9 películas se estrenan
el 15 de junio de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres
películas alemanas, dos francesas, dos británicas, una estadounidense y una
uruguaya. Esta semana las películas españolas se quedan sin editar en Sevilla. Son
dos: la cinta “A estación violenta” (Anxos Fazáns, 2017) y “La noche del
virgen” (Roberto San Sebastián, 2016). Vamos con nuestras recomendaciones para
esta semana.
El repostero de Berlín. (Alemania,
2017). Dir. Ofir Raul Graizer.
Premio Especial del Jurado en el Festival de Karlovy Vary
2017.
Drama homosexual ubicado en Berlín. Oren, un ingeniero
constructor israelí se encapricha del pastelero Thomas. La película está
interpretada por Zohar Shtrauss, Sarah Adler, Tim Kalkhof, Roy Miller y
Stephanie Stremler.
El score está compuesto por Dominique Charpentier.
La muerte en accidente de un adúltero no deja una viuda
sino dos. O, como en el caso de “El repostero de Berlín”, una mujer y un hijo
desamparados en Jerusalén, y un amor esporádico pero ferviente en la capital
alemana, y además hombre. Un conflicto de evidentes posibilidades narrativas y
emocionales, que el cine ha tratado unas cuantas veces, con la española “Los
inocentes” (Juan Antonio Bardem, 1963) y la estadounidense “Caprichos del
destino” (Sydney Pollack, 1999) como exponentes máximos de la tragedia de las
casualidades, expresadas posteriormente como análisis de las causalidades, y
que el director israelí Ofir Raul Graizer expone en su película con la amarga
calma de la pérdida y la elegancia de la huida de lo aparatoso.
La compresible curiosidad del amante berlinés por la vida
judía de su fallecido amante lleva a un encuentro en Jerusalén, en el que una
de las partes tiene toda la información, pero que nunca se despliega por el
terreno melodramático sino con la apacible dulzura del amor por unos personajes
de exquisita ambigüedad. A través de planos fijos de notable expresividad
artística, Graizer articula su relato fijando su mirada en los rostros
dolientes pero aún enamorados y, sobre todo, en la vida propia que adquieren
los objetos tras un drama, ya sea una tarta, un móvil con decenas de llamadas
perdidas o la factura de un restaurante.
Y, como no podía ser de otro modo con la nacionalidad
elegida por los creadores, de un modo sutil, se va abriendo también una
tranquila reflexión sobre las relaciones de los alemanes con los judíos, y una
palmaria crítica hacia las prácticas religiosas llevadas al extremo. Todo ello
con el mismo carácter reposado, tierno y, a la vez, punzante. Recomendada.
En tránsito. (Alemania, 2018). Dir. Christian
Petzold.
Sección Oficial del Festival de Cine de Berlín 2018.
Drama ubicado en la Segunda Guerra Mundial, interpretado
por Franz Rogowski, Paula Beer, Godehard Giese, Lilien Batman y Maryam Zaree.
El score está compuesto por Stefan Will.
Dos reproches condicionaron la recepción de la anterior
película del alemán Christian Petzold, la arriesgada “Phoenix” (2014): que esa
historia de reconstrucción de una identidad se sustentaran sobre el territorio
frágil de lo que algunos consideraron pura inverosimilitud, y que la
ambientación de época apostara por una funcional, y muy expresiva, síntesis en
lugar de seguir los códigos convencionales de un diseño de producción realista.
El cineasta no solo lograba contar lo que quería contar, pese a esos dos
potenciales pies forzados, sino que su decisión teñía al conjunto de una fértil
ambigüedad y de un barniz cercano a lo onírico. Lejos de querer pactar con
quienes le cuestionaron, el Petzold de “En tránsito” acentúa aquí los
componentes de extrañamiento y obtiene otro trabajo de incuestionable fuerza,
aunque, en esta ocasión, no puede evitar que la sensación final esté más cerca
de la de haber contemplado un aparatoso juego narrativo, desplegado en forzadas
capas, que de haber caído bajo el hechizo de una obra orgánica de movimientos
gráciles. “En tránsito” es un trabajo ambicioso, pero que respira pesadamente,
con dificultad.
