domingo, 21 de junio de 2015

Manhattan (Woody Allen, 1979) en mi memoria

Hay secuencias cinematográficas que dejan un impacto indeleble en nuestra memoria, a la que vuelven periódicamente, o por lo menos eso es algo que a mí me ocurre con varias películas.

Una de ellas es la primera secuencia de la película Manhattan de Woody Allen, esta secuencia dura 3,50 minutos en los que el director nos presenta a la ciudad de Nueva York, concretamente a Manhattan, con sus bellezas y sus miserias, enseñándonos sus imponentes edificios, su tráfico vertiginoso y su ritmo de vida frenético, la basura, la delincuencia, el gentío, la belleza de los edificios, el arte y la cultura, la naturaleza, en todas las estaciones del año. 

Esto nos lo muestra en un montaje acelerado que culmina con unos fuegos artificiales en una toma nocturna, con el famoso skyline de la ciudad con las ventanas iluminadas, que es como una explosión de la fuerza de la ciudad. Todo ello con una fotografía en blanco y negro espectacular, con una neblina que envuelve la ciudad y que le confiere un aura mágica. El artífice de esta fotografía fue Gordon Willis, el afamado director de fotografía de El Padrino, que con un estilo realista y artístico, utilizando unos espectaculares contrastes visuales consigue dar un tono irreal a rincones característicos como el puente de Brooklyn, el MoMa o Central Park, así como las calles, las obras y las multitudes. 
  

Esta maravillosa secuencia está acompañada por una  música, que para mí ira siempre ligada a la ciudad de Nueva York,  como es la  Rhapsody in Blue, de George Gershwin, que comienza con un solo de clarinete que además sube y baja en intensidad, rápidamente acompañado por el metal, seguido por el piano, seguido por la cuerda y el resto de la orquesta, en un crescendo que va creciendo con las imágenes de la ciudad y culmina con la explosión de los fuegos artificiales. Esta obertura es, por sí sola, la más hermosa oda que se ha dedicado a la ciudad de Nueva York. 




















Además de las imágenes y la música hay una voz en off, que emulando a un escritor que comienza a escribir  el capítulo de un libro, hace  en forma de monologo titubeante una descripción de su ciudad, realizado comentarios sobre la misma, mostrándonos distintos puntos de vista sobre ella  intentando definirla, toda una  magnifica declaración de amor hacia la ciudad de Nueva York.

Es una secuencia que conjuga música, fotografía, arquitectura y literatura de un lugar mítico: Inolvidable.

En el año 1979 España hacia poco que había salido de una dictadura que había hecho de nuestras ciudades y de nuestra cultura algo asfixiante, con lo que todos habíamos crecido. Yo cumplía 21 años, era mayor de edad y ya podía votar (entonces la mayoría de edad era a los 21) y tenía una enorme sensación de libertad por mi edad y por los cambios que se estaban produciendo en mi país, pero había algo ideal que era el no va más de la modernidad, de la libertad, de la cultura, de las posibilidades, de la belleza y eso era Nueva York, algo así como la tierra prometida en la que todo era posible y en la que todos estábamos admitidos, el gran mito.

Tras conocer Nueva York muchos años después y en varias ocasiones, en cada una de ellas me ha embargado la misma emoción que la primera vez y en todas ellas me han vuelto a la memoria esas imágenes mágicas que Woody Allen y Gordon Willis nos presentaron en esa película.

Os dejo la secuencia para vuestro recuerdo y para que os anime a ver de nuevo esta extraordinaria pelicula. 


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