Título original: Sunset Boulevard. Dirección: Billy Wilder. País: USA. Año: 1950. Duración: 110 min. Género: Drama, Cine Negro.
Guión: Charles Brackett, Billy Wilder, D.M. Marshman Jr. Fotografía: John F. Seitz (B&W). Música: Franz Waxman. Montaje: Doane Harrison, Arthur P. Schmidt. Vestuario: Edith Head. Producción: Charles Brackett (Paramount Pictures).
Oscar 1950 al Mejor Guión, Mejor Dirección Artística (B&W) y Mejor Banda Sonora Original (Drama). Globo de Oro a la Mejor Película (Drama).
Fecha del estreno: 29 Febrero 1952 (España)
Reparto: William Holden (Joe Grillis), Gloria Swanson (Norma Desmond), Erich von Stroheim (Max von Mayerling), Nancy Olson ( Betty Schaefer), Lloyd Gough (Marino), Jack Webb (Artie Green), Fred Clark (Sheldrake), Cecil B. DeMille, Buster Keaton, Anna Q. Nilsson, Hedda Hopper, H.B. Warner, Franklyn Farnum, Julia Faye, Ruth Clifford.
Sinopsis:
Joe Gillis es un joven escritor de segunda fila que, acosado por sus acreedores, se refugia casualmente en la mansión de Norma Desmond, antigua estrella del cine mudo, que vive fuera de la realidad, acompañada únicamente de su fiel criado Max. A partir de ese momento, la actriz pretende que Joe corrija un guión que ella ha escrito y que va a significar su regreso al cine.
Comentarios:
Una historia de horror, un relato de cine negro para hablar del cine. Un atrevimiento singular que en su momento causó malestar y controversia: hablar del cine en sentido crítico, desde el cine mismo. Además, hacerlo con recursos de flashback, con la voz en off de un personaje que ya está muerto, y bien muerto, como consecuencia inesperada del lado oscuro del cine.
Empieza la narración como una historia detectivesca: Han encontrado a un hombre muerto, elegantemente vestido, flotando en la piscina de una lujosa mansión de Sunset Boulevard, la Avenida del Crepúsculo, la avenida de las estrellas del cine de Hollywood. ¿Qué ha pasado? Una voz en off nos lo va a narrar utilizando los recursos del guion, con estilo decididamente narrativo, como el de uno de esos antiguos contadores de historias. Y va a matizar el relato con sentencias y juicios morales, convirtiéndolo todo en una crítica certera del ambiente que se ha creado con el sistema de estrellas de Hollywood, con el sistema con el cual se hacen películas y se arman guiones, sistema que genera una lujosa avenida de éxitos humanos, pero que a la vez, arrastra consigo otra legión de fracasos y de frustraciones. Un Sunset Boulevard en todo el amplio sentido de las palabras.
Hay tres puntos de vista que quiero explorar. Uno de ellos tiene que ver con esa magia que tiene el cine, esa narrativa que nos permite ver una película de más de cincuenta años en todo su esplendor, como si se tratara de un estreno. Nunca va a dejar de sorprendernos este aspecto del cine, que se experimenta una y otra vez, cuando nos acercamos a un reencuentro. Es posible que sepamos que Sunset Boulevard es un clásico, una de las películas norteamericanas que un aficionado al cine debería ver. Pero saber estas cosas, meramente aspectos anecdóticos, no va a reemplazar la vivencia de verla y degustarla, sabiendo que vivimos en una época distinta, conscientes de que han pasados muchas cosas en todos estos años y que, a pesar de todo, un clásico no pierde sentido para el espectador, probablemente porque toca fibras fundamentales.
Otro aspecto es el de la innovación que se va dando en el pasado y cómo la observamos hoy, con la perspectiva que nos da el paso del tiempo. Esta película aplicó conceptos innovadores, como el empleo de la voz en off de alguien que ya está muerto, y lo hace de una forma absolutamente coherente y natural, sin atrevimientos fantasmagóricos. Esto fue el resultado de algunos ensayos, ya que en un principio, los autores de la película quisieron hacer que, al comienzo del filme, el muerto hablara en el anfiteatro y lo hiciera en diálogo con los cadáveres que lo rodeaban. Sin embargo, no se logró el efecto esperado y se decidieron por la voz en off que no habla con fantasmas, sino con los espectadores. Esta película se atrevió a tratar temas complejos, como el de la decadencia de los artistas que le apuestan todo a la fama y a la belleza. Pienso que se hizo un gran servicio a los actores y actrices, para que se centraran más en lo esencial de la representación, que en lo superficial del atractivo físico y de la adulación. Muchos han aprendido esta lección y eso ha permitido a los espectadores disfrutar, con mucha frecuencia, de la madurez de los artistas y no solamente del pasajero brillo de la fama y de la belleza. Pienso, también, que se hizo un gran servicio al cine mismo, dando las bases para lo que podemos llamar la introspección cinematográfica, una forma profunda de mirar y de caer en cuenta de posibilidades y de oportunidades, a través de cine mismo.
Naturalmente que hay que referirse al asunto de la decadencia, de la caída, del crepúsculo de los dioses, de esos seres idolatrados por el público, por los directores, por la industria y que, de pronto, sin que se sepa exactamente por qué, se convierten en seres solitarios, enrarecidos, infelices y tristes, añorando y soñando con la imposible recuperación de una fama perdida. Sunset Boulevard nos acerca a la vida de Norma Desmond, una mujer ya madura, todavía bella, que vive como una especie de Charles Foster Kane (de Ciudadano Kane) femenino, encerrada en su mansión, dedicada a añorar sus glorias pasadas, centrada en sí misma, disfrutando de una fortuna que le permite contar con un fiel mayordomo, que la cuida y que interpreta al órgano obras de Bach. Centenares de fotos adornan su estancia, todas de sí misma, en las cuales aparece en todo su esplendor como artista famosa y adorada. Cuenta con un teatro en casa que le permite ver a su antojo sus gloriosas películas (algo que no parece extraño hoy para nosotros, que tenemos a nuestro alcance sonidos, cintas y escenas, como si fuéramos potentes Cecil B. DeMilles contemplando sus obras antes de aprobarlas). Para sus ocasionales salidas al mundo exterior, Norma cuenta con un magnífico coche Isotta Fraschini Tipo 8A Landaulet, modelo 1929, el cual ha sido considerado como el “más triste de los carros del cine”, dado que cuando la artista de ficción creyó que la iban a contactar de nuevo desde la Paramount para ofrecerle un papel y un reconocimiento por un guion que había propuesto, resulta que lo que querían era alquilarle su auto para usarlo en una película.
En realidad no hay salida para Norma, que intenta desesperadamente aferrarse a un hombre más joven y talentoso, para que sea su compañero y su asesor en la escritura de un guion que la va a lanzar de nuevo al estrellato. De ella se ha apoderado el lado oscuro y por los senderos de los celos, de la vanidad y del egoísmo, lo que escribe y escenifica es su obra final, que es negra y trágica. (Enrique Posada)
Recomendada.
NOTA:
El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950), en el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla
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