Utilizando como punto de partida, al igual que ya hiciera
en “Phoenix”, una obra literaria ya llevada previamente al cine –en este caso,
la novela Transit de Anna Seghers, adaptada por René Allio en 1991-, Petzold
sumerge al espectador en un territorio marcado por una elocuente superposición
temporal: esta historia de un fugitivo de la Ocupación que suplanta la
identidad de un muerto para conseguir el visado que facilite su exilio en
México sucede en la Marsella contemporánea, bloqueando todo rasgo de
reconstrucción histórica para explorar una idea de Europa como permanente
escenario de la persecución de los desclasados. Se propone, así, que la de los
judíos perseguidos por los nazis a principios de los 40 y la de los refugiados
a los que se niega puerto y cobijo en nuestra contemporaneidad es, en cierto
sentido, la misma lucha. Recorrida por un trágico romanticismo y puntuada por
una voz narrativa que revela su identidad en el desenlace, “En tránsito”
reformula la Historia como purgatorio atemporal donde resuena una culpa
colectiva. Recomendada (con reservas).
Western. (Alemania, 2017). Dir. Valeska
Grisebach.
Sección “Una cierta mirada” del Festival de Cine de
Cannes 2017. Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine Europeo de
Sevilla (SEFF 2017). Premio al Mejor Director en el Festival de Cine de Mar de
la Plata.
Drama sobre la inmigración interpretado por Meinhard
Neumann, Reinhardt Wetrek, Waldemar Zang y Detlef Schaich.
En “Chevalier” (2015), la directora griega Athina Rachel
Tsangari utilizaba un viaje en un yate privado para aislar la esencia de la
masculinidad. Su grupo de personajes se entregaba a un juego competitivo que
ponía en marcha una dinámica de pulsos territoriales y estrategias de poder
asociados a un instinto supremacista sustentado, por lo general, en la fatuidad
o en la egolatría patológica. Los hombres no salían muy bien parados en el
discurso de esta cineasta que invocaba el modelo del “Husbands” (1970) de John
Cassavetes, pero que, al mismo tiempo, subrayaba que su mirada no quería ser
feroz, ni demoledora, sino comprensiva. Transmitir esa cualidad afectuosa en la
mirada es algo que le ha salido mucho mejor a la alemana Valeska Grisebach en “Western”,
un poderoso trabajo que, al igual que “Chevalier”, intenta aislar una suerte de
eterno masculino, en este caso en una zona rural de Bulgaria limítrofe con la
frontera de Grecia, a la que acude un grupo de trabajadores para construir una
central hidroeléctrica. Con tonos y aproximaciones radicalmente distintos, “Chevalier”
y “Western” vienen a demostrar que las dos mejores películas de los últimos
años sobre el mundo de los hombres las han dirigido mujeres, manejando con
proverbial lucidez las contrastadas armas del humor negro y la poesía
fronteriza.
Once años después de su sobresaliente “Sehnsucht” (2006)
-que contaba con sensibilidad una historia de adulterio con desenlace trágico-,
Grisebach mimetiza aquí, desde el mismo título, las claves del western para
superponer sobre la figura de su elusivo protagonista la aureola de esos héroes
errantes del género que alcanzaron su sublimación en el Hombre sin Nombre
leoniano. El juego de equivalencias con la memoria de todo ese imaginario es
constante, aunque la directora no lo pone al servicio de la cita cinéfila
evitando caer, así, en un banal planteamiento puramente mitómano. El grupo de
trabajadores alemanes desplazados funciona como la expedición de colonos
enfrentada a unos nativos, en principio hostiles, que encontrarán a su mediador
en ese ensimismado protagonista, que no parece pertenecer a ningún territorio,
aunque en el plano final esboce un cierto gesto para encontrar su lugar en el
mundo.
