viernes, 17 de noviembre de 2017

Los estrenos en Sevilla de 17-11-2017



6 películas se estrenan el 17 de noviembre de 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Los seis estrenos presentan nacionalidades distintas. Una cinta es española, otra estadounidense, otra británica, otra francesa, otra húngara y otra japonesa. Se queda sin editar en nuestra ciudad la película colombiana “Los nadie” (Juan Sebastián Mesa, 2016), el thriller finlandés presente en la sección oficial del Festival de San Sebastián 2017 “Medidas extremas” (Baltasar Kormákur, 2017) y el documental español sobre cuidados paliativos “Los demás días” (Carlos Agulló, 2017). Demasiadas películas se han quedado en el tintero esta semana sin ver su estreno en Sevilla. De lo estrenado, pasamos a comentar.  


El autor. (España, 2017). Dir. Manuel Martín Cuenca.
Sección Oficial del Festival de San Sebastián 2017.
Manuel Martín Cuenca ha constituido todo un soplo de aire fresco, cargado de ironía y de salvajismo hábilmente vestido. Ya nos había deslumbrado con su inmediatamente anterior «Caníbal». Aquí tenemos, apoyado en un excelente actor como es Javier Rodríguez, un frustrado y engañado por su esposa, convertida en escritora de éxito. Él quiere ser autor literario también y para ello, en el edificio donde vive, espía a sus vecinos, se lía con la chismosa portera, miente, etc. Con gran habilidad el director construye un buen producto con mucho ritmo y con el acierto de que el malvado nos caiga bien. Película muy recomendable, que además está dedicada a la memoria de Josechu Moreno. Recomendada.


Jupiter´s moon. (Hungría, 2017). Dir. Kornél Mundruczó.  
Premio a Mejor Película y Mejores Efectos Especiales en el Festival de Sitges 2017.
5ª película que se estrena en nuestra ciudad de la Sección Oficial del Festival de Cannes 2017.  
Hay que reconocerle al director húngaro Kornél Mundruczó su tremenda valentía, rayana en la temeridad, porque hay que ser muy valiente, o muy inconsciente, o las dos cosas a la vez, para atreverse a poner en pie una película tan arriesgada y ambiciosa como ésta, tanto en su fondo como en su forma. Dicho esto, el resultado, que al final es lo que cuenta, comparece tan interesante como discutible. Interesante especialmente en lo que refiere a la puesta en escena, basada en largos planos secuencia, muy dinámicos y nerviosos, generalmente muy bien coreografiados, y que alcanza el nivel de excelencia en dos escenas muy concretas: el momento en que los refugiados cruzan la frontera, seis minutos vibrantes de quitar el aliento, y en una persecución de coches digna de figurar en todas las antologías.
Los efectos especiales también son de notable alto. Respecto al fondo, es otro cantar. La película pretende ser una parábola que abarca infinidad de asuntos: desde una explícita denuncia de la insolidaridad europea con los refugiados de otros países (que es el tema central) hasta un análisis de la corrupción policial y del sistema, de la violencia o de la sanidad pública, ribeteado con una buena dosis de componentes místicos y con la búsqueda de la redención personal como telón de fondo. Demasiada ambición, que hace que a veces la cosa se convierta en un totum revolutum complicado de digerir y que al filme le resulte en muchas ocasiones más difícil volar que a su propio protagonista. Recomendada.


Hacia la luz. (Japón, 2017). Dir. Naomi Kawase.
6ª película que se estrena en nuestra ciudad de la Sección Oficial del Festival de Cannes 2017. 
Largometraje que reflexiona sobre el pulso entre palabras e imágenes a través de la relación entre una redactora de audiocomentarios para invidentes y un pintor que va perdiendo progresivamente su visión. La película reclama su singularidad desde la misma elección de la especialidad profesional de su protagonista: es difícil que un espectador sin discapacidad visual se haya preguntado alguna vez por el oficio de quien escribe los audiocomentarios en las ediciones domésticas de las películas. Y no digamos por las sutilezas y exigencias que conlleva esa labor y que, en “Hacia la luz”, se traducen en finísimos diálogos, auténticas lecciones magistrales de análisis fílmico, sobre la necesidad de que las palabras habiliten un margen a la imaginación del receptor.
Kawase toma aquí la arriesgada decisión formal de renunciar a las armónicas relaciones entre cuerpo y paisaje que definían anteriores trabajos como “El bosque del luto” (2007) o “Aguas tranquilas” (2014). Su cámara se acerca a los rostros y privilegia la luz del crepúsculo traduciendo en pertinente estilo la lucha de sus personajes por no perder la belleza del mundo. Recomendada.


