7 películas se estrenan
el 11 de octubre de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres
producciones son estadounidenses, dos francesas y dos españolas. Pero,
lamentablemente, otras 3 películas se han estrenado en España y no nos ha
llegado a nuestras salas sevillanas. Se quedan sin editar, por tanto: la brasileña
“Pequeño secreto” (David Schurmann, 2017), la película de animación china “El
reino de los elfos” (Yi Ge & Yuefeng Song, 2016) y el documental venezolano
“El pueblo soy yo. Venezuela en populismo” (Carlos Oteyza, 2018). Pasemos a
nuestro repaso semanal sobre los estrenos.
Climax. (Francia, 2018). Dir. Gaspar
Noé.
Mejor Película en la sección “Quincena de Realizadores”
del Festival de Cine de Cannes 2018. Mejor Película del Festival de Sitges
2018.
Thriller psicológico interpretado por Sofia Boutella,
Romain Guillermic, Souheila Yacoub y Kiddy Smile.
En esta película de Gaspar Noé, el realizador decide mostrar
sus claves desde el principio, a la vista de todos, para que el buen entendedor
pueda sumar dos y dos. Los bailarines callejeros que conforman el reparto de la
película son entrevistados en un monitor enmarcado por un abigarrado conjunto
de libros y películas. En sus lomos, algunos nombres quizá inevitables: Lang,
Murnau, Cioran, Kafka, Bataille, La
posesión de Andrzej Zulawski, Saló
de Pasolini, Querelle de Fassbinder
y, cómo no, Suspiria. ¿Está Noé
intentando enmendarle la plana a Guadagnino antes de saber lo que el italiano
ha hecho con la obra de Argento?
Basándose, supuestamente, en un caso real acaecido en los
noventa –y que parece mantener una cierta analogía con las leyendas negras en
torno al aliño de rave parties con estramonio-, Gaspar Noé plantea un radical
filme-danza bombardeado por violentas transgresiones gráficas: los créditos
finales desfilan al principio de la película, los seductores títulos de crédito
parten el metraje en dos y unos rótulos entre lo godardiano y lo publicitario
puntúan el recorrido con las cargas de pretensión nihilista que son marca de la
casa. Y, entre impacto e impacto, los cuerpos bailan en virtuosos planos
secuencia que permiten a la cámara desafiar la ley de la gravedad y recorrer
viciosamente las pieles sudorosas al borde del éxtasis. Una sangría con
aditamento lisérgico convertirá la fiesta en danza macabra en un crescendo
arrebatado que casi culmina en cine puramente abstracto. Noé no es un maestro
de la sutileza, pero es un fanático creyente en la forma como construcción de
sentido y aquí ha logrado una obra única, una película-trance que intenta
liberarse espasmódicamente de toda narrativa. Recomendada.
First Man (El primer hombre). (USA, 2018).
Dir. Damien Chazelle.
Película de inauguración del Festival de Venecia 2018.
Cuenta la historia de la misión de la NASA que llevó al
primer hombre a la luna, centrada en Neil Armstrong, interpretada por Ryan
Gosling, Jason Clarke, Claire Foy y Kyle Chandler.
El score está compuesto por Justin Hurwitz.
Con “El Álamo” y “Apolo XIII” como exponentes máximos, el
cine estadounidense, y ese modo de ser tan suyo, fundamentado en el orgullo, el
patriotismo, la dignidad y la ética del trabajo, ha convertido no pocas veces
sus derrotas históricas en películas victoriosas. Algo que, de todos modos,
habitaba de forma intrínseca en las acciones y conductas de sus personajes, y
que se dejaba traslucir en los subtextos de los relatos.
Sin embargo, lo que no habíamos visto tanto es la
narración de un hecho glorioso con los modos y los matices de la derrota. Una
celebración como la llegada del hombre a la Luna, narrada con la gravedad de un
hecho luctuoso. Una película sobre la conquista, asentada en el irremediable
trance de la muerte. Y así es “First man (El primer hombre)”, visión solemne de
Damien Chazelle de la carrera espacial, centrada casi exclusivamente en la
figura de Neil Armstrong, el ser humano que logró poner los pies en el satélite
pero no pudo salvar la vida de su hija. La gloria de un funeral. El funeral de
una gloria.
