A pesar del rápido desarrollo del cine
durante los primeros años, las películas
eran consideradas tan solo un entretenimiento ingenuo y vulgar destinado a las
masas populares. A nadie se le ocurría
pronunciar la palabra «arte» por entonces. Pero la proliferación de filmes y la
repetición de temas empezaban a aburrir al público, por lo que se vio la
necesidad de recurrir a la Literatura, la Historia o la Biblia como fuentes de
inspiración.
A la vez, los productores pretendían
interesar con ellos a una nueva categoría de espectadores, más cultos, que
hasta entonces despreciaban el cine.
Con esa intención se fundó en Francia
la sociedad productora Le film d’Art,
que se
proponía como objetivo ofrecer películas de contenido artístico. Para
ello se contrató a los mejores autores teatrales de la época, con la misión de
adaptar piezas clásicas al cine y se llamó a los grandes actores de la Comedia
Francesa para que las interpretaran. Hasta la «divina» Sarah Bernhardt se dejó
convencer para rodar unas cuantas películas («esas ridículas pantomimas
fotografiadas», las había llamado),
seducida, sin duda, por los mil
ochocientos francos por sesión que le ofrecían.
En 1908 se estrenó el que es
considerado el primer film d’Art de la historia del cine: “El asesinato del duque de Guisa”, dirigida por Charles Le
Bargy (dirección de actores) y André Calmettes (puesta en escena). Sus
protagonistas eran Charles Le Bargy (Enrique III), Albert Lambert (el duque de
Guisa), Gabrielle Robinne (la marquesa), y Berthe Bovy. La acción de la
película se trasladaba a Francia, 1588. El rey Enrique III decide
desembarazarse de su encumbrado rival Enrique de Lorena, duque de Guisa. Lo
convoca a su castillo de Blois. A pesar de las advertencias de su amante la
marquesa de Noirmoutiers, que sabe que se avecina un drama, el duque acepta,
seguro de su autoridad. A la hora convenida, en el Cabinet-Vieux, será
apuñalado por los guardias del rey. Éste último, que ha asistido al crimen
oculto tras un tapiz, manda quemar el cuerpo, "todavía más grande muerto
que vivo", en tanto que la marquesa rompe a llorar, dejando escapar su
dolor. La
cinta contaba con la primera partitura musical escrita para una película,
compuesta por Camille Saint-Saëns.
La película reunió en sus títulos de
crédito los nombres de un académico (Henri Lavedan), de actores del Français y
de un compositor de renombre (Camille Saint-Saëns), encargado de componer una
partitura original, algo que no se había visto hasta entonces. En el plano
técnico, el film no carece de cualidades. Su influencia fue sobre todo sensible
en el extranjero: Griffith y Dreyer, entre otros, encontraron allí las
primicias de una nueva dramaturgia.
“El asesino del duque de Guisa” marca
el fin del período feriante del cine; concreta el divorcio entre los pioneros y
los maestros de la industria.
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