martes, 28 de junio de 2011

X-Men: Primera Generación (Matthew Vaughn, 2011)


Título original: X-Men: First class. Dirección: Matthew Vaughn. País: USA. Año: 2011. Duración: 132 min. Género: Acción, Ciencia-Ficción.

Guión: Matthew Vaughn, Jane Goldman, Ashley Miller, Jamie Moss, Zack Stentz (basado en un argumento de Sheldon Turner y Bryan Singer). Música: Henry Jackman. Fotografía: John Mathieson. Montaje: Eddie Hamilton, Lee Smith. Diseño de producción: Chris Seagers. Vestuario: Sammy Sheldon.  Producción: Gregory Goodman, Simon Kinberg, Lauren Shuler Donner, Bryan Singer.

Mejor Actor 2011 (Michael Fassbender) de la Asociación de Críticos de Los Angeles.

Fecha del estreno: 3 Junio 2011 (España)

 

Reparto: James McAvoy (Charles Xavier), Kevin Bacon (Sebastian Shaw), Michael Fassbender (Erik Lehnsherr / Magneto), Rose Byrne (Dra. Moira MacTaggert), Jason Flemyng (Azazel), Nicholas Hoult (Hank/Bestia), Jennifer Lawrence (Raven/Mística), January Jones (Emma Frost), Zoë Kravitz (Angel Salvadore/Alas), Lucas Till (Alex Summers / Kaos), Álex González (Janos Questad/Riptide), Oliver Platt (The Man in Black Suit).

 

Sinopsis:

Antes de que los mutantes se dieran a conocer y adoptaran los nombres de Profesor X y Magneto, los jóvenes Charles Xavier (James McAvoy) y Erik Lehnsherr (Michael Fassbender) empezaban a descubrir sus poderes. No había animadversión alguna entre ellos, sino que los unía una sincera amistad y el deseo de trabajar juntos y entrenar a un grupo de jóvenes mutantes para evitar el Armagedón nuclear. Su enemigo común: el malvado Sebastian Shaw (Kevin Bacon), un mutante con el que Erik tiene una cuenta pendiente.

 

Comentarios:

Para el veterano lector de historietas de superhéroes, la tendencia cinematográfica de refundar sagas ha sido casi como una maldición: el insistente obstáculo que impedía disfrutar del asombro de la aventura en toda regla, de experimentar, en pantalla grande, el placer, derivado del pulp y de las viejas narrativas de serial, que justifica la fidelidad a un género que, una vez consumada la deconstrucción posmoderna de las obras de Alan Moore, Grant Morrison y Frank Miller, ha renacido con la aceleración pospunk promovida por el guionista estrella Mark Millar. El deseo del fan chocaba, así, con la obsesión de la industria por satisfacer los bajos instintos de un sector de mercado (adolescente) a través de la periódica -y mecánica- renovación del star system: cada intento de resetear a un personaje equivalía a un estratégico lifting que no se correspondía con una modernización de los planteamientos narrativos.

X-men: Primera Generación es, en semejante contexto, la mejor de las noticias posibles, porque satisface, con creces, a ambos frentes: por un lado, cumple con el sueño húmedo de la industria al resucitar la franquicia X-men con reluciente reparto y deslumbrantes texturas -el director Matthew Vaughn, que adaptó a Millar en Kick ass, y algo de su espíritu debió de pegársele, no se equivoca al equiparar su operación al Star Trek de Abrams-, y, por otro, transmuta su mitología del origen en frenética aventura en clave bondiana, atomizada en un caleidoscopio de tiempos y escenarios sin perder músculo narrativo, ni velocidad expositiva. Como DC: the new frontier, de Darwyn Cooke y Dave Stewart, la película de Vaughn convierte a sus superhéroes en nota al pie de la guerra fría -en este caso, con la crisis de los misiles de Cuba en el centro-, desplegando un espectáculo dominado por un sentido lúdico que pulveriza todo recuerdo de la pomposidad modelo Christopher Nolan. (Jordi Costa)