La estrategia sirve a la cineasta para hablar de la
economía europea y del mundo del trabajo como territorio de desencuentros, pero
también para interrogarse acerca de lo que significa ser un hombre,
reivindicando la pervivencia de una nobleza cuando ya no hay épica posible. Recomendada (con reservas).
Las maravillas del mar. (Reino
Unido, 2017). Dir. Jean-Michel Cousteau y Jean-Jacques Mantello.
Sección Oficial (Proyecciones Especiales) del Festival de
Cine de San Sebastián 2017.
El score está compuesto por Christophe
Jacquelin.
Documental
narrado y producido por Arnold Schwarzenegger, donde se recoge el trabajo de la
familia Cousteau, utilizando singulares imágenes de la vida en los océanos.
“Hay
algo de ridículo en toda crítica de El
mundo del silencio. Porque (…) las bellezas del filme son fundamentalmente
las bellezas de la naturaleza y toda crítica sería algo así como criticar a
Dios”, escribía André Bazin en 1956 a propósito del documental, correalizado
por Jacques Cousteau y Louis Malle, que ese año se hizo con la Palma de Oro en
el Festival de Cannes. Podría argumentarse lo mismo frente a la imponencia
visual de “Las maravillas del mar”, codirigido por Jean-Michel Cousteau, hijo
del célebre oceanógrafo, y Jean-Jacques Mantello, porque la belleza capturada
en sus nítidas imágenes incluso parece trascender la de este mundo para sugerir
casi la posibilidad de un viaje interplanetario sin salir del fondo del mar: la
secuencia del zooplancton emergiendo de las fosas abisales evoca, de hecho, el
imaginario de una película de ciencia-ficción. Quizá resultaría arrogante,
pues, criticar a Dios (si acaso existe), pero discutir algunas de las
decisiones de los hombres encargados de transmitir los prodigios del mundo
natural puede ser necesario en casos como este.
Al
contemplar las espectaculares tomas submarinas de “Las maravillas del mar”, uno
desearía que El mundo del silencio
fuera algo más que el título de un documental clásico para convertirse en
inapelable cláusula de estilo, porque son precisamente las palabras –de
Cousteau hijo, su esposa, sus compañeros de inmersión y del estelar Arnold
Schwarzenegger- las que, con pertinentes mensajes de concienciación ecológica,
perturban el goce contemplativo y, sin pretenderlo, contaminan el camino hacia
el total deslumbramiento. No Recomendada.
No dormirás. (Uruguay, 2018). Dir. Gustavo
Hernández.
Premio a la Mejor fotografía y el Mejor Montaje en el Festival
de Cine Español de Málaga 2018.
Thriller y temas sobrenaturales se dan cita en esta
película uruguaya interpretada por Belén Rueda, Eva De Dominici, Natalia de
Molina, Germán Palacios y Eugenia Tobal.
Las películas de terror que apelan a nuestros miedos más
profundos, a aquellos que parten de lo cotidiano para adentrarse en lo mental,
en lo oculto, en lo irrefrenable, son las que permanecen en la memoria durante
más tiempo. Y aunque sea incuestionable el bendito y paradójico gusto del ser
humano por pasar miedo en una sala de cine gracias a la manipulación de los
sentimientos por parte del director, a través del puro lenguaje cinematográfico
o por un ejercicio de estilo, estas segundas suelen erizar la piel durante
instantes más o menos pasajeros mientras que las primeras perforan el interior
con el espanto de nuestra particular turbiedad.
