Broadway", que quedarían como iconos de un cine negro repleto de libertad, desgarro y lirismo. Asimismo, su inesperada participación en la obra cumbre de Cecil B. De Mille "Los diez mandamientos", en 1956, ocupando el lugar de Victor Young, le consagró rápidamente como uno de los compositores más versátiles y dotados para cualquier película y cualquier género.
Con John Wayne le unió una especial relación que fructiferó profesionalmente durante 15 años, en títulos legendarios del western como "Los comancheros", "Valor de ley", "Los cuatro hijos de Katie Elder", "El gran Jake", "La soga de la horca" o "El último pistolero".
Meritorio es recordar su relación con John Sturges, director con el que trabajó en siete ocasiones y para el que escribió algunas de sus obras más memorables, desde el vibrante tema inicial de "Los siete magníficos" a la humorística marcha militar de "La gran evasión", pasando por el romanticismo de "Brotes de pasión" o el aire desenfadado de "La batalla de las colinas del whisky".
Tras varias derrotas en los Oscar, con partituras de primera categoría que debieron ganarlo ("Los siete magníficos", "Matar un ruiseñor", "Hawai"), en 1967 consiguió la estatuilla, curiosamente, gracias a su pequeña aportación al musical "Millie, una chica moderna", a partir del cual empezó a notarse cierto declive en su carrera, aunque no tanto en lo que respecta a su música como en la categoría de sus proyectos, muy alejados de la primera fila a la que estaba acostumbrado.
Cuando su declive parecía inevitable, a finales de los 70 y principios de los 80 entró en contacto con una serie de alocados directores y productores, como Ivan Reitman y John Landis, que le ofrecieron una extraordinaria redención adaptando su estilo a comedias desconcertantes, en las que pudo ofrecer lo mejor de sí mismo con partituras extremadamente serias para películas que, por contraste, no lo eran tanto, desde la surreal "Aterriza como puedas" a "Un hombre lobo americano en Londres", pasando por "Heavy Metal" o la mítica "Los cazafantasmas".
Los 90 marcaron un nuevo rumbo en su amplia trayectoria artística al conocer, durante la producción de "Los timadores", a Martin Scorsese, para quien se ofreció a adaptar la música que Bernard Herrmann compuso para la primera versión de "Cape Fear" (en "El cabo del miedo") y que luego demostró que seguía siendo uno de los grandes con "La edad de la inocencia", una de las más radiantes partituras de la década y toda una declaración de amor hacia el melodrama romántico, para el que el propio Bernstein escribió algunas de sus piezas maestras a comienzos de los 60 (como "Desde la terraza" o "Verano y humo"). No obstante, el rodaje de "Gangs of New York" les separó irremediablemente, a raíz de que Scorsese eliminó por completo su composición de la película (algo que, por desgracia, ya le sucedió con la espléndida "The Journey of Natty Gann" o con la inédita hasta el momento "Ratas a la carrera").
Bernstein pasó sus últimos años preparando una autobiografía e impartiendo clases como profesor en la Escuela de Música Thornton de Los Ángeles, en la Universidad de California. Fue presidente de la prestigiosa Fundación para Jóvenes Músicos, de la Asociación de Compositores y Letristas de América, y de la Sociedad para la Preservación de la Música de Cine. Antes de morir, tuvo tiempo de celebrar sus bodas de oro cinematográficas dirigiendo conciertos con sus bandas sonoras por todo el mundo y de dejar una obra maestra para la posteridad, "Lejos del cielo", para la que escribió uno de los temas de amor más inspirados de su larga trayectoria (el que une a la protagonista y a su jardinero) y que significó un sentido regreso al sonido clásico de los melodramas que le catapultaron, muy especialmente "The View From Pompey´s Head", a la que, 50 años después, homenajeó en su tema principal.
