Comienza el mes de
los Oscar con una película en boca de todos: La La Land. La ciudad de las estrellas, que parte como favorita con catorce
candidaturas, (igualando a Eva al desnudo
y Titanic), después de batir récords
en Los Globos de Oro, al hacerse con los siete premios a los que aspiraba. Muchos
han caído rendidos por la magia de esta historia sencilla pero magistralmente contada,
mientras que otros abominan de ella, alegando que nada nuevo digno de reseñar
aporta al género, en medio, los que aprecian sus valores, pero opinan que no es
para tanto.
De lo
que no cabe duda es que el joven director norteamericano Damien Chazelle (1985)
ha hecho renacer en el gran público el interés por el musical clásico, al
estilo Hollywood, con esta su tercera película que desde su estreno, el pasado
13 de enero, ha provocado colas delante de las taquillas de las salas donde
esta cinta se proyecta; parece que el público tiene ganas de ver esta gran
producción de la que todo el mundo habla y que a la mayoría ha gustado.
La primera película de Damien Chazelle, Guy and Madeline on a Park Bench (2009), realizada con
un presupuesto mínimo en blanco y negro (fue su proyecto de fin de carrera) supuso ya
una aproximación al género musical, para contar una historia de amor con la
música de jazz de fondo. Aquí ya trabajó con el compositor Justin Hurwitz. Colaboración
que se repetirá en Whiplash (2014),
una nueva historia de amor y de persecución de sueños, ambientada por la
música. Whiplash supuso la consagración de Chazelle, gracias al
reconocimiento de la crítica y a los números galardones que cosechó (tres premios
Oscar, Globo de Oro y Bafta para J.K. Simmons, mejor película y premio el
público en Sundance, mejor director novel en Valladolid, entre otros).
La La Land nos cuenta la historia de
amor entre Sebastian, un pianista de jazz (Ryan Gosling), que quiere abrir su
propio club en Los Ángeles, y Mía (Emma Stone), una actriz que busca su
oportunidad en Hollywood. El cartel de “CinemaScope” que aparece en los títulos
de crédito iniciales, con el rótulo Made
in Hollywood es toda una declaración de intenciones de lo que esta película
pretende ser: un homenaje al género del musical clásico, especialmente al hecho
en Hollywood; son claras las referencias a títulos como Sombrero de Copa, Cantando bajo la lluvia o Melodías de Broadway, aunque también las hay que nos recuerdan producciones europeas como Los paraguas
de Cherburgo, o Las señoritas de Rochefort.
Las
referencias cinematográficas están presentes en el propio argumento: la
protagonista es una aspirante a actriz, que entre prueba y prueba, trabaja como
camarera en una cafetería dentro de los estudios Warner, en los que asistimos
al rodaje de alguna película. Además de pequeños guiños a numerosas películas,
se rinde un claro homenaje a títulos como Rebelde
sin causa, algunas secuencias aparecen en la cinta, dado que los
protagonistas acuden a una proyección de la misma, y luego visitan el
Observatorio Griffith.
Los
actores están fabulosos: hacen que nos creamos su historia de amor, que nos
identifiquemos con ellos, que compartamos su tesón por conseguir sueños, y nos
contagian su ilusión. Un Gosling con enorme magnetismo y una Stone encantadora,
que sin ser bailarines ni cantantes, defienden de forma formidable todas las
escenas musicales (muchas de ellas rodadas sin cortes), a base de trabajo y
tesón: los justos premios por su interpretación ya les han empezado a llegar,
en forma de Globo de Oro.
Pero
con todo, lo mejor de esta película es su factura técnica, especialmente en los
números musicales, como el impresionante plano secuencia inicial, en una autopista,
de más de seis minutos de duración. Un alarde musical y coreográfico, de
técnica y de producción que sirve de aperitivo a todo lo que está por llegar.
La La Land es una película que va
directa a los sentidos, al oído, a la vista y al corazón, que seguirá dando
mucho que hablar. Si todavía no las has visto, ¿a qué estás esperando?.
Una estupenda reseña de la película. Que es un soplo de aire fresco, de glamour y de cine americano en todo su esplendor. Nos traslada a los años dorados de Hollywood. Yo le doy un Oscar. O más...
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