miércoles, 7 de abril de 2021

Se necesita chico (Antonio Mercero, 1963)

 

Título original: Se necesita chico. Dirección: Antonio Mercero. País: España. Año: 1963. Duración: 89 min. Género: Comedia.

Guión: Antonio Mercero. Fotografía: Enrique Toran. Música: Antonio Pérez Olea. Producción: Procusa, Domiziana Internazionale Cinematografica.

Estreno en España: 3 Mayo 1976.

 

Reparto:

Lina Canalejas, Javier Cebrián, Dina Perbellini, Juan José Seoane, Pedro Solís, Ángel Ter, Marcella Valeri.

 

Sinopsis:

Un niño de catorce años entra a trabajar como recadista en una tienda de flores. Su primer cometido es llevar un ramo a una novia pero se entretiene, llega tarde y se ve obligado a ir hasta el altar. Su segundo trabajo es llevar una corona mortuoria pero la utiliza para salvar a un hombre que se estaba ahogando en el río. Naturalmente, también llega tarde. Por la tarde, debe llevar una cesta de flores a la televisión donde actúa una estrella de cine español. Pero se equivoca y lleva otra corona mortuoria, que entregan a la estrella en un gran primer plano. Ante las quejas de los clientes es despedido y en la tienda se coloca de nuevo el cartelito "Se necesita chico".

 

Comentarios:

Toñín (Javier Cebrián) entra a trabajar como recadero en la floristería “El Pensamiento”. Durante su primer día laboral tendrá que entregar un ramo de novia, una corona fúnebre, un ramo para una artista televisiva y un centro floral en una fiesta en la que ejerce de anfitriona una niña prodigio de la canción. Pero a sus doce años Toñín siempre encuentra algo en que distraerse.

Forma Antonio Mercero parte de aquella generación de regresados de la Escuela Oficial de Cinematografía que dieron el salto al largometraje desde las aulas. De todos modos, Mercero es una figura anómala en el movimiento denominado Nuevo Cine Español. Sus prácticas en la Escuela —especialmente Trotín Troteras, que le valió para titularse— y esta cinta de debut sólo tienen parangón en la filmografía inicial de Manuel Summers. Como éste, Mercero opta por la comedia, da protagonismo a los niños y privilegia las estructuras episódicas. Ahí acaban las concomitancias. Mercero cultiva un humor costumbrista-observacional.

La primera parte de esta etiqueta es lo que peor ha resistido el paso del tiempo. Procusa era una productora ligada al Opus Dei y las aristas más afiladas de la sátira de costumbres que siempre va asociada al costumbrismo han sido convenientemente limadas hasta quedar en casi nada. Episodios como el de la niña prodigio Maryluz (Livia Contardi), trasunto diáfano de Marisol, se diluye en un forzado acento andaluz y en el frenesí del twist. La parte que hemos denominado “observacional” conecta directamente con el cine de Jacques Tati y Pierre Etaix. Algunos gags son originales, como el del Toñín (Javier Cebrián) contemplando su nuevo uniforme en el espejo que carga a la espalda un cristalero más interesado en piropear a las chicas que en cumplir con sus encargos. Otros, como la corona de flores que termina convertida en rueda loca o en salvavidas, buscan su inspiración en Les vacances de M. Hulot.

 

 

Mercero ya había ensayado este tipo de comedia en el cortometraje Trotín Troteras. Una de las asistentes a una boda, tocada con un aparatoso sombrero, está arrodillada. Se sienta. La señora de detrás, también arrodillada, hace lo propio para evitar las cosquillas que la pluma del sombrero le producen en la nariz. Una panorámica, nos muestra el movimiento ondulante creado por este movimiento inesperado que llega hasta el final de la fila. Lo malo es que muere allí, como una ola que rompe mansamente en la playa. A Mercero le ha fallado la inventiva a la hora de rematar el gag.

Otros hallazgos, interesantes por sí mismos, quedan desactivados por la repetición del efecto. Antonio Pérez Olea compone una partitura en la que, por ejemplo, el diálogo de dos señoras está servido por un clarinete y por un oboe, en vez de por sus voces. Pero esto vuelve a suceder poco después y al final, en la fiesta, de modo que lo que al principio resulta novedoso termina causando cansancio. No siempre es así. Ese mismo truco utilizado durante la admonición del amanerado empleado de la floristería que mueve la mano como si estuviera conduciendo una orquesta resulta plenamente eficaz. Como cuando la voz de unos anunciantes radiofónicos parece “doblar” a las señoras que abroncan a Toñín.

En estas búsquedas, antes que hallazgos, reside el principal interés de un debut que no tuvo continuidad hasta mucho después, cuando Mercero hubiera ganado premios internacionales con trabajos televisivos como La cabina (1972). Se necesita chico, con toda su inmadurez a cuestas, no deja de ser una vía interesante por la que el Nuevo (y el viejo, claro) Cine Español nunca volvió a transitar.

Recomendada.



Nos resulta interesante, incorporar a esta reseña la crítica que en su día realizó de la película el gran crítico de cine Alfonso Sánchez. 

 

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