martes, 23 de mayo de 2017

Paulina (Santiago MItre, 2015), en el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla




La película, desde los títulos de crédito del inicio sobre un fondo negro y sin música,  nos convierte en testigos de una conversación entre Paulina (Dolores Fonzi) y su padre (Óscar Martínez), a través del diálogo nos adentramos en la temática primordial del film: Paulina es una joven abogada con una carrera por delante prometedora y orientada hacia un rol directivo, según el proyecto y la ambición de su padre, juez de profesión, que ejerce en la provincia de Misiones.  A lo largo de dicho diálogo hay una utilización de planos medios cortos que nos hacen penetrar en la psicología de los personajes, alternando la cámara fija con el plano-secuencia. El padre (Óscar Martínez) es un juez sexagenario, triunfador profesionalmente, que infravalora profesiones como la del magisterio rural. El padre ha educado a su hija para competir solo dentro de la “casta” jurídica, política, universitaria y directiva del país, que se encuentra en la capital federal, en la ciudad de Buenos Aires; pero un día Paulina retorna a su lugar de origen (provincia de Misiones), y vuelve para quedarse e iniciar su carrera profesional desde abajo, convirtiéndose en una maestra rural dentro de un proyecto o programa educativo de “Formación Política” dirigido a los trabajadores rurales y de la periferia urbana de  Posadas (Misiones)

El espacio donde Paulina ejercerá su magisterio es la provincia de Misiones, en el nordeste de la Argentina, en la frontera con Brasil y Paraguay. Misiones es una de esas provincias del interior, habitada por “cabecitas negras” (indígenas guaraníes y mestizos). De nuevo, el mundo de los olvidados y de las geografías olvidadas o paisajes de “barbarie” hacen su aparición en el cine latinoamericano y, en el caso que nos ocupa, en el cine argentino, lo que enlaza con toda una tradición del Nuevo Cine de la década de los cincuenta y sesenta, que fue retomada tras la última dictadura (1976-1983) por Miguel Pereira en su película La deuda interna (1987),  y a lo largo de los noventa consagrada por Adolfo Aristarain con sus películas Un lugar en el mundo (1992), Lugares Comunes (2002).
 
Fotograma de "Paulina"
Paulina (La Patota) pertenece a ese tipo de arte comprometido en buscar la identidad del país, en su totalidad, aunando en un diálogo constructivo a la “civilización”, representada por los blancos urbanos universitarios y progresistas; y a la “barbarie”,  representada por los autóctonos, indígenas y mestizos, rurales y analfabetos que habitan también en las periferias de las ciudades. Sendos mundos, civilización/barbarie, están irremediablemente abocados a encontrarse partiendo primero del choque entre ambos, materializado en  la desconfianza de los “olvidados” y en el  fracaso del “paternalismo” blanco; pero después esos dos mundos deben fusionarse, dejando atrás viejos prejuicios y estigmas, para que renazca un mestizaje cultural, un mestizaje del futuro, que rompa por fin con la violencia y las barreras multiculturales, lacras del colonialismo y neocolonialismo. En este sentido,  el valor del film de  Santiago Mitre radica en su  apuesta por la integración de los contrarios, por el nacimiento del “hombre nuevo” en el nuevo ser que, engendrado por Paulina, ponga fin a la dualidad escindida y a una doble vara de medir los delitos, cuestionando así un sistema judicial, generador de víctimas, que siempre criminaliza a los más débiles.

Paulina aborda también la temática de un viaje, iniciático, viaje al interior de la geografía y al interior del ser, a la encarnación en la realidad de los excluidos para de esa forma comprenderla mejor, lo que  conduce irremediablemente a la transformación personal, a una transformación que, basada en la autenticidad, permita a la protagonista seguir siempre para adelante, caminar sin tregua en busca de la utopía  que, como la definiera Eduardo Galeano, está en un horizonte que nos obliga a superar los escollos del andar cotidiano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
 
Fotograma de "Paulina"
En definitiva, el “somos andando” de Paulo Freire y la utopía como meta forman parte del imaginario colectivo latinoamericano al que, probablemente, recurre Santiago Mitre en los títulos de crédito del final, pues a través de un cuidado plano secuencia, sin profundidad de campo, resalta a una Paulina que avanza en una larga caminata: ¿hacia dónde, hacia un horizonte donde habita la utopía? Ese seguir hacia adelante convierte a Paulina en un personaje coherente, de una coherencia, no heroica, sino humana.

La película de Santiago Mitre no solo revela el mundo de los olvidados (personas y paisajes) sino denuncia también la agresión al medio ambiente, la destrucción y desforestación de la selva misionera, pues “según datos oficiales, entre 1998 y 2007 en Misiones se deforestaron 144.153 hectáreas”. Esa crítica al deterioro medioambiental, siempre al servicio de intereses foráneos, recuerda otro film argentino, de hace más de 40 años, Quebracho, dirigido por Ricardo Wullicher;  pero, desgraciadamente, la situación del siglo XXI ha empeorado, pues hace un siglo los obreros de “la forestal” se rebelaron contra los explotadores ingleses; hoy los trabajadores de “las forestales” han involucionado, han perdido la conciencia, por lo que viven sumidos en las lacras de la ignorancia, de la violencia, de la pobreza, y de la exclusión social.
 
Fotograma de "Paulina"
Otros temas que nos sugiere el film de Mitre es reflexionar sobre la Justicia que siempre está al servicio del poder y de la clase y raza hegemónicas, justicia cuyo lema es “sin piedad con los bárbaros porque son brutos y violentos”. Y esto genera una ola de violencia y guerra imparables que, desde el poder, convierte a los verdugos en víctimas y a las víctimas en verdugos, en un eterno círculo vicioso, basado en la venganza, castigo y violencia. El propio director declara que “él ha pretendido hacer una anti-película de venganza, porque más que perdonar lo que ella busca es comprender y cortar con el círculo de violencia".

Para finalizar, creemos convenientes resaltar las declaraciones del realizador Santiago Mitre respecto a la técnica del film: “quería trabajar mucho con el plano-secuencia, con la cámara en mano para liberar a los actores. Preferí resignar cierta prolijidad formal para encontrar la esencia de los personajes y conseguir la mayor credibilidad posible.”  Esta declaración del director convierte el film Paulina en heredero y continuador de los planteamientos y de la estética realista del Nuevo Cine Latinoamericano.

                                                           María Dolores Pérez Murillo


1 comentario:

  1. Es estupendo como nos has documentado en el taller sobre el cine latinoamericano. Tus comentarios son siempre una lección magistral. Tus dossiers son todos magníficos. Un lujo tenerte de compañera.

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