8 películas se estrenan
el 18 de mayo de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Dos producciones
son estadounidenses, dos británicas, una francesa, una sueca, una italiana y
una española. Hemos de agradecer que entre los estrenos de esta semana en
Sevilla se haya recuperado la película española “Noctem” (Marcos Cabotá, 2017)
que se quedó sin editar en nuestra ciudad hace un par de semanas. Además, seguir
lamentando que esta semana se quede sin editar en la cartelera sevillana la película
polaca “Dos coronas” (Michał Kondrat, 2017), una especie de autobiografía de Maximilian
Kolbe. Tampoco aparece en nuestra cartelera el thriller español “El ataúd de
cristal” (Haritz
Zubillaga, 2017) ni la película rumana “Pororoca” (Constantin
Popescu, 2017) que estuvo presente en la sección oficial del Festival de San
Sebastián 2017 y obtuvo el Premio al Mejor Actor (Bodgan Dumitrache). Muchas
ausencias en la cartelera de esta semana, a pesar de la avalancha de estrenos. Como
decimos siempre, lo peor puede ser que se quede sin estrenar lo mejorcito de la
semana. Y vamos con nuestro repaso semanal de lo estrenado en Sevilla.
Lean on Pete. (Reino Unido, 2017). Dir. Andrew Haigh.
Premio al Mejor Joven Actor o Actriz emergente para Charlie
Plummer en el Festival de Venecia 2017.
Drama sobre la vida rural norteamericana interpretado por
Charlie Plummer, Travis Fimmel, Steve Buscemi, Chloë Sevigny y Steve Zahn.
“La interpretación es esa cosa extraña y misteriosa que
ellos (los actores) pueden hacer y yo no”, afirmaba el británico Andrew Haigh
en una entrevista. Y quizá en esa humildad haya que encontrar el secreto de la
poética de Haigh, cuya cámara captura a sus actores como si estuviera
asistiendo a un milagro: al acto asombroso de que un gesto sutil amplifique un
significado, diga lo que no puede reducirse a palabras y proyecte un eco
persistente, como, sin ir más lejos, sucedía con ese ligero temblor en los labios
de Charlotte Rampling que cerraba “45 años” (2015). En “Lean on Pete”, su nuevo
trabajo, Haigh emprende su aventura americana, sin sucumbir a la fetichización
mitómana de un imaginario ajeno, ni rendirse al acto reflejo de contener señas
de identidad para ampliar mercado.
“Lean on Pete” es una historia de iniciación que se
propone como un soterrado western inverso: aquí el camino es del oeste al este
y, también, de la intemperie al cobijo de un hogar que siempre parece situado
más allá del horizonte. Tras la muerte de su padre –espíritu libre que concilió
afecto y vida caótica- y un profundo desengaño vital –el que le sirve en
bandeja su primer jefe, un buscavidas en las zonas marginales de la hípica-,
Charley, joven de 15 años, emprende una huida a través de los desiertos de
Oregón, en compañía de un viejo caballo de carreras; su objetivo es salvarle la
vida al caballo, pero también encontrar para sí mismo un techo de afecto.
A Haigh le interesan más sus actores que los gestos
estéticos, aunque la elaborada toma en continuidad que da paso al tercer acto
es contundente y virtuosa. En el punto de destino, de nuevo, un pequeño gesto
que lo dice todo y eleva esta película donde la fragilidad del joven Charlie
Plummer se mide con el expeditivo descreimiento de Steve Buscemi y la
comprensiva madurez de una gran Chloë Sevigny. Partiendo de la novela del
músico y escritor Willy Vlautin, Haigh describe una América deprimida, pero sin
perder de vista la universalidad de su humana materia prima. Recomendada.
Hannah. (Italia, 2017). Dir. Andrea Pallaoro.
Premio a la Mejor actriz (Charlotte Rampling) en el
Festival de Venecia 2017.
Drama italiano protagonizado por Charlotte Rampling,
André Wilms, Stéphanie Van Vyve y Simon Bisschop.
