Título original: Slodki koniec dnia. Dirección: Jacek Borcuch. País: Polonia. Año: 2019. Duración: 92
min. Género: Drama.
Przemyslaw Chruscielewski
(Montaje), Michal Dymek (Fotografía), Jacek Borcuch (Guión), Daniel Bloom (Música), Marta Habior, Marta
Lewandowska (Producción), Zofia
Bebej, Malgorzata Karpiuk (Vestuario).
Premio Especial del Jurado
a Krystyna Janda.
Estreno en Sevilla: 21 Junio 2019.
Reparto:
Krystyna Janda (Maria
Linde), Kasia Smutniak (Anna), Antonio Catania (Antonio Linde), Lorenzo de Moor
(Nazeer), Vincent Riotta (Lodovici), Robin Renucci (Periodista Le Monde), Mila
Borcuch (Elena), Arjun Talwar (Mina), Wiktor Benicki (Salvatore).
Sinopsis:
La ganadora del Premio
Nobel, Maria Linde, una mujer de espíritu libre que vive junto a su familia en
la cálida Toscana, mantiene un affaire con un joven egipcio dueño de un hotel
de la playa cercana. Cuando un suceso atroz sacude los cimientos de la vida de
ambos, Marie se propone resistir ante la histeria que se ha generado a su
alrededor. Decidida a cambiar las cosas, y aprovechando que recibe un premio
local, Marie pronuncia un discurso que crea una auténtico caos a nivel personal
y social para el que no estaba preparada.
Estamos tan
desgraciadamente acostumbrados a las películas políticas dogmáticas,
unidireccionales y dispuestas a confirmar unos ideales sociales y morales
preconcebidos, y no a la búsqueda de resquicios dentro de dichas certezas, que
la presencia de una obra como “Un atardecer en la Toscana” puede ser vista como
una singularidad cuando simplemente actúa como debe: sin respuestas, porque no
las hay. Si acaso, con la forja de caminos para intentar encontrar soluciones.
Producción polaca
ambientada en Italia, escrita y dirigida por Jacek Borcuch, hasta ahora inédito
en los cines españoles, la película está protagonizada por una mujer
apasionante y de enorme complejidad: una poeta judía que acaba de ganar el
premio Nobel y que, ante la más cruel de las acciones, un atentado terrorista
indiscriminado en la plaza del Campo de Fiori de Roma, decide ejercitar su poder
como intelectual con un polémico discurso sobre la inmigración y la barbarie,
que suma a la devolución del más importante galardón de las letras. Un ser
humano que nunca es de una pieza ni en lo político ni en lo humano: en torno a
la sesentena de edad, fue una madre dura y firme, alérgica al cariño, y ahora
es una abuela cómplice y condescendiente que, por encima del bien y del mal
respecto a las normas más elementales, arroja verdades a la cara con arrogancia
mientras se tambalea en un interior necesitado de un cuerpo joven para la
caricia y la pasión, lejos del “viejo con pantuflas” que tiene como marido.
En boca de su poeta de
ficción, Borcuch establece una férrea defensa de los valores de la vieja
Europa, pero al mismo tiempo alerta sobre los errores frente la inmigración, la
resurrección de los fascismos y los recelos con cualquier tipo de otredad. Y
utilizando una fórmula dramática semejante a buena parte de las películas del
iraní Asghar Farhadi, la desaparición temporal de uno de sus nietos, coloca a
todas sus criaturas y a la sociedad que las rodea frente al drama, frente al
miedo y frente a sus propios prejuicios.
Crítica con el individuo
y con la masa, con las altas esferas de la intelectualidad y con la baja estofa
de la política local, “Un atardecer en la Toscana” ofrece reflexión desde la
ambigüedad moral y evita los veredictos desde un simbólico y abierto final,
alrededor del cual debe intentar colocarse cada espectador. Eso sí, solo el que
esté dispuesto a valorar una vez más las posibles manchas de sus (in)flexibles
ideales. (Javier Ocaña).
Recomendada
(con reservas).
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