Recomendada (con reservas).



lunes, 27 de junio de 2011

Pilar Miró y Henry Purcell en "El pájaro de la felicidad"



 


Uno de los elementos mas singulares de El pájaro de felicidad es, sin duda, su banda sonora.  Temas españoles, ingleses e italianos de los siglos XVI, XVII y XVIII, interpretados –y versionados a veces– por Jordi Savall con instrumentos originales, se unen a la pintura, a la fotografía de José Luis Alcaine, a la poesía de Ángel González y, sobre todo, a la dirección de Pilar Miró para dar como resultado una obra estéticamente impecable y, al menos para mí, algo mucho más importante: una película excelente. 

El disco compacto con la banda sonora, que en su día editó AUVIDIS (como el de Tous les matins du monde –1991–, la célebre película de Alain Corneau que dio a conocer a Jordi Savall ante el gran público), incluye todas las piezas que se oyen en la película y algunas más, pero con una excepción clamorosa.  En un momento culminante del guión, justo cuando Carmen (Mercedes Sampietro) se queda por fin sola, con la única compañía de su nieto y de su perro, comienza a sonar una de las arias más hermosas de la ópera barroca y de la historia de la música: el “lamento de Dido” de Dido and Aeneas  de Henry Purcell. 

Según nos cuenta Virgilio en su Eneida, el troyano Eneas, hijo de Venus y Anquises, había conseguido escapar del desastre de Troya y, de camino hacia Italia, donde estaba llamado a ser el fundador de la estirpe de los romanos, llegó con su nave a Cartago, de la que era reina por entonces la hermosa Dido, hija del rey Belo de Tiro.  Venus, que velaba por la seguridad de su hijo, recurrió a Cupido para infundir en Dido un amor irresistible por el troyano cuando éste relataba ante la reina los terribles sucesos de los últimos días de Troya.  La pareja termina entregándose al amor, pero Júpiter, preocupado por el destino del héroe, envía ante Eneas a su hijo Mercurio para instarlo a abandonar Cartago.  Dido, desesperada por la partida de su amor, ordena encender una pira y se arroja a ella ante el espectáculo de las naves que partían.


Nahum Tate, el libretista de Purcell, deja de lado semejante final, introduce a una hechicera que, haciéndose pasar por Mercurio, conspira contra el amor de la pareja, y retrata a Eneas como un personaje vacilante, que decide marcharse y que se arrepiente acto seguido, aunque sea ya inútil, pues Dido, despechada, lo expulsa para siempre de su lado.  Justo cuando el troyano ha partido, Dido muere en el regazo de su hermana Belinda, lamentándose de su amor desdichado y rogándole que se acuerde de ella, pero no de su destino fatal.



Thy hand, Belinda, darkness shades me.
On thy bosom let me rest.
More I would, but Death invades me;
Death is now a welcome guest.
When I am laid in earth,
May my wrongs create
No trouble in thy breast;
Remember me, but ah!, forget my fate.

[¡Tu mano, Belinda! La oscuridad me envuelve.
¡Déjame reposar en tu pecho!
¡Qué más quisiera…! Pero me invade la Muerte.
A la Muerte le doy ya la bienvenida.
Cuando yazga en la tierra,
que mis errores no causen
turbación en tu pecho.
¡Recuérdame, pero, ay, olvida mi destino!]




El día de la proyección se sugirió que la elección de esta aria (ausente del CD) por parte de Pilar Miró era, en parte, un homenaje a Tatiana Troyanos, que la interpreta en la película acompañada por Sir Charles Mackerras.  Seguro que esto es así.  Pero no lo es menos que hay una justificación artística para que justo en ese momento irrumpa el lamento de la reina Dido.  Carmen ha sido abandonada por su nuera, Nani (Aitana Sánchez-Gijón), y renuncia también a retomar la relación con el vacilante Eduardo (José Sacristán), que es víctima de su miedo al compromiso.  Pero más allá de paralelismos más o menos forzados, lo cierto es que la música de Purcell y la letra de Tate calan con hondura en la soledad a la que se ve condenada Carmen, a pesar de sus compañeros de travesía (el bebé y el perro), como punto final de un viaje hacia sí misma, hacia los desérticos paisajes de Almería, donde el afecto y la independencia, tan contrarios y tan imprescindibles, dejan un final triste y abierto como lo es la vida humana:

