El pianista y compositor Ryuichi Sakamoto, el músico
japonés más internacional e influyente del último medio siglo, lega para la historia la fundación de la originalísima
Yellow Magic Orchestra y una abrumadora colección de bandas sonoras, desde la
almodovariana Tacones lejanos a El último emperador, que le valió
el Oscar de 1988; aunque ninguna tan tarareable e icónica como Feliz
Navidad, Mr. Lawrence, que en 1983 también le sirvió para debutar como
actor y protagonizar un inolvidable beso con su amigo David Bowie.
Nacido
el 17 de enero de 1952, el tokiota Sakamoto era un superdotado de libro, capaz
de tocar el piano desde los tres años o de comprender casi cualquier
conversación en español y otros idiomas que no había estudiado o practicado
jamás. Se interesó por el jazz desde los años de instituto, pero la primera
gran conmoción se la produjo en los años setenta la música de los alemanes
Kraftwerk, que le condujo a su pasión por la electrónica, muy presente en el
ideario de aquella Yellow Magic Orchestra que compartió desde finales de la
década con Yukijiro Takahashi y Haruomi Hosono. Pero los recurrentes números 1
de la YMO en Japón y su rápida proyección mundial (Computer Game, que bromeaba
con los soniquetes de los primeros videojuegos, triunfó en 1980 en los clubes
británicos) no le privaron de expandirse también en solitario, con discos de
pop refinado (Thousand Knives of Ryuichi Sakamoto, 1978) o inesperadas
incursiones en el electro-funk (B-2 Unit, 1980).
Eclecticismo
era la palabra que mejor definía ya desde entonces el imaginario creativo de
Sakamoto, demasiado inquieto como para no resultar inabarcable en sus
intereses. Aunque la llegada de su inolvidable música para Mr. Lawrence le
asoció al minimalismo, y como tal pueden adscribirse otras de sus partituras
cinematográficas, su proximidad a David Sylvian también le acercó a ese pop
intelectual y refinado que desarrolló a través de alianzas siempre múltiples y
de alto perfil: Bootsy Collins, Iggy Pop, Robbie Robertson (The Band) o aquella
insólita aproximación al We Love You, de The Rolling Stones, de la mano
de Brian Wilson (The Beach Boys) y Robert Wyatt para el álbum Beauty (1989).
Mientras
tanto, el beso con Bowie le convirtió en un referente mundial para la comunidad
LGTBI, una circunstancia que exhibía con indisimulado orgullo (“¿A quién se le
ocurre, a estas alturas, limitar por ley la vida privada de las personas?”, se
preguntaba en noviembre de 2009 en un encuentro con el diario El País) y
que apuntaló a partir de su aproximación a Pedro Almodóvar, con quien
experimentó “la maravillosa locura de la noche madrileña”. Fue en aquellos
primeros noventa en los que confluyeron la banda sonora de El cielo
protector (1990), ganadora del Globo de Oro; la música inaugural de los
Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 o el elepé Heartbeat (1991), que
reincidía en la fórmula de los invitados ilustres, de Youssou N’Dour a Arto
Lindsay o su inseparable David Sylvian. Su pasión por las colaboraciones
también le llevaría a crear un disco de homenaje a Antonio Carlos Jobim junto
al chelista brasileño Jacques Morelenbaum, o a ahondar en su jovial fascinación
por la electrónica y la música experimental de la mano de discípulos como Alva
Noto, Fennesz. Taylor Deupree.
Los
médicos le dieron el primer serio aviso en 2014, cuando hubo de afrontar un
cáncer de laringe, durante cuyo tratamiento tuvo fuerzas de rubricar otra banda
sonora trascendental, la de El renacido. En 2017, async, su
primer elepé de material propio en ocho años, se recibió con el alborozo de la
salud recobrada. La segunda embestida de la enfermedad, esta vez localizada en
el recto, alcanzó la fase IV el verano pasado y persuadió al compositor a
concebir una especie de diario musical para sus últimos días. Así nació 12,
una colección de bocetos pianísticos mínimos, bellos y frágiles, titulados
simplemente con la fecha de su grabación doméstica y durante cuya ejecución se
escucha la respiración entrecortada del propio Sakamoto, como metáfora evidente
de la mortalidad.
“De
ahora en adelante, hasta que mi cuerpo se rinda, intentaré seguir con este tipo
de diario”, escribió a modo de colofón Sakamoto para el libreto de 12.
La miniatura más tardía de las 12 está fechada el 4 de abril de 2022, y solo el
tiempo dirá si el maestro tuvo tiempo y fuerzas de registrar algún esbozo
pianístico más. Su frase latina favorita, “Ars longa, vita brevis”, cobra hoy
todo su significado: la vida le fue breve a Ryuichi Sakamoto, pero a la
longevidad de su arte cuesta imaginarle límite.
Ryuichi
Sakamoto falleció el pasado 28 de marzo a los 71 años, aunque la noticia no se
dio a conocer hasta este 2 de abril, a través de una publicación en su cuenta
oficial de Twitter.
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