Título original: El clan. Dirección: Pablo Trapero. País: Argentina y España. Año: 2015. Duración: 108 min. Género: Thriller. Guión: Julián Loyola, Esteban Student y Pablo Trapero. Producción: Agustin y Pedro Almodóvar, Esther García, Matías Mosteirín,
Hugo Sigman y Pablo Trapero. Música: Sebastián Escofet. Fotografía: Julián Apezteguia. Montaje: Alejandro Carrillo y Pablo Trapero. Estreno en España: 13 noviembre 2015.
Intérpretes: Guillermo Francella (Arquímedes Puccio), Peter
Lanzani (Alejandro Puccio), Gastón Cocchiarale (Daniel «Maguila» Puccio), Giselle
Motta (Silvia Puccio), Franco Masini (Guillermo Puccio), Antonia Bengoechea (Adriana
Puccio), Lili Popovich (Epifanía Puccio), Gabo Correa e Inés Popovich.
Sinopsis:
La historia se basa en el caso policial del Clan Puccio, que conmocionó a
la sociedad argentina a principios de los 80. Tras la aparente normalidad de
los Puccio se oculta un siniestro clan dedicado al secuestro y al asesinato.
Arquímedes, el patriarca, lidera y planifica las operaciones. Alejandro, el
hijo mayor, estrella de un club de rugby, se sirve de su popularidad para no
levantar sospechas. Los demás miembros de la familia son cómplices en mayor o
menor grado de los crímenes del clan y viven de los beneficios obtenidos de los
rescates que pagan los familiares de los secuestrados.
Fotograma de "El clan" |
Comentarios:
Pablo Trapero se llevó el León de Plata al Mejor Director en el pasado
Festival Internacional de Venecia. El
realizador de “Leonera” (2008) y “Elefante blanco” (2012) se lanza en esta
ocasión con una historia basada en hechos reales, ambientada en los años 80. La
crítica ha tratado bastante bien a este nuevo filme de Trapero, llenándolo de
elogios, sin ir más lejos el crítico Luis Martínez nos habla de la normalidad,
algo tan difícil de filmar.
La normalidad es la forma, probablemente patológica, que tiene la
mediocridad de imponerse, de marcar las normas. Pero no sólo eso, lo normal nos
define, nos tranquiliza y, sobre todo, nos hace ser lo que somos. Para bien y,
como siempre, para mal. Al fin y al cabo, lo natural (otra forma más
contundente de definir el término medio) excluye al diferente, al raro o, ya
que estamos enfangados en ello, al extranjero.
'El clan', de Pablo Trapero, trata de eso: de los límites que definen la
zona estable de una sociedad de provecho. Digamos que la película cuenta un
episodio de la crónica negra bonaerense pretendidamente extraño, por
extraordinario, que conmovió los cimientos de todo lo que se mantiene en pie.
En la Argentina de los años 80, la familia Puccio se dedicó con la mayor
"naturalidad" del mundo a secuestrar, torturar y finalmente asesinar.
Era su medio de vida.
Ahora, borren todos los lugares comunes sobre el asunto. No eran una
nueva versión de los Dalton ni muchos menos de Ma Baker y sus polluelos. No
eran, para entendernos, criminales. Nótese que no decimos que no parecían
maleantes; la carga de la prueba está en el verbo ser. Repetimos: no lo eran.
Gozaban de la protección de la policía. Afincados en el barrio bien de la
capital, existían perfectamente integrados como padres de familia ejemplares,
jugadores de rugby de prestigio (el hijo) o maestras con una contrastada
devoción por la infancia (la madre). Eran, ya se ha dicho, normales,
patológicamente normales.
Pablo Trapero convierte este suceso emblemático, turbador y cruel en un
perfecto mirador desde el que contemplar la sociedad de su tiempo. Y más allá.
¿Qué tuvo que pasar para que los Puccio vivieran con la mayor tranquilidad, sin
remordimientos, una forma de vida tan peculiar, digámoslo así? Por aquel
entonces, el país se despertaba de una agria pesadilla de 9.000 desaparecidos.
Y ahí, en el pozo negro de la aberración, empiezan a aparecer las explicaciones
y, en efecto, los cadáveres.
Con este punto de partida, Trapero se las arregla para confeccionar un
'thriller' con vocación de algo más. De repente, por las grietas de la
narración aparece la fría constancia de la culpabilidad colectiva. La misma
sociedad que amparó, miró a para otro lado y, directamente, colaboró en uno de
los mayores horrores del siglo transformó los patrones de lo evidente. Puccio
lo entendió a la perfección y obró en consecuencia.
'El clan', producida por los hermanos Almodóvar y que viene de batir
todos los récords de taquilla en su país, se ofrece de forma modesta como una
cinta de género. Lejos de plantearse como lección moral, Trapero opta por el
escalofrío que provoca la mirada transparente de un Guillermo Francella del
tamaño exacto de los gigantes. Y se agradece. Lo que importa es la fiebre de la
narración, la sensación de náusea, el miedo.
Bien es cierto que, por momentos, la modestia, por así decirlo, del
planteamiento juega en contra. Todo suena y parece demasiado argentino. Y no.
Si miramos de cerca, pocas sociedades se han librado del síndrome perverso de
la normalidad. Piensen en la gangrena del terrorismo en el norte del país que
pisan o, más lejos, en cualquier de las formas, matizadas o no tanto, de
totalitarismo. Cuando la negación del otro hasta su aniquilamiento adquiere la
textura dulce y cálida de lo habitual, de lo aceptable, de lo
nacional-católico, ya no hay remedio. Estamos condenados. Quizá la historia
habría necesitado más pausa hasta hacer coincidir la mirada del protagonista
con el gesto de conformidad del mismísimo patio de butacas.
Sea como sea, lo que queda es una efectiva e inmisericorde bofetada, una
advertencia contra la evidencia del lugar común. Al fin y al cabo, el patriarca
del clan no hizo nada que no hiciera antes cualquier europeo (no sólo alemán)
que permitió atrocidades mayores: ver como natural la peor de las enfermedades:
la del silencio. Hay más Puccio de los que parecen. Normal.
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