Tiene en su haber suites para orquesta sinfónica; un Concertino para Ondas Marnenot y orquesta; composiciones para viola y piano; y un concierto de guitarra en tres movimientos (1998). En publicidad escribió el tema para la compañía “Olin Mathieson Chemicals” (1962), aunque su música más escuchada en la pequeña pantalla (con permiso del tema que compuso para la serie "National Geographic") acabó siendo la popular melodía de "Los siete magníficos", cuando la utilizó una conocida marca de cigarrillos. Entre colaboraciones en teatro destaca la obra “Peter Pan” y mención aparte merece su aportación al popularísimo video-clip de Michael Jackson “Thriller”.
Una docena de Bandas Sonoras imprescindibles:
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Reseña de “La gran evasión”
Fernando Fernández.
Muchas veces un tema se hace tan popular y memorable que ensombrece el maravilloso trabajo realizado en el resto de su banda sonora. La película de hoy es uno de esos ejemplos. “La gran evasión” es uno de las grandes favoritas del cine, una de las películas más legendarias (y divertidas) jamás realizadas. Tres horas que pasan en un auténtico suspiro y producto de una época en la que no todas las películas de acción y de éxito intentaban lo imposible para complacer a públicos simples y analfabetos. Y eso que a su director, el clásico de Hollywood John Sturges, le costó más de ocho años convencer a un estudio realizarla. Si no hubiese sido por su éxito con “Los siete magníficos”, probablemente nunca hubiese conseguido llevarla a cabo.
La evasión en sí misma puede no ser tan grande después de todo, ya que prácticamente todos los fugitivos terminan muertos o recapturados, pero sus aventuras son puro oro cinematográfico. Algo que favorece el espectacular elenco de actores de la película, figuras como Steve McQueen, James Garner, Richard Attenborough, James Coburn, Charles Bronson o Donald Pleasance. Entre todos los nombres que pueblan el proyecto se encuentra el de una persona tan importante como cualquiera de ellos: Elmer Bernstein. De la misma manera en que ya lo hizo en su anterior colaboración con el director John Sturges (“Los siete magníficos”), Bernstein se superó a sí mismo y escribió la partitura definitiva del género, una posición que ambas bandas sonoras han mantenido desde entonces, en los más de cincuenta años que ya han transcurrido.
¿Qué se puede decir sobre el tema principal que se escucha directamente en los créditos que dan comienzo a la película? No es solo que su melodía la tengamos ya grabada en la conciencia colectiva, si hay alguien que aún no la conozca, dudo que la escuche por primera vez y sea capaz de reprimir las ganas de ponerse a silbarla. Sus títulos de crédito es uno de los temas clásicos del cine, nunca pierde su brillo a pesar de haber sido escuchado en innumerables ocasiones a lo largo de los años, desde adorables parodias en otras partituras hasta como himno de los aficionados de la selección inglesa de fútbol. Cuando Bernstein lo interpretó en concierto en Londres en el 2002 prácticamente toda la audiencia empezó a silbar, lo cual hizo pasárselo en grande al compositor/director… y a servidor. Huelga decir que dicho tema aparece en innumerables ocasiones en la banda sonora, y fácilmente podría aparecer una docena más sin conseguir cansar en absoluto. Pero por supuesto, hay más. Mucho más. Gran música de acción, tremendamente dinámica en el inconfundible estilo de Bernstein; crecientes emociones, clásico suspense clásico y un final conmovedor. No hay un momento aburrido, ni una sola pieza de música que sea redundante.
