8 películas se estrenan
el 13 de abril de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Dos producciones
son francesas, una estadounidense, una británica, una italiana, una belga, una
islandesa y una mexicana. Variedad de nacionalidades y de propuestas. No
obstante, como ocurre siempre, esta semana se queda sin editar en Sevilla el interesante
thriller colombiano basado en hechos reales “Matar a Jesús” (Laura Mora Ortega,
2017), premio de la Juventud en el Festival de San Sebastián 2017. Otra
película que no nos llega a Sevilla es la canadiense “Los hambrientos” (Robin
Aubert, 2017), una película de terror ganadora del Premio a la Mejor Película Canadiense
en el Festival de Toronto 2017. También quedan fuera de la cartelera las
producciones españolas “El sueño de la lagartija” (Pedro Pérez Rosado, 2018) y
“Blue Rai” (Pedro B. Abreu, 2017). Lamentamos estas ausencias de la cartelera y
pasamos a nuestro repaso semanal de lo estrenado en Sevilla.
Alma Mater. (Bélgica, 2017). Dir. Philippe
Van Leeuw.
Premio del Público en el Festival de Cine Europeo de
Sevilla (SEFF 2017) y Premio del Público en la sección “Panorama” del Festival
de Berlín 2017.
Drama sobre la guerra de Siria interpretado por Hiam
Abbass, Diamand Bou Abboud, Juliette Navis y Mohsen Abbas.
Nadie sale indemne de una guerra. Quizá sí en lo físico,
pero nunca en lo moral. Y las mejores películas de la historia del cine
relacionado con las contiendas bélicas siempre son las que se acercan a las
decisiones más cotidianas, pero más complejas, en las que los personajes dudan,
cometen errores, y no las que mantienen a sus criaturas y a la propia historia
en un irreprochable ideal moral tan estimable como, en casi todos los casos,
poco convincente. Y en esa zona de nobleza y de verdad se sitúa la notable
película belga “Alma mater”, segundo trabajo de Philippe Van Leeuw, ambientada
en la guerra civil siria.
Los bombardeos, la destrucción, la muerte, y junto a
ellos, en el extremo más depravado de la naturaleza humana, los saqueos y las
violaciones. “Alma mater” ofrece dilemas perturbadores, huye de lo melifluo y,
entre el sonido de las bombas y los disparos de los francotiradores, está
ambientada en un escenario único: un piso de un edificio aún en pie, en el que
se han refugiado varios vecinos, con el dominio de esa madre coraje del título.
Un ecosistema imposible que ahora es zona de guerra, en el que se intenta
mantener una cierta organización. Aun a costa de la ética.
Van Leeuw, también guionista, reflexiona sobre la
vergüenza de huir, de dejar atrás a los tuyos, y sobre las terribles
situaciones en las que no caben la solidaridad y el heroísmo. O quizá sí,
aunque se trate de un coraje que no se pueda reclamar, porque nadie está
preparado para semejantes disyuntivas, y porque, si en todo caso se ejercita,
seguramente tenga mucho más que ver con un impulso natural que con una decisión
razonada.
En un emplazamiento asfixiante y limitado, el director
aplica una puesta en escena ágil pero sin aspavientos ni temblores de cámara.
Y, de un pasillo a otro, de una habitación a la siguiente, convierte una
vivienda y a un puñado de personajes en el centro del universo más espinoso de
la conducta humana. Recomendada.
Heartstone, corazones de piedra. (Islandia,
2016). Dir. Guðmundur Arnar Guðmundsson.
Drama de temática homosexual proyectado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, interpretado por Baldur
Einarsson, Blær Hinriksson, Gunnar Jónsson, Søren Malling y Nína Dögg
Filippusdóttir.
