Proyección de la película “Doce
hombres sin piedad” (Sidney Lumet, 1957) seguida de Mesa Redonda.
Fecha: 2 de febrero de
2016
Hora: 18,30
Lugar: Círculo Mercantil
e Industrial (C/ Sierpes, nº 65)
Entrada libre hasta
completar aforo
A menudo, en el cine se plantea la
dificultad que existe para alcanzar la justicia. Son muchas las películas que
ponen de manifiesto las trabas que surgen en un proceso judicial. Sin lugar a
dudas, una de ellas, puede ser los prejuicios del jurado. Y nadie mejor que
Lumet supo reflejar este aspecto del proceso judicial.
La actividad que plantea “Linterna
Mágica” esta tarde es reflexionar sobre estos aspectos, tras la proyección de la
obra maestra de Lumet. Basada en la obra teatral de Reginald Rose, está
interpretada por Henry Fonda (8), Lee J. Cobb (3), E.G. Marshal (4), Jack
Warden (7), Ed Begley (10), Martin Balsam (1), John Fiedler (2), Robert Webber
(12), George Voskovek (11), Jack Klugman (5), Ed Binns (6), Joseph Sweeney (9).
Fotograma de "Doce hombres sin piedad" |
“Doce hombres sin piedad” cuenta la
historia de un chico de 18 años que es juzgado por el asesinato de su padre. El
jurado debe emitir su veredicto en un caso en que todas las evidencias parecen
condenar al acusado. Estos doce hombres, a los que el sistema presupone
imparciales, comienzan a manifestar su personalidad a medida que deliberan, a
petición de uno de ellos, sobre los testimonios que fueron presentados. La
fuerza del diálogo y de la lógica va desmoronando la consistencia de esos
testimonios que, una vez que son unidos como un puzzle, manifiestan su
inconsistencia. La racionalidad del protagonista se va abriendo camino entre la
niebla de los prejuicios, pasiones y motivaciones anímicas de los demás
miembros del jurado. Uno a uno son incitados a reflexionar, comprender y
aclarar lo que se esconde tras las apariencias del caso. En este proceso, son
sus propias personalidades las que están siendo analizadas una vez que se
embarcan en el ejercicio esclarecedor de la razón.
Lumet dando instrucciones a Henry Fonda |
Nuestro sistema judicial se basa en el principio que
ya estableciera el derecho romano: in dubio, pro reo (ante la duda, a favor del
reo). Esto significa que toda persona es inocente hasta que se demuestra su
culpabilidad. Sin embargo, en la sociedad suele ocurrir a menudo lo contrario,
como se refleja aquí: el chico parece culpable, las evidencias tienden a
enfocarlo así; el debate del jurado va desmoronando la consistencia de esas
evidencias, hasta desembocar en una “duda razonable”, suficiente por ley para
absolver a un acusado. Es importante destacar que no se demuestra la inocencia
del chico: lo que se demuestra es el conjunto de pre-juicios que condicionan
una apariencia de culpabilidad, de los cuales hay que desvincularse para juzgar
fríamente si hay pruebas consistentes –no meramente circunstanciales–.
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