Agustí
Villaronga nació el 4 de marzo de 1953, en Palma. Tras licenciarse en Historia
del Arte por la Universidad Autónoma de Barcelona, Villaronga entró en el
Institut del Teatre, la escuela oficial de artes escénicas de Barcelona, donde
cursó escenografía, un arte que mantuvo presente en todo su cine (no hay más
que recuperar su último filme estrenado, El vientre del mar). Como actor
incluso participó en una gira de la compañía de Núria Espert con Yerma.
De ahí pasó al cine, en papeles en El fin de la inocencia (1977), El
último guateque (1978) o Perros callejeros II (1979). Sin embargo,
fue el productor Pepón Corominas quien le cambió el paso y lo recondujo al
vestuario, labor en la que trabajó en La plaza del diamante (1982). De
paso, ya estaba dirigiendo cortos como Anta mujer (1975), Al Mayurka
(1976) y Laberinto (1980).
Villaronga
se estrenó como director de largometrajes con Tras el cristal (1986),
protagonizada por Marisa Paredes y Günter Meisner, un drama marcado por el
terror psicológico que palpitaba en el guion, que se centraba en el final de un
viejo nazi que había abusado de decenas de niños en sus años de poder, y que se
proyectó en el festival de Berlín. Capaz de mutar de registro, en 1989
participó con El niño de la luna en Cannes (Goya a guion original y
candidatura a dirección), un salto al género fantástico con Maribel Martín —que
la producía— y Lucía Bosé. La acogida tibia que recibió le llevó a trabajar en
una pastelería, como recordaba hace poco más de un año: “Ya ni sabría cómo
hacer pasteles... Estuve siete años fuera de circulación, y dudé, dudé mucho
sobre si dirigiría de nuevo”.
El
cineasta luchó durante un tiempo por adaptar la novela de Mercè Rodoreda La
mort de primavera; al no lograr productor, acepta un encargo: llevar al
cine otro libro, este de Georges Simenon, El pasajero clandestino, que
además supuso el inicio de su relación profesional y de amistad con la
productora Isona Passola. Después llegarían 99.9, en 1997, Mélies de
Plata a la mejor película fantástica europea en el festival de Sitges; El
mar (2000), un drama sobre la homosexualidad premio Manfred Salzberger al
cine independiente y de nueva creación en el festival de Berlín; y el falso
documental Aro Tolbukhin (en la mente del asesino) (2002), un filme que
sorprendió en el certamen de San Sebastián y que ha ido ganando adeptos con el
tiempo.
Sin
embargo, la popularidad y el reconocimiento generalizado, tras décadas de
aprecio crítico, no le llegaron hasta Pa negre. Fue la primera película
que ganó el Goya a mejor filme en un idioma oficial que no fuera el español
—curiosamente, este galardón sí lo habían obtenido antes títulos rodados en
inglés— y el drama que cambió las reglas de la Academia de Cine, que desde el
triunfo de los dos actores infantiles de Pa negre prohibió que
compitieran en los apartados a mejor interpretación revelación menores de 16
años. Basada en dos novelas de Emili Teixidor, la película cuenta el clima
claustrofóbico que vive un pequeño pueblo de Cataluña en la posguerra a causa
de unos misteriosos asesinatos. Andreu, el niño protagonista, descubre, en su
búsqueda de la verdad, cómo los fantasmas del pasado marcan el devenir de los
adultos con los que se cruza.
A
aquella Guerra Civil supurante de amargura volvió en Incierta gloria
(2017), que adapta la novela de Joan Sales sobre el frente de Aragón. Antes
había dirigido para TVE la miniserie Carta a Eva (2013), sobre la gira
de Eva Perón por Europa; y El rey de La Habana (2015), plasmación de la
irreverente novela de Pedro Juan Gutiérrez, en la que Villaronga no logró
concretar el desencanto y la sordidez de ciertos ambientes en la capital
cubana. En teatro debutó en la dirección en 2014 con El testamento de María,
de Colm Tóibín, con Blanca Portillo como protagonista. Y siempre estuvo abierto
a nuevos formatos y apuestas, como El testament de la Rosa (2016), la
película que mostraba a la actriz Rosa Novell ciega y poco antes de morir de
cáncer ensayando ante la cámara el que debía ser su último trabajo escénico y
que nunca llegó a realizarse; o a sumarse a la Caravana negra, una
iniciativa ideada por el escritor Gabi Martínez, en la que ocho creadores en
2018 pastorearon durante tres días unas 800 ovejas por 60 kilómetros de pastos de
La Serena y La Siberia extremeñas. Otra curiosidad: su aparición como un frío
mafioso en la película rumana La Gomera (2019), de Corneliu Porumboiu,
que le devolvió al festival de Cannes, esta vez como intérprete.
