Título original: Phoenix. Dirección: Christian Petzold. País: Alemania. Año: 2014. Duración: 98 min. Género: Drama. Guion: Christian Petzold, con la colaboración de Harun
Farocki; basado en la novela “Regreso de las cenizas”, de Hubert Monteilhet. Producción: Florian Koerner von Gustorf y Michael Weber. Música: Stefan Will. Fotografía: Hans Fromm. Montaje: Bettina Böhler. Estreno en España: 4 Junio 2015.
Intérpretes: Nina Hoss (Nelly Lenz), Ronald Zherfeld (Johannes
“Johnny”), Nina Kunzendorf (Lene Winter), Michael Maertens (Arzt), Imogen Kogge
(Elizabeth), Eva Bay (Tanzerin).
Sinopsis:
Junio de 1945. Nelly, una superviviente de Auschwitz, regresa a su Berlín
natal gravemente herida, con la cara destrozada, acompañada por Lene, de la
Agencia Judía y amiga suya antes de la guerra. Poco tiempo después de pasar por
una traumática operación de reconstrucción facial y a pesar de las advertencias
de su amiga, Nelly se empeña en buscar a su marido Johnny, el amor de su vida.
Comentarios:
A principios de junio aterrizaba por la cartelera sevillana una
producción alemana ganadora del Premio Fipresci en el Festival de San Sebastián
2014. Phoenix, un drama sobre el holocausto nazi, obtuvo también en los Premios
del Cine Alemán un reconocimiento a la labor de Nina Kunzendorf como actriz
secundaria en esta fascinante obra.
Christian Petzold, su director, nació en Hilden, Alemania y se graduó de la Academia Alemana de Cine y Televisión de Berlín. Sus películas incluyen The state I am in (2000), Yella (2007) Jerichow (2008) y Bárbara (2012). Phoenix es su más reciente película.
Recurramos a la opinión del excelente crítico Luis Martínez para
descubrir lo que nos propone este director alemán: Christian Petzold: un juego,
un juego desalmado. 'Phoenix', nos cuenta la historia de una mujer vacía,
extraña de sí misma, sin identidad, sin alma. Desalmada pues. Su intención no
es otra que mostrar la mayor de las crueldades. Y hacerlo desde la frialdad de
un papel en blanco. La película, dígase ya, es tan profundamente bella como
incómoda. Tan demoledora como tierna. Lúcida y brutal. Extraña en su
desconcertante familiaridad. Eso, además de contar con uno de los más
conmovedores finales que ha visto el cine reciente.
Situémonos. Acaba la Segunda Guerra Mundial, y una mujer (judía, para más
señas) vuelve de los campos de concentración con el rostro desfigurado. Un
médico se lo reconstruirá hasta convertirla en otra persona. Su amiga y ángel
de la guarda la invita a huir a Palestina o a Estados Unidos, a alejarse de esa
Alemania brutal que la ha transformado en un ser extraño, sin cara y desalmado;
un zombi en un paisaje desolado, en un paisaje de muertos en vida. Ella se
resiste. Quiere saber por qué le pasó lo que pasó. Quiere reencontrar a su
marido, a su familia... Quiere volver a ser ella. Quiere su alma.
De nuevo, Nina Hoss, la actriz más rubia, alta y con los ojos más
abiertos que ha dado Alemania se pone en manos de Petzold (son ya seis veces)
para narrar una historia de fantasmas, de seres ausentes. "Lo que me llama
la atención es las pocas veces que los alemanes hemos pedido perdón por
aquello. Si lees el informe que se redactó por Austwitz donde hay mil
declaraciones de alemanes nunca lees que nadie diga un triste 'lo siento' o, en
plural, 'lo sentimos'", dice el director para justificar el propósito de
todo esto. Y añade: "Tengo la impresión que la historia reciente de
Alemania es una historia de fantasmas".
Fotograma de Phoenix |
De una forma u otra, la figura del fantasma, del personaje desposeído que
vaga por un mundo ajeno, preside toda la filmografía del director más
interesante de la llamada Escuela de Berlín. Y es ahora en 'Phoenix' cuando el
camino que le ha llevado por retratos tan desolados de la identidad (y su
pérdida) como 'Yella' o 'Barbara' cobra toda la profundidad y hasta el sentido.
La protagonista encuentra a su marido, pero éste no la reconoce. Es más,
en un juego fundamentalmente cruel, el hombre, antes pianista y ahora un
individuo sin empleo y desesperado, le pide a la recién llegada que interprete
el papel de su mujer desaparecida. El objetivo es hacerse con su herencia. Sólo
si demuestra que ella está aún viva podrá tener acceso al dinero. Y así, ésta
se verá obligada a hacer de sí misma fingiendo ser otra. Si se lee dos veces se
entiende. Todo ello por descubrir la verdadera naturaleza del que antes fuera
su amante, de su familia, de su pueblo y, de paso, de la propia condición del
ser humano; del ser humano con alma.
Si la película arranca como uno de los sueños que envenenan la
filmografía de George Franju (recuérse 'Los ojos sin rostro') poco a poco se
transforma en un ser mutante y tan colérico como cada gesto de Rainer W.
Fassbinder. Eso o Douglas Sirk. Eso, o ya puestos, el propio Almodóvar.
Como si se tratara del melodrama que Camus no se atrevió a redactar, la
mujer pasea su vacío deslumbrada por la misma navaja que cegó a Meursault. Y en
su silencio forzoso, en su desalmado caminar por un paisaje que antes fue su
casa, descubre la crueldad de todos los seres con alma. Dejó escrito Camus:
"¡Quién necesita piedad sino aquellos que no tienen compasión de nadie”. Y
en esas palabras selló el destino del siglo entero.
Échenle un vistazo a la cinta, no defraudará.
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