Los modos de narración del italiano Andrea Pallaoro en
los primeros minutos, casi media hora, de “Hannah” son implacables. Elipsis en
las partes del relato supuestamente más interesantes, eliminación casi total de
los diálogos, y visualización minuciosa de los aparentes tiempos muertos:
trayectos en metro o en coche, comidas en silencio, chapuzones en una piscina
pública, desganados deseos de buenas noches en una pareja de ancianos, en la
cama, con el sonido burocrático de la obligación, del que ya nada tiene que
decirse. Modos implacables, y también rigurosos, exactos, excitantes, en una
película de complicada digestión pero de frutos maduros, jugosos y
trascendentes.
Hay alguien en la cárcel. Al principio no se sabe bien
quién ni por qué. Y hasta el minuto 25 no llega la primera pista del guion,
sutil pero definitiva en la narración, porque a partir de ese instante se abre
un panorama nuevo y terrible, descorazonador e implacable, por irresoluble. Sin
banda sonora musical, con planos muy hermosos pero nada grandilocuentes, y con
la espectacular guía del rostro felizmente marchito de Charlotte Rampling,
naturalísimo, tan bello como siempre, tan distinto del de su juventud, tan el
mismo, la película de Pallaoro es una muestra más del género en el que se ha
convertido la actriz británica, premio a la mejor interpretación en el Festival
de Venecia de 2017, durante la última fase de su carrera: un retrato más de la
dramática fuerza de una mujer en lucha con una sociedad que la ningunea, la
desprecia o la rechaza.
Como no lo hace la película hasta bien tarde, nos
guardaremos de ofrecer indicios de hacia dónde se dirige el relato de Pallaoro,
también coguionista, pero digamos que tiene mucho que ver con temas candentes,
con el papel que juega la mujer en una sociedad que acaba juzgando tanto o más
que los profesionales de la judicatura, y en cómo se encaran desde el núcleo
familiar las contaminantes desgracias y malevolencias de cualquiera de sus
miembros. El retrato atroz de lo fuertes y largos que pueden ser los tentáculos
de un monstruo llamado sospecha. Recomendada.
Las estrellas de cine no mueren en
Liverpool. (Reino Unido, 2017). Dir. Paul McGuigan.
Tres nominaciones en los Premios BAFTA, incluido el Mejor
actor (Jamie Bell) y Mejor actriz (Annette Bening).
Drama anclado en los años setenta interpretado por Annette
Bening, Jamie Bell, Julie Walters, Vanessa Redgrave y Stephen Graham.
Isaki Lacuesta abría su documental “La noche que no acaba”
(2010) buscando una rima entre dos rostros: el de la esplendorosa Ava Gardner
de “Pandora y el holandés errante” (1951) y el de la misma estrella en “Harem”
(1986), con la mirada crepuscular de quien acaba de “beberse la vida”, como
diría Marcos Ordóñez, autor del libro que inspiraba ese brillante trabajo. “Las
estrellas de cine no mueren en Liverpool” es, también, una película que bascula
entre los dos rostros de una misma mujer, aunque, en este caso, la distancia
temporal que separa a la Gloria Grahame vital y veterana que seduce (o, más
bien, enamora) al joven actor británico Peter Turner y la actriz enferma que
busca el calor del afecto familiar en un hogar de Liverpool es mucho más corta:
apenas dos años.
Partiendo del libro de memorias de Turner, Paul McGuigan
ha firmado la película más emotiva, delicada y compleja de su carrera: un trabajo
que se beneficia de la propia saturación de significados que una figura como la
Gloria Grahame cargaba –su temprana participación en ¡Qué bello es vivir!
(1946) parecía anticipar la inquietante cercanía entre la luz y la sombra- y
que tiene en una soberbia Annette Bening a una lujosa médium para canalizar
tanto el fulgor como la fragilidad de la actriz.
Con sus arriesgados y elegantes saltos temporales
resueltos en la propia continuidad de la escena, la película de McGuigan no
juega a la mitomanía necrófila, ni se muestra interesada en hurgar en las
heridas de la decadencia. Su interés primordial es descifrar una historia de
amor sin pasar por alto ninguno de sus matices: que la escena de la ruptura
merezca dos puntos de vista supone, así, una transparente declaración de
principios en un trabajo donde el estilo sublima y no emborrona. Recomendada.
El taller de escritura. (Francia, 2017).
Dir. Laurent Cantet.