Chazelle, de nuevo fiel a una filmografía con la pérdida
como eje central, ha rodado su película en formato panorámico, pero le ha dado
al aspecto y la textura de una filmación casera de súper 8 o de 16 mm de
aquella década de los sesenta: esquinas redondeadas a la manera de las
diapositivas, fotografía de colores matizados, textura con cierto grano. La
familia, y su destrucción a causa del fallecimiento por cáncer de una de las
hijas del astronauta, sobrevuelan el relato con mayor esencialidad que la
propia aventura. Y aunque ya desde la primera secuencia se intente trasladar a
la platea las sensaciones físicas de opresión, agobio y peligro de los pioneros
del espacio, como ya hizo la futurista “Gravity” (2013), llegado el momento del
clímax, también reaparece el interior del propio personaje, su trauma, su
obsesión.
La bellísima mirada de Claire Foy, de una admirable
hermosura natural, complementa el discurso sobre la (im)potencia del ser humano
en una aparente película sobre la fortaleza y el triunfo. Y apenas hay más
personajes, porque los demás están expuestos a través de pinceladas
impresionistas más que por medio de un desarrollo convencional.
El director de “Whiplash” y “La La Land” ha compuesto una
película extraña, pero casi siempre fascinante, y desde luego chocante: un
relato sobre la toma de los espacios abiertos, articulada en base a encuadres
muy cerrados y a primerísimos planos. Y ha convertido una victoria colectiva en
una odisea personal; el desafío del género humano y de un país, en el duelo de
un solo hombre. Recomendada.
Un héroe singular. (Francia, 2017).
Dir. Hubert Charuel.
Mejor Ópera Prima en los Premios César 2017.
Drama enclavado en la visa rural, interpretado por Swann
Arlaud, Sara Giraudeau, Isabelle Candelier y Bouli Lanners.
Un joven se despierta, se despereza y se levanta de la
cama, pero algo dificulta sus movimientos. Su habitación está llena de vacas,
pero la intrusión no parece sorprenderle, ni alterarle el ánimo. Abriéndose
paso entre los cuerpos rumiantes que ocupan el pasillo, avanza hacia la cocina,
donde en compañía vacuna, se tomará el primer café de la mañana hasta que el
sonido del despertador aclare ante nuestros ojos esa incongruencia que el
personaje no ha asumido como tal. Todo era un sueño: durante el verdadero
despertar, el muchacho se acerca a la ventana, descorre las cortinas y
contempla a las vacas de su granja pastando en el exterior. Un arranque tan
elegantemente anómalo abre una película que también se descubre como grata
anomalía. Debut en la dirección de Hubert Charuel, también coguionista, “Un
héroe singular” se aparta de la tradicional alabanza de aldea y menosprecio de
corte de cierto cine francés tendente a la idealización rural para proponer un
extraño cruce genérico, donde la minuciosa observación realista habilita un
considerable espacio para las gratificaciones narrativas del suspense.
Rodada en la granja familiar del director, la película
adopta el punto de vista de su protagonista, Pierre, un joven ganadero que
asume su labor diaria anteponiendo el afecto (por sus animales) a la
productividad. El avance de una enfermedad, anunciado por los vídeos de YouTube
que cuelga en la red un ganadero belga arruinado, dispararán la señal de
alarma: Pierre sabe que una sola vaca enferma pondrá en marcha el protocolo de
seguridad de las autoridades sanitarias que implicará el sacrificio de todas sus
reses. “Un héroe singular” acaba siendo la historia de una desesperada huida
hacia adelante para salvar lo condenado. Valiente y precisa en su juego de
tonos, antisentimental e implacable, esta sorpresa encuentra su voz propia sin
afectaciones. Recomendada.
Lucha de gigantes. (España, 2018).
Dir. Hernán Zin.
Documental español que aborda la pobreza en África.
Emilio Aragón y la ONG Acción contra el hambre presentan
este documental en el que, rindiendo homenaje al tema escrito por Antonio Vega
hace ya más de 30 años, se trata el tema de la lucha del mundo contra un
problema gigante: el hambre. En él, se habla de la gente que lucha contra el
hambre cada día por todas partes del mundo. Un ejercicio que intenta que el
espectador se sume a la lucha contra el hambre, con la participación del
periodista y escritor Martín Caparrós, del catedrático José Esquinas y la
periodista de prestigio Àngels Barceló. Está dirigido por Hernán Zin, quien
también es reportero de guerra y escritor de origen ítalo-argentino, con obras
tan desgarradoras a sus espaldas como 'Nacido en Siria' o 'Nacido en Gaza'.