Algo a lo que apunta el uruguayo Gustavo Hernández en su
tercer largometraje, “No dormirás”, incluso verbalizándolo en el interior del
relato, cuando una de sus protagonistas, la dramaturga y directora teatral que
interpreta Belén Rueda, dice aspirar a la categoría de sublime en una obra que
traspasa cualquier frontera ética. Hernández no llega a tanto, pero su
película, terror gótico de múltiples referentes bien agitados, da miedo porque
está alimentada por cuestiones sobrecogedoras: la fina línea entre la locura y
la cordura; la esquizofrenia hereditaria; la imposibilidad de que una madre
pueda querer a su propio bebé; los parricidios; los psiquiátricos abandonados;
los restos de la obra de un demente; la depresión; el insomnio sostenido, y, en
una línea más concreta, el desbordamiento de los límites del físico y de la
mente con tal de alcanzar unos objetivos artísticos.
Hernández, con la ayuda de un compacto grupo de
intérpretes, ha compuesto una coproducción entre Uruguay, Argentina y España
que no chirría en el terreno de la identidad, pero que va de más a menos,
resultando más convincente en sus profundos planteamientos que en su discutible
resolución, con demasiados retruécanos narrativos en su parte final.
Sin embargo, los pecados por exceso son siempre menos
reprochables. Y frente a la (demasiado) habitual trama esquelética de cierto
cine de terror contemporáneo, hinchada hasta la extenuación, “No dormirás”
impone una ambición quizá desmesurada, pero siempre encomiable. No Recomendada.
¡Qué guapa soy! (EE.UU., 2018). Dir.
Abby Kohn y Marc Silverstein.
Comedia americana interpretada por Amy Schumer, Michelle
Williams, Emily Ratajkowski, Adrian Martinez y Kevin Kane.
En su carrera como monologuista, Amy Schumer ha explotado
un registro procaz no exento de acentos reivindicativos: la figura de una mujer
con (muy relativo) sobrepeso hablando francamente de su expansiva sexualidad
(pero también de sus miserias), mientras va pegando regulares tragos de whisky,
rompe con los roles femeninos tradicionalmente asociados a la comedia. Y, por
supuesto, lo suyo no solo es cuestión de ir hilvanando mecánicamente
obscenidades: su rostro funciona como una fascinante pista de circo donde
gestos, a veces delicadísimos, aportan el matiz en el momento justo para que
estalle la risa, o para que la supuesta burrada adopte un sesgo ideológico. En
su único trabajo como guionista para un largometraje, “Y de repente tú” (2015),
Schumer, dirigida por Judd Apatow, intentaba trasladar toda esa fuerza
(volcánica) a la pantalla, aunque las servidumbres de un género por lo general
fastidioso –la comedia romántica- condicionaban demasiado su potencial transgresor.
Ninguna otra película con Schumer dentro ha vuelto a
estar a la altura de la propia Schumer y “¡Qué guapa soy!”, debut en la
dirección de la pareja de guionistas formada por Abby Kohn y Marc Silverstein,
no es una excepción. El carisma de la estrella y una sorprendente Michelle
Williams en afinado registro cómico salvan parcialmente al conjunto de la
rutina. “¡Qué guapa soy!” podría ser la respuesta femenina a una paradigmática
comedia de Will Ferrell: una farsa cuya protagonista resbala una y otra vez en
la distancia que se extiende entre su autopercepción y el modo en que la ven
los demás. Con guiño a “Big” (1988) incorporado, la película no logra resolver
su contradicción entre su supuesta defensa de la autenticidad y su slapstick un
tanto primario. En el fondo, el espectáculo está en ver a una (supuesta) gorda
tropezar. La moraleja es un postizo. No Recomendada.
Los 50 son los nuevos 30. (Francia,
2016). Dir. Valerie Lemercier.
Comedia dramática francesa interpretada por Valerie
Lemercier, Denis Podalydès, Patrick Timsit y Philippe Laudenbach.
