Título
original: Way Down East. Dirección: David
W. Griffith. País: USA. Año: 1920. Duración: 165 min. Género:
Drama, Cine Mudo
Guión: Anthony P. Kelly, D.W.
Griffith (no acreditado) (adapta el drama teatral "Way Down East", de
Joseph R. Grismer y William A. Brady, basado en la pieza teatral "Annie
Laurie" (1898), de Lottie Blair Parker). Música: Louis Silvers. Fotografía:
Billy Bitzer, Charles Downs, Hendrik Sartov. Montaje: James Smith, Rose
Smith. Vestuario: Lucy Duff-Gordon. Producción: David W. Griffith.
Fecha del estreno: 3 Septiembre 1920 (USA).
Reparto:
Lillian Gish, Richard Barthelmess, Lowell
Sherman, Burr McIntosh, Kate Bruce, Mary Hay, Creighton Hale, Emily Fitzroy,
Porter Strong.
Sinopsis:
Anna Moore es una joven
que va a visitar a su acaudalada tía de Boston para que ayude a su familia a
salir de la pobreza, pero una vez allí un hombre rico la engaña con un
matrimonio falso para aprovecharse de ella. Cuando Anna se queda embarazada es
abandonada a su suerte.
Comentarios:
Nadie puede negar hoy día
que David W. Griffith es uno de los directores más importantes de la historia
del cine, y que su contribución a la creación del lenguaje fílmico fue
absolutamente esencial. Pero eso no quita que algunas películas – o, mejor
dicho, algunos aspectos de sus películas – no han soportado muy bien el paso
del tiempo, al menos en lo que se refiere al contenido. Este argumento puede
justificarse por el mismo hecho de que la carrera de Griffith cayera en
decadencia en los años 20 después de haber sido ni más ni menos que el director
más importante del mundo. Y si bien es cierto que su caída en desgracia vino
determinada también por otros factores ajenos a su obra, el creciente
desinterés del público de entonces hacia sus nuevas películas resulta
sintomático.
Griffith había basado su
obra en una serie de premisas e influencias que le fueron de mucha ayuda a la
hora de consolidar el cine como medio para contar historias complejas: la
novela de Dickens, el melodrama burgués, el teatro, etc. Sin embargo, una vez
dio el salto completo al largometraje, uno puede notar que esa insistencia en
volver a los mismos temas y tópicos estaba empezando a dar lugar a obras algo
fuera de lugar. En mi opinión ese gusto por temas tan anclados en la ideología
victoriana por entonces pasada de moda junto a cierta pomposidad o
grandilocuencia en la forma le acabaron pasando factura a nivel de calidad. Por
ejemplo, en el caso de “Las dos tormentas” Griffith nos ofrece al inicio del
film una serie de rótulos que dicen grandes cosas sobre el Hombre y la Mujer y
su relación a lo largo de los tiempos que sinceramente sigo sin ver del todo
claro a cuento de qué vienen. Ese tratamiento sumado a la consabida historia de
joven inocente y virginal que pierde su honra engañada por un seductor hacen de
“Las dos tormentas” un producto potencialmente poco atractivo hoy en día
respecto a otras películas de la época (de hecho ya entonces la obra original
se consideraba absolutamente anticuada, por ello cuando Griffith pagó sus
carísimos derechos para adaptarla al cine muchos lo tomaron por loco).
No obstante, tampoco
pretendo con esta introducción ser excesivamente crítico con la presente
película ya que, de hecho, considero “Las dos tormentas” un buen trabajo, y a
nivel comercial fue uno de los mayores éxitos de la carrera de Griffith.
Simplemente quiero exponer ya de entrada un rasgo del film que acabó
convirtiéndose en un handicap que luego influyó en la decaída de la carrera de
Griffith.