“El hambre no es que te suenen las tripas”, dice la
periodista Àngels Barceló en este documental. Puede que ya no existen aquellas
hambrunas que veíamos en los telediarios y hemos pasado de 1.200 millones de
personas que sufren hambre a 800, pero aún se muere de hambre. Porque hambre no
solo es no tener qué comer, también es alimentarse mal un día tras otro, como
explica Martín Caparrós. Hambre es quedarse fuera del sistema, como todas esas
personas en España que se han quedado sin trabajo, sin ayudas y acuden a
comedores sociales. El hambre es causa principal de muerte en países en
conflicto. 8.500 personas mueren cada día por desnutrición. 900 millones de
personas no pueden comer todos los días y no es un problema de falta de
alimentos: producimos el doble de lo necesario para alimentar a todo el planeta,
el problema es la distribución. Se produce en unos lugares para venderlo en
otros, en los mercados del primer mundo que desperdician casi tanto o más de lo
que consumen.
Todos estos son datos que quizá cuanto más nos repiten,
más fríos nos dejan. Desde la facilidad, como también apunta Barceló, de poder
comer todos los días sin pensarlo, acabamos deshumanizados y, precisamente, lo
que pretende este documental de Acción contra el hambre es volver a humanizar
esos datos con historias en primera persona, grabadas con un móvil por familias
en situaciones imposibles por todo el mundo. Desde Mahayí, Níger, donde la
cooperante Maryan Aboubacar muestra los niños que pasan por el CRENI (Centro de
Recuperación Nutricional Intensiva), a los olvidados campos de refugiados
sirios de Líbano o los de rohinyás en Bangladesh; la familia Zorub que vive en
Gaza entre un vertedero y un cementerio; o Amalia y Nur Nahar, dos mujeres en
Filipinas que luchan por sacar adelante a sus seis y nueve hijos
respectivamente.
La canción de Antonio Vega que da título al filme fue la
inspiración para Aragón de este documental, y tras la película llegará un
disco, un proyecto cultural total para homenajear gigantes. Recomendada (con reservas).
La sombra de la ley. (España, 2018).
Dir. Dani de la Torre.
Thriller policiaco ambientado en los años 20,
interpretado por Luis Tosar, Michelle Jenner, Vicente Romero, Ernesto Alterio y
Paco Tous.
Un cómic sobre la Barcelona de los asombros, la de 1921,
con las torres de la Sagrada Familia alzándose hacia el cielo y Gaudí aún en
vida, con una sociedad en combustión y un poder corrupto y violento. La ciudad
de las reivindicaciones laborales en forma de huelga y la de los atentados
anarquistas, la de los barrios obreros hambrientos y la burguesía del cava y el
prostíbulo de lujo, la Barcelona de los prodigios y del caso Savolta, que tan
magistralmente retrató Eduardo Mendoza en sendas novelas, la del progreso de
unos pocos y el aplastamiento de otros muchos, la de los infiltrados y las palizas,
la del puño cerrado de todos agrupados en la lucha final, y la del puño cerrado
hacia la mandíbula de los opositores.
Suena bien, pero también a oportunidad perdida. O ganada,
dirán algunos: los apóstoles de la pura comercialidad. “La sombra de la ley” es
un relato al estilo penny dreadful, con todo lo que ello conlleva:
superficialidad en la narración, en la composición, en el retrato, en el
análisis. Una producción de lujo. Una película popular, a la manera de ciertas
novelas gráficas, de ciertas series de televisión. La ha escrito Patxi Amezcua
y la ha dirigido Dani de la Torre, revelación del thriller de entretenimiento
con poso social en “El desconocido” (2015).
De la Torre busca una expresividad que quizá quiera ser
artística pero solo es técnica, con una puesta en escena de apariencia
espectacular que esconde un refrito de referencias obvias y nada originales. Un
conjunto que apabulla, pero donde hay poco que rascar. Por momentos virtuoso,
aunque (casi) nunca trascendente, pese a la época que describe, con apuntes del
Desastre de Annual, de las guerras que enriquecen a los poderosos, de los
golpes de estado provocados, de la información privilegiada. Incluso con
posibles paralelismos con la Cataluña contemporánea. Sin embargo, todo queda un
tanto empequeñecido por la falta de solidez. Aparecen las alcantarillas del poder,
pero los personajes no pasan del esquema. No hay reflexión (ni lo pretende, lo
que es una opción tan válida como otra cualquiera), solo apuntes históricos y
sociales que ofrecen un marco para el espectáculo. Incluso con secuencias de
peleas más cerca de las artes marciales que de la tosca turbamulta de toda la
vida.
Una historieta de gran factura, pero historieta al fin,
no historia. Y queda además el entretenimiento cinéfilo de ir descubriendo
planos calcados de otras películas: la oficina de “El padrino”, la fila en
pandilla de “Los intocables”, el atraco de “Heat”, el cenital de los sombreros
de “Camino a la perdición”... Por homenajear, copiar, calcar, rememorar,
incluso el mítico travelling por las mesas del restaurante de “Alas”, compuesto
por William Wellman ¡en 1927! Entonces sí, de un modo insólito y con una
expresividad artística. No Recomendada.