Por extraño que parezca, aún puede haber algo peor que
una comedia sin gracia: una película que, en el tiempo y el lugar en que fue
escrita, conformada y ambientada, aspire a retratar una situación social, unos
valores y unas particularidades alrededor de su contemporaneidad, pero que en
realidad sea más antigua que la tos. Justo lo que le ocurre, incluida la
ausencia de talento para provocar la risa, a la película francesa “Marie-Francine”
—en su título original galo—, escrita, dirigida y protagonizada por Valérie
Lemercier. Una obra que, con buen criterio, la distribuidora española ha
decidido rebautizar como “Los 50 son los nuevos 30”, una de esas frases sello
de la tontería actual de cierto periodismo de llamada al clic fácil y
ocurrente, pero que al menos puede tener efecto comercial entre un arco de
público casi masivo en los cines de versión original.
Eso sí, vista la película, ni siquiera va de eso. Porque
no parece que en ese lema, en esa nueva oportunidad de efervescencia vital para
la persona en una edad adulta, encaje la historia de una mujer de 50 años de
alta formación profesional que pierde su trabajo y ve cómo su marido la
abandona por una chica mucho más joven, y decide, sin una mínima discusión de
quién se queda con la casa y tras una patética excusa para el despido laboral,
irse a vivir de nuevo con sus septuagenarios padres, y hacer lo que éstos le
aconsejan como si fuera una quinceañera, a pesar de lo risible de sus
sugerencias. Una película inmisericorde con la indolencia y la falta de
personalidad de su protagonista, que pondrá de los nervios a cualquiera con mínimas
expectativas de modernidad social, y en la que también reluce una pedestre
concepción de la puesta en escena.
Sin recursos cómicos en las réplicas y contrarréplicas,
Lemercier solo se salva en su doble interpretación de dos hermanas gemelas.
Apenas una nimiedad si se tiene en cuenta que, como remate, los gags visuales
son difícilmente comprensibles en su concepción del encuadre y del montaje,
toscos como los de un director aficionado que, en determinados enredos, apenas
puede pegar un plano con el otro sin que la continuidad y la utilización del
espacio se desvanezcan en un sin sentido. No Recomendada.
Colmillo blanco. (Francia, 2018).
Dir. Alexandre Espigares.
Película de animación francesa.
Basada en la novela homónima de Jack London, la película
será el primer largometraje de animación dirigido por Alexandre Espigares. “Colmillo
blanco” es un perro lobo que fue acogido por Grey Beaver y su tribu india
cuando vivía en los nevados y hostiles parajes canadienses. Cuando creía que
iba a encontrar una familia con la que poder vivir, descubrirá todo lo
contrario. La competitividad y los celos de los demás caninos de la manada le
convertirán en un animal feroz. Sus dueños venderán el perro a Castor Gris, un
hombre aún más malvado que sus compañeros y quien le convertirá en un lobo
salvaje. Sin embargo, la vida de “Colmillo blanco” dará un giro inesperado
cuando le acoja su último dueño, quien conseguirá enseñarle a convivir con su
parte más salvaje y transformar al aterrador animal en un verdadero amigo. No Recomendada.
10 x 10. (Reino Unido, 2018). Dir. Suzi
Ewing.
Thriller británico interpretado por Luke Evans, Kelly
Reilly, Noel Clarke, Ruby Bustamante y Olivia Chenery.
Lewis (Luke Evans) es un hombre aparentemente normal que
en realidad está escondiendo una terrible obsesión: busca cobrarse una venganza
contra Cathy (Kelly Reilly). Lewis la secuestra a pleno día y la encierra en
una celda de su casa completamente insonorizada y de pequeño tamaño,
concretamente de 10x10. El objetivo del torturador será conseguir sacar a la
luz un oscuro secreto del pasado de la secuestrada. Sin embargo, la víctima no
tiene ninguna intención de entregarse tan fácilmente y resulta ser tan resuelta
como su temible secuestrador. '10x10' es la ópera prima de la directora Suzi
Ewing, donde demuestra su potencial como guionista al utilizar espacios realmente
reducidos durante la mayor parte del metraje. No Recomendada.
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