Título original: Cien años de perdón. Dirección: Daniel Calparsoro. País: España, Argentina y Francia. Año: 2016. Duración: 98 min. Género: Thriller. Guión: Jorge Guerricaechevarría. Producción: Juan Gordon, Emma Lustres, Borja Pena, Alvari
Augustín, Ghislain Barrois. Fotografía: Josu Inchaustegui. Montaje: Antonio Frutos. Música: Julio de la Rosa. Estreno en España: 4 marzo 2016.
Intérpretes: Rodrigo De la Serna (El Uruguayo), Luis Tosar (El Gallego),
Raúl Arévalo (Ferrán), Patricia Vico (Sandra), José Coronado (Mellizo), Joaquín
Furriel (El Loco), Marian Álvarez (Cristina), Luciano Cáceres (Varela), Luis
Callejo (Domingo) y Joaquín Climent.
Sinopsis:
Una mañana lluviosa, seis hombres disfrazados y armados asaltan la sede
central de un banco en Valencia. Lo que parecía un robo limpio y fácil pronto
se complica, y nada saldrá como estaba planeado. Esto provoca desconfianza y
enfrentamiento entre los dos líderes de la banda, “El Uruguayo” y “El Gallego”.
Pero ¿qué es exactamente lo que buscan los atracadores?
Patricia Vico y Luis Tosar |
Calificación: 6, Aceptable.
Lo mejor de la película: El trabajo de Rodrigo de la Serna, está que se
sale. Calparsoro vuelve a demostrar que está altamente cualificado para dirigir
película donde la tensión y el interés obligan al espectador a atarse a la
butaca.
Lo peor de la película: Que se confunda con una simple película de robos y
atracos, la trama observa un cierto calado social con proclama de denuncia.
Fotograma de "Cien años de perdón" |
Comentarios:
Hace veinte años vi en
el festival de Berlín la ópera prima de un director español (o vasco o catalán,
no sé, me pierdo en eso de las nacionalidades) llamado Daniel Calparsoro
titulada Salto al vacío. Y existía
vértigo en ella y las transparentes huellas de un director con pretensiones de
estilo, de originalidad, de destroyer. Como la mayoría de los experimentos, me
resultaban fatigosos los suyos, aunque había secuencias, como la de esa actriz
atractiva pero con vocación de parecer rarita llamada Nawja Nimri pasando con
su boca y a toda hostia papelas de caballo en un paisaje siniestro, que
revelaban a alguien que sabía retratar sensaciones con su cámara.
Y la continuidad de la
carrera de este señor tan desgarrado, airado y moderno no me fascinó durante
demasiado tiempo. Y vale, todos evolucionamos, excepto los tontos irremediables
(yo lo soy), y el tiempo puede lograr que renuncies parcialmente a tu furiosa
autoría para convertirte en un profesional, uno de los conceptos más nobles y
admirables que existen (no hay muchos que tengan lo que hay que tener, que
hagan muy bien su trabajo sin reclamar el título de artista), que incluso en un
universo tan cutre y degradado como el de las series de televisión españolas,
te las ingenies para hacer cosas dignas, que decidas convertirte en un buen
narrador de películas de acción. Hay quien menosprecia o desdeña el género.
Allá ellos. Yo creo que Hawks, Ford y Hitchcock hacían películas de acción y
que transmitían sentimientos en medio de ella. No conozco a nadie mejor.
Y de acción son las
mejores películas que he visto en los últimos años del cine español, con la
excepción de la admirable El artista y la
modelo, de Fernando Trueba, que nunca he sabido a que género pertenece.
Alberto Rodríguez hace películas de acción y más cosas. Enrique Urbizu hace
películas de acción y más cosas. Daniel Monzón hace películas de acción y más
cosas. Su cine aspira a ser visto por muchos, como el de cualquier persona
sensata que se dedique al espectáculo. Proponen una oferta que aspira a la
demanda. Y además de entretenimiento, intriga, tensión, esas películas intentan
provocar emociones. Y responden a su visión del mundo. No están destinadas a
cuatro onanistas mentales convencidos de que tienen un paladar selectivo, con
una sensibilidad especial para captar el auténtico arte, sino para esa cosa tan
diversa, heterodoxa y necesaria llamada público.
En Guerreros, Calparsoro mostraba sus dotes para hacer cine bélico,
sin abandonar el nihilismo. Y seguí con interés la muy profesional Combustión, cine muy digno que podía
haber sido rodado en Hollywood, aunque con un presupuesto cien veces menor. Y
la protagonizaba una señora muy sensual, Adriana Ugarte, que debe ser tan buena
actriz que no la he reconocido en la vida real cada vez que me he cruzado con
ella en el festival de San Sebastián.
Y en Cien años de perdón (ojalá que
pudiéramos robar a los grandes ladrones y obtener no ya cien años de
innecesario perdón, sino de agradecimiento popular), apoyándose en el guion de
Jorge Guerricaechevarría, un señor que escribe cosas distintas y con sello
propio, Calparsoro logra una película tensa, entretenida, rodada con
personalidad y oficio, con actores competentes (espléndido e inquietante el
argentino Rodrigo de la Serna), que gira alrededor del asalto a un banco donde
guardan su rapiña los rufianes más poderosos, los padres de la patria. Y me
aclaro. No esperen la versión española de Heat,
la película que más me ha enamorado en los últimos veinte años, pero sí un
producto tan visible como audible.
Carlos Boyero. El País.
No hay comentarios:
Publicar un comentario