martes, 18 de septiembre de 2012

"Las tres luces" de Fritz Lang en DVD


Título original: Der müde Tod («La muerte cansada»). Producción: Decla-Bioscop. Productor: Erich Pommer. Dirección: Fritz Lang. Guión: Thea von Harbou y Fritz Lang. Fotografía: Erich Nilzschmann, Hermann Saalfrank y Fritz Arno Wagner, en blanco y negro. Montaje: Fritz Lang. Dirección artística: Robert Herlth, Walter Röhrig y Hermann Warm. Vestuario: Heinrich Umlauff. Intérpretes: Bernhard Goetzke, Lil Dagover, Walter Janssen, Hans Sternberg, Carl Rückert, Rudolf Klein-Rogge. Año de la producción: 1921. Nacionalidad: Alemania. Idiomas: muda con intertítulos. Duración original: 100 minutos.


         Una buena noticia para los aficionados al cine ha sido la edición en DVD en España de uno de los grandes filmes de Fritz Lang: “Las tres luces”, título en nuestro país del original alemán “Der müde Tod” (“La muerte cansada”), bastante más sugerente sin duda.  Distribuida por Suevia Films, la podéis encontrar en la colección “Los imprescindibles del cine mudo” de El Corte Inglés.  Se trata del excelente “transfer” realizado para el mundo anglosajón  por Feel Films con el título –más alejado aún del original– de “Destiny”, con escrupuloso respeto por la relación de aspecto original, una banda sonora hermosa y nada “invasiva”, y la sustitución de los intertítulos originales en alemán por unos intertítulos en inglés que reproducen, eso sí, la tipografía gótica del original de 1921 (ciertamente difícil de leer con rapidez).  La edición española se limita a añadir la subtitulación en español, aunque se enriquece con un bonito libreto de unas treinta páginas con fotogramas y comentarios sobre la película.



 

         Confieso que, por mi parte, llegué a “Las tres luces” rastreando la vida de Luis Buñuel, que relata en sus memorias cómo el visionado de la película de Lang, en el París de los años veinte, le produjo tal impacto que decidió abandonar el mundo del teatro y dedicarse profesionalmente al cine, cosa que hizo incorporándose de inmediato, en calidad de aprendiz, al equipo de Jean Epstein. Me informé del argumento y descubrí algunas anécdotas posteriores al estreno, como la compra de los derechos de la película por Douglas Fairbanks con objeto de “saquear” sus efectos especiales para “El ladrón de Bagdad”, entre ellos las “alfombras voladoras” (el propio Lang reconocería posteriormente que con unas mejoras técnicas y unos recursos económicos impensables para él en los estudios alemanes de la Decla-Bioscop).  Hasta que por fin me hice con una copia de la edición norteamericana y me di el inmenso gusto de ver esta cinta fresca y emocionante, estéticamente maravillosa y divinamente interpretada, en especial, por el imponente Bernhard Goetzke, en el papel de la “Muerte”.  




“Las tres luces” es una de las primeras películas que rodó Fritz Lang sobre un guión de su esposa Thea von Harbou, su estrecha colaboradora desde “La imagen errante” (“Das wandernde Bild”, 1920) hasta “El testamento del Dr. Mabuse” (“Das Testament des Dr. Mabuse”, 1933), y en el reparto cabe destacar, además de Bernard Goetzke, la presencia de Lil Dagover (la “Jane Olsen” de “El gabinete del Dr. Caligari”), aunque el “caligarismo” se manifiesta especialmente en la singular escenografía “expresionista” diseñada por el mismo equipo de la cinta de Robert Wiene: Hermann Warm, Robert Herlth y Walther Röhring. El argumento, profundamente “órfico”, nos presenta a una joven –no se nos dice su nombre– que consigue acceder al palacio de muros colosales que un Extranjero siniestro –la Muerte– ha levantado en la aldea y al que ha arrebatado, entre otras muchas almas, la de su prometido.  La Muerte, lejos de ser un demonio, se asemeja al protagonista de las "Páginas del libro de Satán" de Dreyer: es un personaje “cansado” de cumplir por mandato divino su terrible tarea, simbolizada por un mar infinito de velas que se consumen sin remedio en su presencia.  Sorprendida por el arrojo de la joven, que cree en la superioridad del amor sobre la muerte, le brinda la oportunidad de recuperar a su amado si consigue salvar de la extinción una al menos de las “tres luces” que pone ante sus ojos.  Ello supone solventar con éxito una de las tres historias de amor que habrá de vivir en otros tantos escenarios exóticos: Bagdad, el Carnaval de Venecia y la antigua China.

En definitiva, una película imprescindible para los amantes del cine mudo con la que se puede disfrutar una vez más de esa estética cinematográfica que, por muy escasos que fueran sus medios, marcó los años veinte de la República de Weimar y todavía hoy es capar de emocionar, en esta mezcla “langiana” de lirismo y folletín, con destellos de verdadera poesía.



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