Presentada en la Sección “Una cierta mirada” del Festival
de Cannes 2017 y en la Sección Oficial del SEFF 2017 (Festival de Cine Europeo
de Sevilla).
Drama situado en La Ciotat, sur de Francia, con guión de
Robin Campillo y Laurent Cantet, interpretado por Marina Foïs, Matthieu Lucci,
Florian Beaujean y Mamadou Doumbia.
En La Ciotat, localidad de pasado industrial cercana a
Marsella, que no es el mejor lugar del mundo para según qué cosas, Olivia
(excelente Marina Foïs) imparte un taller de escritura. Entre los alumnos
destaca Antonie por su sensibilidad artística, pero también por su capacidad
para encender al variopinto grupo. El chico, un manojo de contradicciones,
esconde a la vez la atracción que siente por la escritora y su fascinación por
las armas. Entre todos tratan de sacar adelante una novela negra, contexto
propicio para que se disparen los instintos.
Laurent Cantet, uno de los grandes cineastas franceses
nacidos en los años sesenta, compone una película sencilla y atípica, que
reflexiona menos sobre el proceso de creación que sobre el germen de la
violencia. A la escritora los chicos le hacen plantearse la autenticidad de su
obra, mientras que estos son incapaces de instaurar fronteras entre realidad y
ficción.
El mayor mérito de Cantet, que vuelve a trabajar con el
guionista Robin Campillo (también conocido por la serie «Les revenants»), es
lograr que su película, a la fuerza discursiva y pedante, no aburra ni peque de
académica. Los personajes están vivos y logran implicarnos en sus sentimientos,
quizá porque los autores saben retratar a la juventud francesa actual, tan
«multi»: racial, cultural, religiosa... Recomendada.
Borg McEnroe: La película. (Suecia, 2017).
Dir. Janus Metz Pedersen.
Nominada a Mejor film de la Unión Europea en los Premios David
di Donatello 2017.
Drama basado en hechos reales y dentro del mundo del
deporte, interpretada por Sverrir Gudnason, Shia LaBeouf, Stellan Skarsgard y
Tuva Novotny.
Rotura. Ventaja. Nada. Una frase de André Agassi
sobreimpresionada en la pantalla acerca de los términos del tenis y sus
paralelismos con la vida misma, con el acontecer, con el triunfo y el fracaso,
las expectativas y la decepción, los vaivenes mentales y sociales, abre con
soberbia exactitud la película sueca “Borg McEnroe: La película”. Porque, tras
esa sentencia de carácter psicológico, lo que se va a disfrutar en el relato no
es exactamente la celebración retrospectiva de un partido mítico, la final de
Wimbledon del año 1980, la posible quinta victoria consecutiva para Björn Borg,
mente cuadriculada, brazo de martillo pilón, caballero del deporte, o la
primera para John McEnroe, tenista punk, niñato respondón, sangre a borbotones
saliendo de su boca y de su muñeca. Lo que se va a ver es un thriller anímico,
una intriga sin crimen a través de un duelo mental.
Como escribió David Foster Wallace en su extraordinario
ensayo autobiográfico “Deporte derivado en el corredor de los tornados”, el
tenis es “pura geometría”, “un ajedrez en movimiento”, una batalla mental para
pensadores de carácter casi científico. Y es ahí donde entra la figura del
sueco Borg; en principio, el personaje plano e insulso de aquel duelo, en
comparación con el torrente de emociones que era McEnroe. Un rol que, sin
embargo, en su primera obra de ficción, Janus Metz Pedersen convierte en el eje
de la película, un fascinante ser humano lleno de contradicciones, un aparente
bloque de hielo que esconde un controlador profesional de fuegos interiores.
Con una puesta en escena muy expresiva, el director
afronta los días alrededor del torneo y de la final con continuos mensajes de
forma —juegos con el sonido, encuadres de enorme elocuencia, fotografía con
ligero grano y de colores contrastados—, pero manteniendo en todo momento su
esencia de fondo: el combate mental, no contra el otro sino contra sí mismos,
que representaron en esos días dos estilos antagónicos de jugar al tenis y de
experimentar la vida. Y no solo eso. Como en la reciente “Yo, Tonya”, Pedersen
y su guionista, Ronnie Sandahl, tienen tiempo para aproximarse a la lucha de
clases sociales en un deporte de imposiciones casi aristocráticas, y más en
Wimbledon, a la irrespirable presión de representantes, patrocinadores y hasta
cargos federativos, e incluso para reflejar sus vidas privadas nocturnas,
personificadas en la figura de Vitas Gerulaitis, al que la película refrenda
como lo que siempre intuimos tras su melena y sus rizos: como un tenista de
bola de discoteca.