Situado en los primeros compases de la adolescencia,
cuando la transformación del propio cuerpo lleva a anhelar, con urgencia, el
contacto con otras pieles (por leve que este sea, sus resonancias siempre serán
abrumadoras), Thor se entrega a un elocuente ritual en la soledad del cuarto de
baño: recoge de un cepillo los pelos que han dejado su madre y sus hermanas y,
con torpeza, se los coloca sobre su todavía despoblada zona púbica para
contemplarse en el espejo. “Heartstone, corazones de piedra”, primer largometraje
de Guõmundur Arnar Guõmundsson, es una historia de iniciación ambientada en una
zona remota del este de Islandia, que, hasta el momento, había sido territorio
virgen como localización cinematográfica.
La dureza del entorno geográfico, pero también la
severidad del clima social y las irradiaciones tóxicas de unos entornos
familiares desestructurados, condicionarán el fluir del proceso de crecimiento
vital. En cierto sentido, para los personajes de esta película lo que cuenta
–y, sobre todo, cómo lo cuenta- una película como la celebrada “Call me by your
name”, de Luca Guadagnino, debe de parecer un mensaje transmitido desde un
planeta extraterrestre: un universo arcádico, cuyo funcionamiento tiene muy
poco que ver con la hostilidad humana y ambiental que rodea el brote de deseo
homosexual, doliente y no asumido, que concentra los tonos dramáticos de este
trabajo que, definitivamente, no se ambienta en ningún mundo platónico de las
ideas, sino en un tangible territorio de desamparo, exclusión, aislamiento y
temperaturas extremas.
Con una cámara nerviosa al servicio de la brusca
fisicidad de sus personajes, el cineasta detalla la conflictiva gestión del
deseo homosexual por parte de Christian, el íntimo amigo del protagonista,
mientras éste parece ir abandonando esa zona de premeditado equívoco donde el
juego viril camufla, a duras penas, la curiosidad por un cuerpo ajeno. Con un
metraje generoso, pero rico en detalles reveladores, la película prefiere decir
la verdad, aunque sea incómoda, que seducir a toda cosa, como la mencionada
obra de Guadagnino. Quizá por eso tenga peor fortuna, sin merecerla. Saber
transmitir el valor de una caricia en pleno infierno vital es un logro
mayúsculo. Recomendada.
La delgada línea amarilla. (México, 2015).
Dir. Celso García.
Premio Especial del Jurado y Mejor Guión en el Festival
de Gijón 2015.
Road movie mexicana que nos llega con tres años de
retraso. La cinta está interpretada por Damián Alcázar, Joaquín Cosío, Gustavo
Sánchez Parra, Silverio Palacios y Américo Hollande.
El score está compuesto por Daniel Zlotnik.
Sencilla, directa a pesar de su simbolismo, ya desde el
título, y profundamente honesta. Como su personaje central, jefe de obra de una
cuadrilla de trabajadores que pinta las discontinuas rayas centrales de unas
carreteras secundarias que no son sino la propia vida. Así es la mexicana “La
delgada línea amarilla”, película del debutante Celso García, coproducida por
Guillermo del Toro.
Relato de sueños y derrotas, de existencias entrecortadas
que a veces se tuercen y otras mantienen el pulso hasta recuperar el camino
recto, que gotean por el peso del pasado, la película está contada con la misma
profesionalidad que quiere ejercer a cada minuto, casi con amargo
empecinamiento, su protagonista. García aplica elegancia en el encuadre, con la
cámara en el lugar justo para la mejor expresividad del plano, y solo se
descarría un tanto en la innecesaria deriva amorosa del personaje más joven,
innecesaria, y que parece directamente de otra película, mucho más empalagosa y
facilona.
Sin embargo, es apenas un desliz, unos minutos en un
conjunto sobrio, con excelente banda sonora de Daniel Zlotnik, que circula por
el terreno de la road movie de carácter moral, pero que tiene incluso apuntes
de western, tanto en su tratamiento del paisaje como en su carácter
crepuscular. Y sin dejar en ningún momento de ser una película de personajes,
de grupo antagónico que encuentra en la solidaridad el mejor camino para
superar el impulso autodestructor. Recomendada.
La casa torcida. (Reino Unido, 2017).
Dir. Gilles Paquet-Brenner.
Adaptación de una novela de intriga de la británica
Agatha Christie, interpretada por Glenn Close, Terence Stamp, Christina
Hendricks, Gillian Anderson, Max Irons, Stefanie Martini y Amanda Abbington.