Superaudaz, rebosante de confianza patriótica e imbuida de ese sentido de la camaradería instantáneamente identificable de «nosotros contra ellos», esa música es conocida y amada incluso por aquellos que nunca la han visto en el cine. Lo que es necesario recordar es que el resto de la partitura es un clásico absoluto del más alto orden. Bernstein deja fluir sus temas primarios y secundarios arriba y abajo una y otra vez, doblándolos y doblándolos según los caprichos de la historia y la dirección en la que se dirigen los personajes, ya sea física o emocionalmente. Hay toda una colección de elementos que se añaden a una experiencia rica y variada, desde los tropismos convencionales militaristas y de acción de una película de guerra, al suspense y la tensión de la saga de los prisioneros de guerra. También hay melancolía y noble derrota, la gracia con la que muchos de los hombres se enfrentan a su destino y la brutalidad con que a menudo se les trata. Y, por supuesto, ese sabor de “western” único de Bernstein. Este último ingrediente es lo que le da a “La gran evasión” esa calidad esencial que nos arrastra, esa sensación de cercanía que hace que la partitura (durante sus más de 90 minutos) se pase sin prácticamente darnos cuenta.
Siendo tan legendaria, la partitura ha sido presentada en CD numerosas veces. El vinilo original fue una regrabación realizada en el momento del estreno de la película con una orquesta muy reducida. Dicha grabación fue publicada por primera vez en CD por Intrada, y más tarde por Rykodisc (quien generosamente agregó fragmentos de diálogo al disco, el sueño –¡usando el sarcasmo!– de todo aficionado a la música de cine) y finalmente, a mediados de 2004, por Varese Sarabande. Entre esos dos últimos lanzamientos, Varese produjo una re-grabación en Glasgow con el propio Elmer Bernstein dirigiendo la Royal Scottish National Orchestra, en su mayor parte presentando el mismo material que ya estaba en los otros álbumes. Tras ese lanzamiento, muchos aficionados abandonaron la esperanza de disfrutar la partitura completa en toda su gloria, porque se consideraba que los masters estaban perdidos. Curiosamente, lo que se encontraban es mal etiquetados. Mientras Varese esperaba poder lanzar la edición completa de otra colaboración posterior entre John Sturges y Elmer Bernstein (“The Hallelujah Trail”, “La batalla de las Colinas del Whisky”, 1965), se dieron cuenta que las latas que estaban etiquetadas como contenedoras de los masters de dicha película, en realidad contenían la partitura completa de “La gran evasión”. Una pena perder la joya de “La batalla de las Colinas del Whisky”, pero un hallazgo que permitió una edición doble de lujo con la partitura original de “La gran evasión”, poco después de lanzar la regrabación. Edición que posteriormente recuperó de nuevo Intrada con una edición definitiva en un triple CD que incluye la partitura original completa, así como la regrabación original del año 1963, completamente remasterizadas.
Trágicamente, el legendario compositor de esta maravillosa música murió cuando ésta, una de sus obras más clásicas y reconocibles, fue finalmente editada en toda su gloria, por lo que terminó convirtiéndose en un glorioso tributo a su maestría. Aunque el álbum original funciona muy bien, la partitura completa –¡con casi tres veces más música!– es un auténtico regalo, que incluye no solo el célebre tema principal y la música de acción, sino mucho más del material emotivo y conmovedor que Bernstein compuso para ser interpretado por una pequeña parte de la orquesta, algo que consiguió hacer incluso en sus películas más grandes y épicas. Palabras como «vintage» y «clásico» pueden no haber sido acuñadas para ser utilizadas por primera vez con la partitura de Elmer Bernstein para “La Gran Evasión” en mente, pero perfectamente podrían haberlo sido. ¿Cómo puede alguien no amar esta partitura? Escucharla es el remedio para vencer cualquier dificultad y lanzarnos de nuevo al ruedo listos para asumir todo lo que nos echen: coloca la música de los títulos de crédito de “La gran evasión” de Elmer Bernstein en tu reproductor, y luego simplemente siéntate y disfruta.
Y, tal como nos propone Fernando Fernández, vamos a dejaros un video con la famosa Marcha compuesta por el maestro Elmer Bernstein para el film “La gran evasión”. En esta ocasión, se trata de la versión realizada por la orquesta FSO para su gira de 2016, bajo la batuta de Constantino Martínez-Orts. Disfrutadla.
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