Liga de la justicia. (USA, 2017). Dir. Zack Snyder.
Los futboleros saben bien que para que un duelo resulte memorable es imprescindible que el rival tenga entidad, que no basta con juntar a un puñado de figurones y arrasar en el campeonato, que sin antagonista no hay verdadero protagonismo ni heroísmo. Sin embargo, los responsables de “Liga de la justicia”, película de Zack Snyder basada en las viñetas de DC Comics, se olvidaron de ir a clase aquel día, y enfrentan al grupo de estrellas de la casa —Batman, Wonder Woman, Aquaman, Superman, Cyborg y The Flash— con uno de los villanos más inanes y ridículos del reciente cine de superhéroes: Steppenwolf.
Quizá en los tebeos de DC tuviera mayor entidad, pero en la película de Snyder, con esa imagen digital que lo acerca mucho más a la animación que a la imagen real, y el ya cansino y penoso recurso de la voz distorsionada para fomentar la maldad, Steppenwolf, cuyas perversas intenciones —¿coleccionar cajas para acabar con el mundo?— ni siquiera están bien narradas, es la primera piedra hacia el desastre de una película que solo se aguanta por la presencia de Ben Affleck, aunque únicamente cuando no va disfrazado de Batman, los toques de humor de Ezra Miller como The Flash, la belleza de Gal Gadot y Henry Cavill, y el habitual buen gusto de Snyder para la selección musical y la composición de secuencias asentadas en el ritmo de las canciones y el ralentí de las imágenes. Un relato inspirado en la estructura y esencia argumental de “Los siete samuráis”, de Akira Kurosawa —aunque aquí sean solo seis—, sin entidad en las secuencias de acción, y que acaba creando más desasosiego con el apocalíptico y fugaz cartel de un mendigo, ese fantástico “lo intenté”, que con su insignificante villano.
Sin la frescura de “Wonder Woman” (Patty Jenkins, 2017), sobre todo en las secuencias bélicas no ambientadas en la horrenda Isla Paraíso, aunque en un tono menos grave que “Batman v. Superman: El amanecer de la justicia” (Snyder, 2016), “Liga de la justicia” es una prueba de cargo más para los detractores de la excesiva ola de cine superheroico. No Recomendada.


Una razón para vivir. (Reino Unido, 2017). Dir. Andy Serkis.
Charlie Chaplin atribuía a las posibilidades del lenguaje cinematográfico su liberación de esa tiranía de exagerar el gesto que había condicionado su carrera previa en los teatros de variedades. Andy Serkis, gran estrella de la técnica digital de captura de movimiento –suyos han sido el Gollum de la saga de “El Señor de los Anillos”, el “King Kong” de Peter Jackson y el César de la nueva trilogía de “El Planeta de los Simios”-, quizá podría argumentar todo lo contrario: la argucia tecnológica que le ha llevado a la fama parece inspirar un nuevo modelo de sobreactuación gestual, orientada a afirmar la presencia de un actor de carne y hueso bajo la imagen de síntesis. Serkis no ha podido escoger un material de partida más alejado, en apariencia, de sus especialidades como actor –un académico biopic de autosuperación personal, con abundantes estímulos para la lágrima-, pero, de alguna manera, en “Una razón para vivir” se filtra una tendencia al exceso dramatúrgico que delata su autoría.
La película documenta el viacrucis del joven comerciante de té Robin Cavendish que, tras contraer la polio a los 28 años de edad, decidió no sólo no asumir su diagnóstico como sentencia inapelable, sino luchar por mejorar sus condiciones de vida y las de otros pacientes en su condición. Subordinado de por vida a la ventilación mecánica, Cavendish vivió hasta los 64 años frente al pasmo de una comunidad médica que, en su momento, no le había augurado ni tres meses de vida. En su piel, un Andrew Garfield con el rostro como único elemento expresivo se ve, en el fondo, tan obligado como Serkis en sus trabajos de captura de movimiento a forzar su gestualidad para construir un carácter dentro de este ejercicio hecho con tiralíneas que encierra una vida ejemplar en una fórmula. No Recomendada.


Con los brazos abiertos. (Francia, 2017). Dir. Philippe de Chauveron.  
La carrera de Philippe de Chauveron demuestra que un objeto tan inocuo como una comedia popular puede estar cargado por el diablo. Su intento de cocinar un humor políticamente incorrecto al gusto del gran público en “Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?” (2014) sedujo a doce millones de espectadores, pero también demostró lo cerca que pueden estar determinados registros cómicos de una imprudente normalización de los lenguajes de la ofensa. Lo suyo era racismo para las masas. Las alarmas vuelven a saltar en “Con los brazos abiertos”, película que ha irritado a un cineasta comprometido como Tony Gatlif y a diversas asociaciones vinculadas a las reivindicaciones sociales de la comunidad romaní. 
En la película, un político progresista pero burgués comete la imprudencia, en pleno debate televisivo, de ofrecer su casa como refugio para los desfavorecidos. Esa misma noche, una familia romaní llamará a su puerta. En la premisa había la posibilidad de una sátira de alto calado en torno a la hipocresía política de izquierdas que, en su día, podría haber inspirado una historieta de Gerard Lauzier de su serie “Las cosas de la vida”. No obstante, la decisión de Chauveron de convertir al patriarca romaní en un bobo bruto y entrañable revela la condescendencia de la mirada en acción. Al director no le falta coherencia: “Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?” y “Con los brazos abiertos” dejan claro que su especialidad es la de considerar a los Otros como metralla ridícula para cuestionar amablemente a los integrados. No Recomendada.

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