La casa del reloj en la pared. (USA,
2018). Dir. Eli Roth.
Cine fantástico de casas encantadas interpretado por Owen
Vaccaro, Jack Black, Cate Blanchett, Kyle MacLachlan y Colleen Camp.
Por si alguien siente el impulso de pensar que Eli Roth
pretende reinventarse como el nuevo Tim Burton o de sospechar que Amblin
Entertainment está intentando clonar la mitología de Harry Potter, quizá sea
necesario poner al lector en antecedentes. Detrás de una película tan
inesperada en la carrera del director de “Hostel” (2005) como “La casa del
reloj en la pared” hay, en realidad, un tributo a la memoria sentimental que
viene de mucho más lejos: Roth nació un año antes de que el escritor John
Bellairs debutase, tras transitar los registros de la literatura de humor y la
fantasía, en el ámbito de la novela de terror para adolescentes con la primera
aventura del huérfano Lewis Barnavelt. El minucioso, sofisticado y decadentista
Edward Gorey fue escogido como portadista e ilustrador de esa obra que abriría
una larga y fructífera relación profesional entre el artista y el escritor, que
nunca llegaron a conocerse pese a la palpable afinidad de sus imaginarios.
Frente a las populares aventuras de “Los Tres Investigadores”, de Robert
Arthur, Jr., que, anticipando el patrón de Scooby-Doo trataban lo sobrenatural
siempre como representación e impostura, los trabajos de Bellairs y Gorey no
domesticaban las vetas de terror e irracionalidad que heredaban de la tradición
gótica. En definitiva, “La casa del reloj en la pared” era literatura juvenil
que creía, sin subterfugios ni medias tintas, en fantasmas, muertos vivientes,
hechizos y casas embrujadas.
Es posible que Roth se criara con las novelas de
Bellairs, como sin duda debieron de hacerlo Tim Burton, Lemony Snicket (Daniel
Handler) y J. K. Rowling, cuyo empeño en sobreexplotar sus respectivas
educaciones sentimentales tiene el indeseado efecto de hacer que esta
reivindicación de las fuentes parezca la redundancia que no es. Con sus
vitrales mudables, sofás vivientes, calabazas feroces y magos resurrectos y con
un reparto que incluye a Jack Back como Pedro por su casa y a una Cate
Blanchett sinuosa como gata de Angora, la película revela a un Roth a ratos
titubeante como director de cine familiar, aunque la originalidad de la
historia compensa sus episódicas caídas de energía. No Recomendada.
Smallfoot. (USA, 2018). Dir. Karey
Kirkpatrick & Jason Reisig.
Película de animación donde se da un giro a la leyenda de
Bigfoot cuando un Yeti joven y listo se encuentra con algo que pensaba que no
existía: un ser humano.
Creado hace tan solo cinco años, el sello Warner
Animation Group es la división de Warner Bros responsable hasta la fecha, de
cinco películas animadas. “The Lego Movie” (2014) y “The Lego Batman Movie”
(2017) son sin duda sus películas más celebradas en términos de recepción,
dejando “Gaviotas” (2016) y “The Lego Ninjago Movie” (2017) ligeramente por
detrás. Ahora, es el turno de “Smallfoot”.
“Smallfoot” plantea un curioso oxímoron: es una película
extremadamente ambiciosa y al mismo tiempo, enteramente predecible y
conformista. Todo, absolutamente todo lo que aparece en la cinta se ha hecho
ya. La historia de un yeti que descubre la existencia de humanos y se enfrenta
a todo su pueblo para demostrar su honestidad podría ser la de unos monstruos
que descubren que la risa de los niños es más poderosa que sus gritos. Su
azucaradísima animación, histérica y rodeada de incontables secundarios (al
salir no se acordarán del nombre de ninguno de los personajes) es si acaso un
paso más de lo que ya nos propuso la trilogía de Hotel Transilvania.
Pero una vez sedimentan sus obviedades, “Smallfoot”
edifica sobre esta acumulación con auténtico esfuerzo. Los más pequeños se lo
pasarán en grande, sin duda. Para ello cuentan con un mensaje sentido y de
fácil calado, numerosos y efectivos gags visuales y varios números musicales
producidos con mimo y sin dejar nada al azar. El rap del Chojin sobre la
auténtica historia de los Yetis quedará como la satisfacción más improbable del
cine de animación infantil en 2018. No Recomendada.
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