Consciente de que el clímax debe coincidir con la final
del torneo, para no cansar, Pedersen apenas muestra el tenis durante dos
tercios del relato, y en esa última parte se luce con la magnífica
verosimilitud física de sus actores —qué gran actor es Shia LaBeouf— y del
deporte, únicamente dubitativa en las jugadas más largas y barrocas, cuando los
muy meritorios efectos digitales no logran calcar del todo la velocidad de la
bola. Apenas una nimiedad en una película sorprendentemente compleja y
apasionante, una de las mejores aproximaciones de la ficción cinematográfica a
la realidad del deporte. Recomendada.
Deadpool 2. (USA, 2018). Dir. David
Leitch.
Película de superhéroes dentro del Universo Marvel.
Secuela con guión de Rhett Reese, Paul Wernick y Ryan Reynolds del cómic de Rob
Liefeld y Fabian Nicieza. Protagonizada por Ryan Reynolds, Josh Brolin, Zazie
Beetz, Morena Baccarin y Julian Dennison
El score compuesto por Tyler Bates.
“¿A quién se ha follado este Deadpool para tener película
propia?”, se preguntaba un personaje en una de las mejores líneas de guion de
la película homónima, efervescente sorpresa comandada por uno de los
superhéroes secundarios de la casa Marvel, que hacía de la irreverencia, la
autoparodia y la referencialidad sus armas de destrucción cómica masiva. Unas
peculiaridades de tono, narración y estilo, con las que sus responsables
vuelven a jugar un nuevo combate en Deadpool 2, dos años después de la primera
entrega, con la que ya no cabe la descacharrante extrañeza de la original, pero
sí una nueva fiesta de fábrica de colores e insultos, de benditas
insustancialidades en tiempos de, para algunos, sobrecarga de superheroísmos y
pretenciosidades. Esta segunda parte está pensada para el fan más recalcitrante
que le perdonará a su héroe lo que sea, y aunque divierte, se siente como una
oportunidad desperdiciada. No Recomendada.
Acción y drama de corte histórico interpretado por Jackson
Rathbone, Billy Zane, Taylor James, Rutger Hauer y Caitlin Leahy.
Según asegura el Viejo Testamento, Sansón mató al menos a
4.040 hombres y a un león, y su vida estuvo llena de sexo y morbo.
Lamentablemente, esta enésima adaptación de su biografía echa por tierra el
potencial dramático de todos esos elementos a base de efectos especiales
baratos, barbas postizas, actores petrificados, diálogos expositivos y
declamatorios y vestimentas con aspecto de saco. El resultado es tan
deslustrado que hasta los espectadores más naturalmente atraídos por todo lo
bíblico desearán que en esta ocasión las tijeras de Dalila hubieran sido
utilizadas para cortar algo más que la melena del protagonista. No Recomendada.
Película de intriga española interpretada por Adrián
Lastra, Álex González, Esteban Piñero, Ernesto Alarcón y Raquel Arroyo.
La película 'Noctem' se basa en hechos reales vividos por
el actor Adrián Lastra. La idea nace manos del director Cabotá, que tras poder
observar con sus propios ojos las imágenes donde se podían ver algunas cosas
extrañas e inexplicables que le sucedieron en su propia habitación una noche.
La trama comienza cuando Adrián y Esteban llevan un año desaparecidos, nadie
sabe nada de lo que le ocurrió a estos dos amigos y la policía se encuentra en
un punto muerto. La ley tiene en su poder los objetos personales de ambos que
se encontraron en Cozumel, una isla cercana a la Riviera Maya. Su amigo Álex
consigue hacerse con la posesión de sus teléfonos móviles, y los utiliza para
comenzar la que será una investigación paralela a la de las fuerzas del orden.
Lo que no espera es la cantidad de sucesos espeluznantes que están por suceder.
No Recomendada.
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