jueves, 17 de octubre de 2019

El crack Cero (José Luis Garci, 2019)


Título original: El crack Cero. Dirección: José Luis Garci. País: España. Año: 2019. Duración: 122 min. Género: Drama, Cine Negro.  
Luis Ángel Perez (Fotografía), José Luis Garci, Javier Muñoz (Guión), Jesús Gluck (Música), José Luis Garci, José A. Sánchez (Producción), Anna Hapenko (Producción ejecutiva), Alberto García (Sonido).
Estreno en Sevilla: 4 Octubre 2019

Reparto:
Carlos Santos (Arteta), Miguel Ángel Muñoz (Moro), Luisa Gavasa (Moli), María Cantuel (Adela), Raúl Mérida (Johny Olas), Ramón Langa (Vergara), Andoni Ferreño (Luengo), Cayetana Guillén-Cuervo (Conchita), Luis Varela (Rocky), Patricia Vico (Remedios), Pedro Casablanc (Don Ricardo), Macarena Gómez (Luisa).

Sinopsis:
Seis meses después del suicidio del afamado sastre Narciso Benavides, una misteriosa y atractiva mujer casada visita a Germán Areta, prestigioso ex policía de la Brigada Criminal y ahora detective privado, para que inicie una investigación exhaustiva sobre el “Caso Benavides”. La mujer está convencida de que el sastre, que era su amante, fue asesinado. Aunque su instinto le dice a Areta que la gente sólo mata por amor o por dinero, irá descubriendo que hay más motivos, y más de un sospechoso, para quitar de en medio al sastre...

Comentarios:
"En el pasado nadie te da la lata”. La frase, pronunciada en un diálogo de la parte final de “El crack Cero”, tardía tercera entrega en forma de precuela de la saga iniciada en 1981 con “El crack”, y continuada en 1983 con “El crack 2”, ambas magníficas, ejemplifica a la perfección el espíritu cinematográfico de José Luis Garci. Un halo de nostalgia que además queda redondeado por las particularidades del personaje que declama la afligida sentencia sobre un tiempo que ya nunca volverá: la dice el barbero Rocky, interpretado por Manuel Lorenzo en las dos películas de los años ochenta y que aquí hereda Luis Varela; un hombre atrapado por su propio pasado de vivencias en Nueva York, historias de boxeo junto al Madison Square Garden relatadas con minuciosidad y pasión, pero que nunca se sabe si son reales o inventadas.
Garci, autor de ocho obras estupendas ambientadas en su contemporaneidad, las ocho primeras, entre “Asignatura pendiente” (1977) y “Asignatura aprobada” (1987), y de diez discutibles películas de época, de retorno al pasado, las diez siguientes, entre “Canción de cuna” (1994) y “Holmes & Watson. Madrid Days” (2012), también parece un habitante del pretérito. “El crack Cero” es una película de otro tiempo. Una reliquia meticulosa y calmada, dotada de esa placidez que otorga su montaje con innumerables encadenados y fundidos a negro, con la que parece que el cine no ha ido hacia adelante sino hacia atrás en estos últimos 35 años, y en la que el director madrileño se copia a sí mismo y a sus cracks en la estructura: prólogo que define a Areta frente a las ratas de alcantarilla en todas sus formas, presentación del conflicto en forma de encargo, investigación, muerte de alguien cercano y resolución final. Un relato en el que, junto a una teoría de la venganza, se añaden esos toques de historia de España tan característicos de la saga: la colza en El crack dos; el caso Almería, aquí.
Carlos Santos, carisma, dicción, brío tranquilo, vuela a la altura del mito de Alfredo Landa. Como Pedro Casablanc, recogiendo el memorable testigo de José Bódalo. Ambos son buenísimos en registros naturalistas, y también lo son en el estilo Garci. Del resto, en un reparto raro e intransferible, algunos salen vivos de sus complicadas situaciones y diálogos (Luisa Gavasa, Raúl Mérida) mientras otros poco pueden hacer para salvar el acartonamiento de ciertas frases.
Sin embargo, más que acartonada, lo que quizá sea finalmente “El crack Cero” es una película sin tiempo, habitante única en la cabeza de Garci, compuesta para la nostalgia de los fanáticos de los dos anteriores cracks. Un ideal melancólico con el que revivir a unos personajes míticos, Areta, El Moro, El Abuelo, Rocky, y donde quedarse a seguir soñando. Con sus momentos ridículos, que alguno hay, y con sus estallidos de brillo en blanco y negro. Donde pueden convivir unos sonrojantes diálogos sobre los perfumes de las mujeres y un par de innecesarios y extrañísimos cambios en el punto de vista, junto a una bella recreación del instante en el que el ciudadano medio se enteró de la muerte de Franco, de profunda sencillez en sus sentenciosas frases. Un momento en el que Garci entronca con otra fabulosa secuencia de ese histórico santiamén en “Asignatura pendiente”, también en una cama, también con la radio de fondo.
“El crack Cero” es una película tan deliberadamente antigua, tan suya, tan insólita, tan valiente, tan suicida, tan desigual, tan personal, que se da la vuelta: igual es lo más fresco, por distinto, por ajeno a las imposiciones comerciales y artísticas, que se ha hecho en el cine español reciente. En el pasado nadie te da la lata. (Javier Ocaña)
Recomendada (con reservas).


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