Repasando la infinidad de madres a las que nos
ha permitido acceder el séptimo arte, nos damos cuenta de la riqueza y
variedad de personalidades reflejadas. Cada una tiene sus matices, sus facetas,
sus luces y sombras personales e intransferibles. Vamos a mostrar varios tipos
de madres, aunque hay muchas más películas cuya principal protagonista es la
madre aquí nos vamos a fijar en: la
madre tradicional, la madre terrible y la madre en tiempos de guerra.
- La madre tradicional:
Para hablar del papel capital
desempeñado por la madre se suele utilizar la metáfora del pegamento. Ella es
la que haciendo mil y un equilibrios, consigue armonizar las piezas y no
consiente las desuniones, actúa con más fuerza que la goma arábiga.
En Adivina quién viene esta noche Christina Drayton (Katherin
Hapburn) ha conseguido conciliar los caracteres dispares de ella y Matt (Spencer
Tracy), su marido, y de ambos y su hija Joey (Katharina Houghton), permitiendo
que cada uno se sienta libre para exponer sus opiniones, para actuar por su
cuenta, sin producirse encontronazos, logrando que cualquier perturbación quede
diluida. Hasta que entran en juego los prejuicios y el inmovilismo, cuando todo
equilibrio puede romperse. Y esto sucede cuando el doctor Jhon Prentice (Sidney
Poitier), llega a la casa con Joey para anunciarles que se van a casar. El
prometido de Joey es de raza negra.
El guionista William Rose es
consciente de estar escribiendo la despedida de Tracy, ya muy enfermo y quiere
rendir homenaje a una pareja que, al igual que los jóvenes de su guión,
construyó su relación a pesar de las adversidades. Katherin Hepburn fue galardonada con un Oscar, el segundo de su
carrera y declaró que consideraba el premio compartido con Spencer por no poder
dárselo a él; murió pocos días después de finalizar el rodaje y en aquel tiempo
la Academia no entregaba premios póstumos. La película es de 1967.
Con una forma muy nuestra de entender
la maternidad Benito Zambrano nos la muestra con su espléndida opera prima Solas.
María Galiana es la madre (en un papel
magníficamente interpretado), de la que, muy significativamente, sólo
conoceremos su nombre -Rosa- casi al final de la película; el resto del tiempo
es “madre”, “abuela”, “mujer”, alguien a quien se define por el rol que ocupa
en el núcleo familiar.
Solas saca a la luz a una de tantas
mujeres analfabetas por obligación, a las que no se permitía estudiar porque
“no lo necesitaban”, que primero servían en casa y luego hacían lo propio con sus maridos,
malviviendo entre continuas humillaciones.
El guión es un prodigio de
sensibilidad, buen gusto y contención, cuando las dos actrices protagonistas
madre e hija (Ana Fernández) lo convierten en realidad. Sin perder la dignidad
ni dar pie a equívocos, la mujer hace amistad con un vecino (Carlos
Álvarez-Novoa) tan enfermo de soledad como ella. En una carta póstuma la hija
le dice a la madre todas las palabras que no pudieron (o no supieron) decirse,
todo lo que alguien cercenó, rebrota ahora.
- La madre terrible:
En La Loba, una desabrida crónica familiar
situada en el profundo Sur de 1900, escrita por Lillian Hellman, ha quedado
para la galería de villanas inolvidables el personaje de Regina Giddens, rol
que mitificó e inmortalizó a Bette Davis.
Su colaboración artística con Willian
Wyler quedó interrumpida debido a sus irreconciliables diferencias artísticas a
la hora de construir la oscura personalidad de semejante anti-heroína. La
tiranía de Regina se despliega en el feudo familiar y su existencia está regida
por una codicia extrema. Esta misma ansia
conducirá a la señora Giddens a dejar morir a su esposo sin prestarle
ayuda cuando sufre un ataque al corazón.
Toda la disciplina henchida de
totalitarismo que ejerce sobre su hija Alexandra para transformarla en un mero
títere queda frustrada cuando la hija le comunica que se marcha tras la muerte
de su padre al que estaba muy unida. La mirada feroz de La Loba, enmarcada perpetuamente en un
rictus de teatro kabuki nos detalla a la perfección el averno infinito de la
avaricia.
Ver juntas en La casa de Bernarda Alba a Irene Gutiérrez Caba y Florinda Chico
es, sencillamente entrar en otra dimensión; poco más puede añadirse sobre la
magnífica interpretación de la primera, la segunda deja clara su categoría para
resaltar la humanidad de su personaje, Poncia, criada fiel de años y años, la
única que se atreve a llevarle la contraria, la única voz disidente que
Bernarda escucha aunque sea para menospreciarla y humillarla.
Mario Camus encierra a sus personales, los
asfixia, sentimos el calor, el agobio, la atmósfera irrespirable, a lo que
ayuda la ausencia de música (con la excepción de la voz de Bernarda de Utrera
en los créditos) para que ese silencio que tanto reclama la matriarca sepulte
los dolores, las contrariedades, las carencias, las traiciones, y de ese modo
no sea capaz de prever el drama que atropella a todas las mujeres de la casa.
Bernarda impone su código de silencio,
su criterio, sus órdenes, su autoridad.
- La madre en tiempos de guerra:
No hay retina de un buen amante del
cine que no haya grabado escenas o secuencias de La decisión de Sophie que son imposibles de olvidar. La agónica
secuencia en que un oficial nazi en el
campo de concentración de Auschwitz fuerza a Sophie a elegir de entre sus dos
hijos quién puede vivir y quién debe ser
conducido a la muerte ocupa en el recuerdo un sobrecogedor impacto.
El absorbente film de Pakula sigue
fielmente la controvertida novela de Willian Styron, y al igual que ella, tiene
en la trágica figura de Sophie Zawistowski (Meryl Streep), la católica de
origen polaco que sufre sobre si muchos de los horrores del Holocausto y
terminará sus días en el Brooklyn de finales de los años cuarenta, la columna
vertebral de una historia intensa y devastadora. Meryl Streep realizó en La
decisión de Sophie uno de esos trabajos que han entrado por derecho propio en
la antología de las actuaciones míticas de la Historia del cine.
Esa desgraciada época de la guerra y
la postguerra española se escribe en
pequeños capítulos y Benito Zambrano nos muestra en La voz dormida la historia de dos hermanas valientes. Está basada
en la novela de Dulce Chacón, escritora extremeña, de Zafra, que murió a los 49
años sin ver la película.
Inma Cuesta es Hortensia y María León
es Pepita. Tanto una como otra bordan sus personajes. Hortensia nos impresiona,
nos impregna de ese espíritu de coraje que tiene toda madre que sufre por su
hija recién nacida, manteniendo la dignidad y sus ideales.
Pepita es la encarnación de la
dulzura, la inocencia, la pureza; lucha por su hermana, por su sobrina, su
lucha es por amor. Algunos críticos la catalogaron de maniqueísmo, pero la
interpretación de las dos actrices está por encima de todos los comentarios.
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Seguiremos más adelante con otros
tipos de madres tratados en magníficas
películas.
Ana Márquez
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