En
2019 se estrenó Nacido rey, el biopic de Faisal, el gran monarca de Arabia
Saudí, que produjo Andrés Vicente Gómez. “Quiero mucho el cine, no me puedo
sentir mercenario. Nacido rey tenía alicientes añadidos además del
económico, como rodar en países árabes. No me he involucrado en algunos otros
encargos porque no me he visto en ello, la verdad”, aseguraba.
Con
El vientre del mar (2021) salió reforzado creativamente del
confinamiento. Y premiado: se llevó seis Biznagas del festival de Málaga.
Adaptación en blanco y negro de un capítulo de Océano mar, de Alessandro
Baricco, con la que dibujaba un paralelismo entre la historia del naufragio en
1816 de la fragata La medusa, y los 13 días que vagaron por el mar los
151 supervivientes iniciales en una balsa, de los que solo quedaron 15 cuando
fueron rescatados, y las travesías actuales de pateras en el Mediterráneo.
“Llevo casi dos décadas con esta historia, y primero la intenté estrenar como
obra de teatro con dos personajes” contaba en su estreno. “Durante el
confinamiento pensé que ahí había una película. La rodé en Mallorca al acabar
la cuarentena, con un presupuesto exiguo, y con una libertad creativa total,
gracias a un equipo muy unido”.
De
su obra, Villaronga tenía una sabia reflexión que hoy suena premonitoria, a
definición de su síntesis entre lo humano y lo artístico: “Mirando para atrás,
reconozco que me atrae cómo las situaciones difíciles marcan la infancia de la
gente, cómo el destino deja a muchas personas tiradas en la cuneta. Nunca he
sido capaz de hacer películas amables, tiendo al cariz trágico”.
La
Acadèmia del Cinema Català anunció su fallecimiento el día 22 de enero de 2023:
“Su talento, su sensibilidad, su enorme capacidad de amar todo lo que tocaba y
sus películas, quedarán para siempre”. Además de sus tres premios Goya (dos
como guionista por El niño de la luna y Pa negre, y un tercero
por la dirección de esta última), Villaronga fue Premio Nacional de
Cinematografía en 2011; Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (que
recogió el 1 de diciembre de 2022); dos premios Ariel del cine mexicano, otros
dos galardones de los Gaudí del cine catalán y cuatro trofeos Sant Jordi.
“Supongo que soy un cineasta de culto”, bromeaba en 2011, tras recibir la
llamada del Ministerio de Cultura anunciándole el premio nacional. Y apuntaba
entonces: “Para mí es algo estupendo porque uno hace cine para comunicar y ver
que eso que has hecho llega al público me produce una gran alegría”.
Ese
eclecticismo y esas ganas de llegar al público explican varias de sus pasiones.
Primero, porque por muy complejas que fueran las dinámicas emocionales que
soterradamente movían a sus personajes, y por muy arriesgada que fuera su
plasmación en pantalla, Villaronga nunca olvidó que su aspiración era que le
viera cuanta más gente, mejor. Y segundo, su amor por Fernando Esteso, con el
que contó en Incierta gloria como panadero, y en Loli Tormenta,
la película que Villaronga ha dejado filmada: protagonizada por Susi Sánchez,
cuenta la historia de una mujer que vive con sus nietos, de los que se hizo
cargo cuando murió su hija, en una modesta casa del extrarradio de Barcelona.
Cuando el alzhéimer avanza en Lola, los nietos empiezan a elaborar artimañas
para que no les separen. Loli Tormenta se estrenará este 2023.
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