Título original: La patota. Dirección: Santiago MItre. País: Argentina. Año: 2015. Duración: 103 min. Género: Drama, Thriller. Guión: Mariano Llinás y Santiago Mitre, basado en una historia
de Eduardo Borrás). Producción: Agustina Llambi-Campbell, Fernando Brom, Santiago
Mitre, Lita Stantic, Axel Kuschevatzky y Walter Salles. Música: Nicolás Varchausky. Sonido: Santiago Fumagalli, Federico Esquerro y Edson Secco.
Dirección
artística: Micaela
Saiegh. Diseño
de vestuario: Florencia
Caliguri y Carolina Sosa Loyola. Fotografía: Gustavo Biazzi. Montaje: Delfina Castagnino, Leandro Aste y Joana Collier. Estreno en España: 27 noviembre 2015.
Intérpretes: Dolores Fonzi (Paulina), Oscar Martínez (Fernando), Esteban
Lamothe (Alberto), Cristian Salguero (Ciro), Walter Casco (Mellizo), Verónica
Llinás y Laura López Moyano.
Sinopsis:
Paulina, 28 años, decide dejar de lado una brillante carrera como abogada
en Buenos Aires para dedicarse al activismo social en una zona situada entre
Argentina, Paraguay y Brasil. Tras la segunda semana de trabajo, es
interceptada y atacada por una patota.
Dolores Fonzi es "Paulina" |
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Segunda película de Santiago Mitre tras “El Estudiante”, es un thriller
social que explora a personajes conectados a un acto violento, tanto víctimas
como autores, y examina la forma en que esta violencia hace nacer diferentes
ideas de la justicia. A través de los ojos de un padre y su hija, juez-abogada,
hombre-mujer, la película explora en las ideas de la justicia, la marginalidad,
la violencia de género, la clase social y el perdón planteando preguntas como
¿hasta dónde pueden llegar las convicciones sociales?. Interpretada
magistralmente por la actriz argentina Dolores Fonzi, es un personaje que cree
con firmeza, reflexiona y sabe por qué hace lo que hace. Una película que en
palabras de su director “nos obliga a completarla a la salida del cine” y reflexionar
sobre cómo respetar las decisiones con las que no estamos de acuerdo.
“Paulina” participó en la Sección Horizontes Latinos del último Festival
de San Sebastián donde alcanzó el premio Horizontes, el premio “Otra mirada” de
TVE y el Premio de la Juventud, siendo de esta manera la película más premiada
de todo el Festival. Estos galardones se suman a los ya obtenidos en Cannes
donde cosechó el premio a la mejor película de la Semana de la Crítica y el
premio al mejor filme de todas las secciones paralelas otorgado por la crítica
internacional.
En 1960, el realizador Daniel Tinayre presentó una película llamada La
patota, que también fue exhibida bajo el nombre de Ultraje. Más de 50 años
después, Santiago Mitre vuelve a llevar a la gran pantalla el guion de Eduardo
Borrás y, a pesar de ser también su título original La patota, se ha presentado
al mundo como Paulina. Ese término (patota) que ambas películas han evitado
fuera de Argentina, probablemente por miedo a no ser entendido por el público
foráneo, sirve para designar a un grupo de personas, jóvenes por lo general,
que “suele darse a provocaciones, desmanes y abusos en lugares públicos”
(palabras de la RAE). En ambas películas es esta pandilla, alumnos de la
protagonista en el instituto en el que ejerce de profesora, los que bajo su
condición de secundarios provocan el punto de inflexión que condicionará toda
la película.