“Se trazó una trayectoria que siguió hasta el fin sin
ansias culturizantes ni innovadoras. Y el público no esperaba otra cosa de
ella. Sus lectores sabían lo que iban a encontrar en una novela de Agatha
Christie y no se sintieron nunca defraudados”, escribía Salvador Vázquez de
Parga en su divulgativo “Los mitos de la novela criminal”, fijando con
precisión el tipo de placeres que la llamada reina de la novela policiaca
proporcionaba a sus incondicionales: una garantía fundamentada en la
previsibilidad y la limpia resolución del enigma a partir de un limitado
repertorio de variables. En sus manos, el género era un artefacto tan despojado
de lo pulsional como un juego de mesa: no resulta extraño, pues, que la
especialidad de Miss Christie –la novela enigma- acabase inspirando una célebre
creación para dados y tablero –el Cluedo- que, precisamente, llegó al mercado
el mismo año -1949-, en la que la escritora publicaba “La casa torcida”, una de
las obras favoritas de su autora, que Gilles Paquet-Brenner ha llevado a la
pantalla bajo la convicción de que al potencial público de adaptaciones del
catálogo de la Dama del Crimen tampoco tienen en alta estima la innovación y la
sorpresa.
El ciclo de versiones cinematográficas que abrió “Asesinato
en el Orient Express” (1974), de Sidney Lumet, fijó un modelo que la nueva
lectura de Kenneth Branagh parecía revivir en clave manierista: producciones
con el crepuscular sentido del star-system de una película de catástrofes… sin
catástrofe. Paquet-Brenner se aplica a ese patrón sin atisbo de inspiración
expresiva, pero Glenn Close, Julian Sands y Gillian Anderson, entre otros, le
sacan las castañas del fuego con su colectivo retrato de una aristocracia
endogámica y monstruosa. Que, en este caso, el héroe no luzca particularidades
habilidades deductivas suma un punto de extrañeza al previsible mecanismo. Recomendada (con
reservas).
El buen maestro. (Francia, 2017).
Dir. Olivier Ayache-Vidal.
Comedia dramática sobre profesores, alumnos y centros de
enseñanza. Interpretada por Denis Podalydès, Abdoulaye Diallo, Pauline
Huruguen, Alexis Moncorgé, Tabono Tandia, Léa Drucker, Zineb Triki, Marie
Rémond, Charles Templon.
Un profesor de un prestigioso instituto parisino es transferido a una
escuela de la periferia y poco a poco, mientras logra que sus problemáticos
alumnos exploren su potencial y su interés en la literatura, él mismo aprenderá
a ser más persona. El filme acude a buena parte de los arquetipos del
subgénero, pero es sincera; sabedor de que juega en la liga del gran público,
Ayache-Vidal es tan convencional en la puesta en escena como resolutivo en su
didáctica cinematográfica. Historia con más corazón que tripa, y desde luego
entretenida, equilibrada en el drama y la comedia, útil y didáctica. La cinta
consigue conmover y mantener, aunque cálido, su frescor gracias al grupo de
jóvenes actores. Recomendada (con reservas).
Proyecto Rampage. (USA, 2018). Dir. Brad
Peyton.
Película de acción, ciencia-ficción y videojuego, interpretada
por Dwayne "The Rock" Johnson, Naomie Harris, Jeffrey Dean Morgan,
Malin Akerman y Joe Manganiello.
The Rock más efectos especiales. Este es el esquema
predilecto del rocoso actor Dwayne Johnson, simpático pero bastante limitado en
cuanto a registros. Con todo, siempre ofrece lo que se espera y nunca pretende
engañar al espectador: conoce sus limitaciones y no va a embarcarse en
películas en las que no pueda dar la musculosa talla. “Proyecto Rampage” está
en la línea del cine robusto-digital que el actor y el director Brad Peyton ya
han practicado juntos en “Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa” y
“San Andrés”.
