Título original: El laberinto del fauno. Dirección: Guillermo del Toro. País: Coproducción hispano-mexicana. Año: 2006. Duración: 112 min. Género: Fantástico. Drama. Guión: Guillermo del Toro. Producción: Guillermo del Toro. Fotografía: Guillermo Navarro. Montaje: Bernat Vilaplana. Dirección de Arte: Eugenio Caballero. Música: Javier Navarrete.
Intérpretes: Ivana Baquero (Ofelia), Sergi López (Vidal), Maribel Verdú (Mercedes), Doug Jones (Fauno-Hombre Pálido), Ariadna Gil (Carmen), Álex Angulo (Doctor Ferreiro), Manolo Solo (Garcés), César Vea (Serrano), Roger Casamajor(Pedro), Iván Massagué (el tartamudo).
Sinopsis: Ofelia es una niña de 13 años que se traslada con su madre, Carmen, que está en un avanzado estado de gestación, a un pequeño pueblo del norte de España. Es el año 1944 y van a reunirse con Vidal, el nuevo marido de Carmen, capitán franquista encargado de acabar con la resistencia republicana escondida en los montes de la zona. Ofelia, amante de los cuentos de hadas, se encuentra con un fauno que le revela que es en realidad una princesa que debe superar tres pruebas para regresar a su reino.
Aprovechando que se ha estrenado La cumbre escarlata, del director mexicano Guillermo del Toro, traigo a estas páginas la que para mí es su gran obra y la que, hasta la fecha, ha tenido mayor reconocimiento internacional, El laberinto del fauno, película donde se entrelaza ficción y realidad. La dureza de lo vivido se alivia con la esperanza puesta en el mundo ficticio del que proviene la princesa de la que se nos habla desde el principio (la película es una gran flash-back): “un mundo donde no existe ni la mentira ni el dolor”. Nada que ver con el día a día de Ofelia, la niña protagonista.
En la primera secuencia nos acercamos a sus ojos, la cámara gira jugando con la verticalidad y la horizontalidad, lo mismo que va a jugar durante toda la película a alternar entre las dos dimensiones, y nos introducimos en su mente para sentir toda su desolación.
Si repasamos los cuentos clásicos, es extraño encontrar alguno que no muestre elementos violentos de un modo u otro. Blancanieves, Hansel y Gretel, Caperucita o Pulgarcito vivían en un contexto cruel, sabían lo que era el miedo y el sufrimiento. El niño se acerca al cuento por entretenimiento, aunque a la vez le sirve como conocimiento de experiencias dramáticas y entrenamiento para la vida.
En El laberinto del fauno, el cuento es para Ofelia, en principio, una mera evasión y un refugio ante tanto ogro pero, más tarde, pasa a ser algo más: su lugar de toma de decisiones, pues recibe el Libro de las Encrucijadas, un libro en blanco que se irá llenando de contenido, el libro que “muestra el futuro” y a través del cual toma su camino. El libro es una puerta de salida, al igual que la que puede pintar con tiza, aunque ya no sea una vía de escape hacia la tranquilidad. Ya el universo fantástico está impregnado de amenazas, tentaciones y riesgos como la vida misma.
El mundo narrado/imaginado proporciona imágenes de gran belleza y seres fantásticos muy creíbles (obtuvo tres premios Oscar: mejor fotografía, mejor dirección artística, mejor maquillaje). El uso expresivo que se hace de la luz es interesante, con fuertes contrastes. El director confiesa haberse inspirado en las pinturas negras de Goya y, concretamente, en Saturno devorando a sus hijos, para la creación del Hombre Pálido. Mientras que su fuente para el fauno, un personaje íntimamente ligado a la naturaleza, hay que buscarla en las ilustraciones de Arthur Rackham. Predominan los tonos dorados y también azulados, con algunos puntos de llamativo rojo brillante, colores simbólicos en el contexto de posguerra en que se enmarca la película.
Y es que, en paralelo al universo ficticio, Ofelia asiste a la realidad de su país fragmentado y lo vive con toda su crueldad y violencia explícita. Cuesta no retirar la vista de la pantalla en numerosas ocasiones, pero merece la pena valorar el verismo de su realización. Con personajes claramente posicionados, el mal tiene su núcleo fuerte en la figura del capitán Vidal (interpretación sobresaliente de Sergi López, como la de todos los actores que forman el elenco), un maniqueísmo que funciona bien desde la perspectiva del cuento, aunque la historia en cuestión no tenga nada de infantil.
Película muy alabada, a la vez ha tenido exacerbadas críticas negativas, la mayoría desde los prejuicios y también desde los posicionamientos ideológicos. Desde mi punto de vista, es un error limitar su tema a la política o tratar de encasillarla en determinado género, pues resulta curioso además que una obra con un argumento tan bien enmarcado en sus coordenadas espacio-temporales no esté condenada a etiquetarse de localista, sino todo lo contrario: el cuento amplía el contexto y facilita la identificación. Ofelia es la doncella inocente, la que sufre la maldad del padrastro de un cuento tradicional, la víctima de una tragedia universal, como si de una obra de Shakespeare se tratara (por cierto, el nombre podría provenir de la palabra griega apheleia, que significa inocencia). ¿Casualidad el nombre del personaje?
La bella banda sonora original es de Javier Navarrete. Sobresalen las notas melancólicas de la nana que tararea el personaje de Mercedes, que será el leitmotiv que acompañe a la protagonista. Estuvo nominada tanto al Óscar como al Goya, aunque se lo arrebató Gustavo Santaolalla con Babel, en el primer caso, y Alberto Iglesias con Volver, en el segundo.
Precioso el artículo Isabel; Es una de mis películas favoritas, me fascina el mundo de la fantasía y de los seres mágicos. El maquillaje en la película sobresaliente. No se puede mostrar el mal de una forma más poética.
ResponderEliminarGracias, Ana. Me alegro de que seas una de las defensoras de la película. Tienes toda la razón con lo del maquillaje. Y ese mundo de fantasía destaca más ante la grisura de lo que se estaba viviendo.
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