Todo puede suceder, todo es plausible y probable
El
espacio y el tiempo no existen
Ya
desde las primeras secuencias de “Fanny y
Alexander” (1982), Ingmar Bergman define su posición y señala abiertamente
cuáles son sus intenciones: al principio de la película aparece un niño
contemplando un teatro de marionetas. Uno a uno desmonta todos los elementos de
la decoración. De forma similar, el muchacho irá penetrando en la fachada y
desenmascarando el mundo de los adultos. La perspectiva de esta película es,
sobre todo, la de este niño de diez años, y el drama se desarrolla en todo
momento bajo la atenta mirada del joven alter
ego de Bergman.
Alexander
(Bertil Guve) y su hermana de ocho años Fanny (Pernilla Allvin) son los
miembros más jóvenes de los Ekdahl, una familia que dirige un teatro en una
adormecida ciudad sueca a principios del siglo XX. La abuela es quien dicta las
normas del clan con sabiduría y paciencia. La vida de los Ekdahl transcurre así
turbulenta y variopinta, y ofrece a Alexander constante inspiración para nuevos
y fantásticos juegos. El muchacho sueña con hacer una brillante carrera sobre
los escenarios, al igual que su abuela y su madre, pero la muerte del padre
trastocará sus planes. Al año de morir su marido, Emile (Ewa Flölig), la joven
viuda, se casa con el obispo Edvard Vergerus (Jan Malms). En nombre del amor y
de la respetabilidad, renuncia a su carrera como actriz y se muda con sus hijos
a la residencia del obispo. En la atmósfera estricta (e hipócrita) de su nuevo
hogar, los niños viven intimidados y atormentados. Pero Alexander es un
rebelde. A la hora de bendecir la mesa, recita indecencias poco cristianas y
con su astucia cruel e infantil consigue a menudo sacar de quicio a su
padrastro. El obispo le pega sin misericordia, por lo que, en lugar del amor de
Dios, Alexander conoce más bien el látigo y los métodos humillantes de la
inquisición. El hogar se ha convertido para madre e hijos en un infierno
puritano y a todos ellos les parece un milagro cuando por fin logran escapar de
él. El odiado obispo muere accidentalmente devorado por el fuego del infierno,
¡Bravo por el director!
La
película “Fanny y Alexander” es un
tejido de imágenes barrocas y de gran dramatismo, en el que Ingmar Bergman
elabora la materia prima bruta de su propia infancia. La historia de los Ekdahl
(no parece una casualidad que el apellido de la familia nos recuerde al del
fotógrafo de la obra de Ibsen “El pato
salvaje”) trata sobre la necesidad del teatro, es decir, de la imaginación
en la vida humana. El propio Bergman era hijo de un pastor y, quizás por ello, la película no deja dudas
sobre la opinión del director acerca de la actitud de ciertos clérigos santurrones
para quienes el amor y el temor a Dios no son más que instrumentos de poder que
utilizan con el fin de dominar y tiranizar a sus congéneres.
Oskar
Ekdahl (Allan Edwall), el padre de Fanny y Alexander, muere de un infarto
durante un ensayo de la obra de teatro “Hamlet”,
en la que interpretaba el papel de espíritu. Desde entonces, acude
ocasionalmente en ayuda de su hijo Alexander, que se siente un poco como el
personaje de Shakespeare. Bergman complementa así de forma fluida su realista
historia familiar con otra de carácter sobrenatural. El director se esfuerza
además por contrastar el dionisíaco amor por la vida que se respira en casa de
los Ekdahl, con la opresiva disciplina de la residencia episcopal e intenta
explorar el inevitable conflicto entre fantasía y razón.
Este
filme tiene una duración de tres horas y media, pero la versión televisiva de
cuatro episodios, montada por el propio director, se prolonga hasta 312
minutos. Para Bergman, “Fanny y Alexander”
supone una especie de balance de su vida y de su obra. Aunque en los últimos
veinte años, el prestigioso artista sueco ha dirigido un sinfín de trabajos
para el teatro y la televisión, éste es, hasta el día de hoy, su último
largometraje para el cine.
“Fanny y Alexander” fue, por cierto, la
primera película extranjera que obtuvo cuatro oscars: a la Mejor Película
Extranjera, Mejor Fotografía (Sven Nykvist), Mejor Dirección Artística (Anna
Asp y Susanne Linghelm) y Mejor Vestuario (Marik Vos-Lundh).
La Linterna
Mágica: Alexander no sólo posee un teatro de marionetas, sino también una
linterna mágica, en claro homenaje de Bergman al séptimo arte. Igualmente los
fundadores integrantes de nuestra querida “Asociación Linterna Mágica” quisimos
llamarnos así por lo mismo que el admirado Bergman. El primer paso hacia el
cine contemporáneo lo dio en el siglo XVII Athanasius Kircher, un jesuita
austriaco que inventó la llamada “linterna mágica”. El artilugio funcionaba con
velas y lograba proyectar imágenes en la pared. Consistía en una caja iluminada
ante la que se colocaban pequeñas imágenes pintadas sobre cristal. Cuando éstas
giraban ante la luz, este aparato totalmente mecánico creaba la ilusión de
reproducir el movimiento de, por ejemplo, trineos o molinos de viento. En 1820,
la invención de la luz de calcio supuso un gran paso en la evolución del cine.
Las nuevas posibilidades de iluminación permitieron la divulgación del aparato
y sus “fantasmagorías”. Por fin se había hecho posible la representación de movimientos
y efectos sorprendentes, y se podían reproducir de una forma convincente la
lluvia, la nieve, el fuego y las olas del mar.
“Fanny y Alexander es una suntuosa película de época, así como un rico tapiz de recuerdos
e impresiones de la infancia, con sus miedos y sus alegrías, que emplea los
mejores recursos y formas de la teatralidad cinematográfica, desde la comedia
hasta la más oscura tragedia, con incursiones en lo gótico, lo fantasmal y lo
horrible.” (Variety).
Este
año se celebra el centenario del nacimiento de Ingmar Bergman, y esta película
es mi preferida de este gran director sueco, digna de un 10.
Virginia Rivas Rosa
Muy buena reseña de esta película. Estoy deseando verla de nuevo. Gracias Virginia.
ResponderEliminarMe alegro mucho que te guste mi entrada-homenaje. Ahora ¡¡¡a ver la peli!!!
EliminarEnhorabuena amiga, eres una estupenda critica cinematográfica!!!
ResponderEliminarTe agradezco tu cariñoso comentario. En esta entrada-homenaje he puesto todo mi esfuerzo para que fuera digna. Un beso.
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