Fotograma de "Paulina" |
En palabras del propio Santiago Mitre durante la presentación de Paulina
en el Festival de San Sebastián, la diferencia entre esta adaptación y su
precedente es dónde se coloca el foco de importancia. Es decir, mientras en “La
patota” (Ultraje, 1960) se habla de un suceso, en “La patota” (Paulina, 2015)
se profundiza en su fémina protagonista. Es por eso que la película acaba y
empieza con un largo e íntimo primer plano de Dolores Fonzi. Huelga decirlo, el
suceso al que nos referíamos (la violación de la joven profesora por parte de
uno de los chicos del pueblo) será un momento importantísimo en la adaptación
de Mitre, que desde ese instante divagará entre las decisiones de una mujer con
demasiados condicionantes ideológicos y sociales y la búsqueda de la verdadera
justicia. Este drama argentino, elegante en forma e impactante en contenido,
encuentra así su propia personalidad respecto a lo ya existente y construye un
film que da para muchas discusiones.
Como afirma Mireia Mullor, hay una serie de elementos que definen a la
perfección “Paulina”. El primero es la violencia. El segundo, y relacionado con
el primero, es la posesión. En una de las escenas del film, durante una clase
con sus alumnos, Paulina reparte una serie de artículos extraídos de la Carta
de Derechos Humanos. Una de las chicas de la clase lee el que le ha tocado, que
no es otro que el referente a la esclavitud y los tratos inhumanos. Aquí se
vaticina lo que el film persigue: reflexionar sobre la violencia hacia las
mujeres (nacida de la creencia de que son pertenencia de alguien) y la
violencia hacia los pobres y los marginados sociales. En definitiva, la
violencia del sistema respecto a sus participantes. Esta conclusión se prueba
injusta durante esa misma escena, cuando la profesora afirma que las
instituciones han de estar al servicio de los ciudadanos, y no al revés, algo
que parece obvio pero que por momentos parecemos olvidar. Es en esta elocuente
secuencia se despliegan las líneas políticas y sociales del film que poco a
poco se irán desarrollando hasta crear un argumento complejo en el que las
críticas a los prejuicios y el egoísmo están latentes.
Fotograma de "Paulina" |
El último elemento, y de lejos el más importante, es la creación del personaje
de Paulina, complejo a más no poder. Tanto sus decisiones como sus emociones
contenidas, las expresiones de absoluta sobriedad de Fonzi ante el horror, son
terriblemente fascinantes. Puedes enfadarte por no comprenderla, o pensar que
está tomando las decisiones incorrectas, pero su determinación es admirable.
Mitre, en su parte como director, ayuda a comprender al personaje lo más
posible y, esto es lo importante, la acompaña en un via crucis hacia la
búsqueda de la verdad. Y ya que hablamos en términos católicos, la bondad de
Paulina y su intención de ayudar a los sectores más marginales sin pensar en
las consecuencias recuerdan a aquella Viridiana (Luis Buñuel, 1961), de título
también nombre de mujer, en que una consabida beata ve frustrada su solidaridad
con los pobres cuando estos la asaltan y destrozan lo ofrecido. Ambas coinciden
en el castigo a su protagonista por su demasiado bienintencionada solidaridad.
Aun así, las razones que cada una de ellas tiene por bandera son radicalmente
diferentes. Mientras que Viridiana caminaba bajo la guía de Dios, Paulina se
mueve por sus convicciones políticas, más cercanas a la izquierda. Abogada de
profesión en Buenos Aires y de vida bien estructurada, Paulina representa a la
eterna rebelde acomodada que acepta dar clases de maestra en un entorno rural,
mal pagado y por debajo de su capacidad profesional solo por demostrar a su
entorno los muchos ideales que tiene. Solidaridad y compromiso, promulga ella.
Estupidez, responde su padre. En este sentido, se aprecia en las decisiones de
la protagonista, que no son pocas y polémicas, un deseo acérrimo de llevar la
contraria a su padre. Este y otros factores componen un personaje digno de
análisis, cuya ideología y entorno la mueven entre la incomprensión y la total
falta de sensatez.
Paulina tiene esa capacidad para atraer, para enganchar, para provocar
las más interesantes reflexiones sobre su forma y contenido. Santiago Mitre se
sirve de las perspectivas diferentes para una misma escena, de los planos
largos e hirientes, de la cercanía de su cámara a ese remolino de sensaciones
que es la cara de Dolores Fonzi, que promete y mucho.
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