"Añorar el futuro que no existe es aceptar la vida despojada de sus días mejores, y vivir es igual que haber vivido ya, sin que ese haber vivido suponga -por desgracia- estar ya muerto."   (Ángel González)

Aunque el aria comienza con When I am laid in earth… (“cuando yazga en la tierra…”), os enlazo a una maravillosa interpretación de la soprano Jessye Norman de la pieza completa, con el recitativo en el que Dido se dirige a su hermana y le pide su mano y su pecho en el momento final.






viernes, 24 de junio de 2011

Hermano (Marcel Rasquin, 2010)

 

Título original: Hermano. Dirección: Marcel Rasquin. País: Venezuela. Año: 2010. Duración: 96 min. Género: Drama.

Guión: Rohan Jones, Marcel Rasquin. Música: Rigel Michelena. Fotografía: Enrique Aular. Montaje: Carolina Aular, Juan C. Melian. Dirección artística: Maya Olde.  Producción: Marcel Rasquin, Enrique Aular.

Mejor Película en el Festival de Moscú 2010. Colón de Oro a la Mejor Película en el Festival Iberoamericano de Huelva 2010.

Fecha del estreno: 24 Junio 2011 (España)

 

Reparto: Fernando Moreno (Daniel), Eliú Armas (Julio), Alí Rondón (Max), Marcela Cirón (Graciela), Gonzalo Cubero (Roberto).

 

Sinopsis:

Daniel es un delantero excepcional, un fenómeno. Julio, el capitán del equipo, es un líder nato. Ambos son hermanos de crianza y juegan al fútbol en el pequeño barrio de "La Ceniza". Mientras Daniel desea con todas sus fuerzas llegar a ser un futbolista profesional, Julio mantiene a su familia con dinero sucio y no tiene tiempo para soñar. La oportunidad de sus vidas llega cuando un cazatalentos los invita a unas pruebas en el famoso equipo de la ciudad: el "Caracas Fútbol Club". En ese momento una tragedia los sacude y deben decidir, a patadas y sobre una cancha de tierra, qué es más importante: la unión de la familia, el sabor de la venganza o el sueño de sus vidas.

 

Comentarios:

"Hacer deporte es hacer Patria" reza un eslogan oficial difundido con insistencia entre la juventud venezolana. No sabe este crítico si a Marcel Rasquin le quita el sueño el concepto de patria, pero Hermano, su primer largometraje, delata una convicción en el poder redentor del deporte similar a la de quienes acuñaron la frase. El fútbol aparece como verosímil excusa para revivir un modelo narrativo bastante gastado por el uso: el melodrama de ascensión, redención (y salvación) personal; en suma, aquello que los anglosajones denominan rags to riches y que identifica el trayecto del desamparo a la riqueza.

En Kids return (1996), Takeshi Kitano había contado, con su delicadeza habitual, una historia parecida, pero que alteraba la inercia del género: allí, dos malos estudiantes tomaban los caminos dispares del boxeo y la yakuza para acabar reencontrándose en un mismo limbo de desconexión y fracaso. Aquí, la atracción de las malas calles y la posibilidad de un contrato futbolístico marcan los dos polos en que se libra el pulso por la salvación, o la condena, de un par de hermanos de un problemático barrio de Caracas.

Rasquin opta por la realización enfática, el chirriante montaje musical y el periódico recurso al golpe bajo melodramático, y a ratos tremendista, para desgranar un relato que, guiado por la loable intención de reflejar una realidad problemática, acaba saboteándose a sí mismo. Hay energía y vehemencia en esta ópera prima, pero todo muere en unas formas de expresión a las que se les ha pasado la fecha de caducidad. (Jordi Costa)

No Recomendada.