La protagonista del film
es Anna, encarnada por Lillian Gish, una de las actrices predilectas del
director en su clásico papel de joven inocente, pura y virginal. Encarna a una
muchacha empobrecida que es animada por su madre a visitar a sus tíos ricos con
la esperanza de que les ayuden económicamente. El plan no resultará, pero a
cambio conocerá a Lennox, un acaudalado mujeriego que la seduce y engaña con
una boda falsa. Una vez se cansa de Anna, Lennox la abandona embarazada a su
suerte.
Un tiempo después Anna se
ve sola en el mundo (ha perdido a su madre y su hijo) buscando un trabajo para
subsistir. Lo encontrará en la granja regentada por Squire Bartlett, quien la
contrata desconociendo su pasado. Su hijo David se enamora enseguida de Anna,
pero ésta le rechaza porque su pasado no la hace digna de casarse con ningún
hombre. Para complicar más su situación, Lennox resulta ser un vecino de la
granja Bartlett e intentará convencerla para que abandone su trabajo al serle
una molestia tenerla tan cerca.
Ciertamente a los
conocedores de la obra de Griffith les será más que familiar el argumento
melodramático de “Las dos tormentas”. No obstante, ello no constituye el
principal impedimento para disfrutar del film, sobriamente dirigido con
profesionalidad y con una Lillian Gish que como es de esperar hace totalmente
suyo ese tipo de papel que tan bien conocía. El problema para mí reside sobre
todo en la peculiar combinación de melodrama y humor. Y es que el film está
poblado de pequeños personajes humorísticos casi deudores del slapstick que
crean una visión paródica de la América pueblerina cristiana y bienpensante. La
combinación entre melodrama y humor no tendría por qué ser contraproducente
(véase “El Chico”, de Chaplin, estrenada solo un año después), pero en este
caso creo que Griffith no acaba de encontrar el tono de humor adecuado para su
historia. Los personajes secundarios tienen unos rasgos tan cómicos que se
hacen casi imposibles de tomar en serio y los gags resultan algo burdos. El
contraste de este tipo de situaciones con el melodrama de Anna basado en la
pérdida de su inocencia y su caída en desgracia resulta algo chocante.
Mucho mejor es en cambio
el tramo final de suspense en que Anna escapa en mitad de una terrible tormenta
de nieve. Dicha escena no sólo es la más llamativa de la película sino que, el
rodaje de la misma en exteriores naturales, ya forma parte de la historia del
cine. En cualquier artículo que se recuerden rodajes accidentados siempre habrá
una referencia a la filmación del final de “Las dos tormentas”, durante la cual
el equipo y, especialmente, Lillian Gish, tuvieron que soportar las frías
temperaturas durante horas. En el caso de la actriz, incluso sufrió algunas
secuelas de importancia: como consecuencia de mantener su mano derecha
sumergida en el agua congelada tantos minutos ésta le quedó afectada durante el
resto de su vida.
Pero más allá de las
anécdotas conocidas, la escena destaca por su magnífica factura visual. Muy
pocos directores de la época crearon clímax visuales como éste en que se
aprovecha de tal manera la naturaleza como elemento dramático, con la excepción
de la escuela sueca (Victor Sjöstrom, Mauritz Stiller) que probablemente fue la
principal influencia de Griffith.
Pese a ciertos aspectos
que la hacen algo desigual y ese tono y contenido algo anticuados, “Las dos tormentas”
ha acabado siendo una de las obras más recordadas de Griffith y está
considerada una de las mejores. Yo personalmente sigo prefiriendo la preciosa “Lirios
rotos” (1919) ya que disfruto más de ese melodrama más tierno y sencillo
que de su faceta grandilocuente, pero no cabe duda de su calidad. Con la
perspectiva que tenemos hoy día podemos considerar “Las dos tormentas”
como una de las últimas obras de Griffith en que los temas y personajes más
típicamente victorianos y su estilo clásico encajaron con los gustos del
público. (Guillermo Triguero)
Recomendada.
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