Aquí añaden a la mezcla más testosterona fantástica, más
destrozos urbanos como si se tratara de una película de catástrofes –en “San
Andrés” estaba justificado por un terremoto, pero aquí es la presencia de
animales gigantescos que han mutado genéticamente y asolan la ciudad– y
singulares homenajes o citas a King Kong y todos sus derivados, ya que el
enorme gorila plateado con el que The Rock se hace unas bromas acaba asumiendo
las funciones del rey Kong del clásico fantástico.
“Proyecto Rampage” funde acción, aventuras, ciencia
ficción (la secuencia inicial en el espacio), fantástico con criaturas
terroríficas y cine de catástrofes, con toques de misantropía y ecologismo
producto de las buenas relaciones que el primatólogo protagonista entabla con
el gorila, no así con los humanos.
Este es el hábitat más natural para que The Rock,
convertido en sí mismo en un efecto especial, como se ha escrito con gracia,
combata monstruos de afiladas dentaduras y púas por todo el cuerpo y lobos
gigantes capaces de volar, pilote helicópteros, salte por edificios, dispare
balas o misiles y soporte el dolor tan estoicamente que se diría ungido por las
cualidades de un superhéroes de Marvel. Lo mejor del filme es un plano cenital
en el que el gorila se zampa a uno de los villanos de la función. No Recomendada.
Cariño, yo soy tú. (Francia, 2017).
Dir. Bruno Chiche.
Comedia francesa interpretada por Stéphane De Groodt,
Louise Bourgoin, Aure Atika y Ginnie Watson.
En “Dos veces yo” (1984), Carl Reiner daba una vuelta de
tuerca a un baqueteado tópico de la comedia –el trasvase de cuerpos, con
forzada y sobrenatural reasignación de género de por medio- y encontraba en
Steve Martin al instrumento perfecto no solo para sostenerlo, sino también para
retorcerlo: el cómico ponía su talento para la sobreactuación al servicio de un
delirante personaje, en cuyo interior convivían, a la vez, una identidad
masculina y otra femenina (que, además, se llevaban francamente mal). En “Cariño,
yo soy tú”, una pareja de amantes ve intercambiada súbitamente sus identidades,
sin que los tres guionistas hayan creído oportuno buscar ningún tipo de excusa
argumental –por insensata que fuera- para la pirueta: una comedia de high
concept que se olvida del high concept para poner en marcha su enredo,
fundamentado en el desplazamiento de gestualidades, como mero juego acotado
entre los límites de su escueto metraje.
El principal problema de la película, junto a la
rutinaria naturaleza de sus gags, es que resulta imposible ver a Louise
Bourgoin en el lenguaje corporal de Stéphane De Groodt (y viceversa) y,
constantemente, el espectador necesita ser alertado por las situaciones y los
diálogos para recordar que ella es él y él es ella. En defensa de este
sostenido tropiezo –que nada tiene que ver con la delicada poética de “Your
Name” (2016), de Makoto Shinkai- solo puede decirse que, por lo menos, no pone
su ocurrencia al servicio de ningún arco dramático de redención y crecimiento personal.
No Recomendada.
Leo Da Vinci: Misión Mona Lisa. (Italia,
2018). Dir. Sergio Manfio.
Película de animación italiana.
La chica que le gusta a Leo, Mona Lisa, está en apuros: alguien ha
quemado toda la cosecha de su familia. Para ayudarla en sus problemas
económicos, el joven tendrá una alocada pero divertida idea para la que contará
con la ayuda de su amigo Lorenzo: encontrar el barco pirata que se hundió años
atrás cerca de la Isla de Montecristo y recuperar el tesoro que dicen que
mantiene consigo. Por el camino van encontrándose con nuevos amigos como Agnes
o Nicolo, pero también con alguien que va en busca del tesoro: un malvado
pirata que hará lo posible para llegar a él antes que Leo. A lo largo de sus
aventuras se pueden ir viendo los diferentes ingeniosos inventos del chico, que
resultarán de lo más útiles para conseguir sus objetivos. No existen muchas
referencias sobre el filme, pero no nos
tiraremos a la piscina. No Recomendada.
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