miércoles, 4 de mayo de 2016

La Gran Historia del Cine: Thomas Alva Edison

Capítulo 2. Thomas Alva Edison.


Muchos historiadores sostienen que en 1893, dos años antes de que lo hicieran los Lumière, se rodó en Estados Unidos la  primera  película  de  la  historia  del cine. Duraba diecinueve segundos y mostraba algo tan simple y tan humano como un estornudo. Su autor era el famoso inventor Thomas Alva Edison, que  pocos  años  antes  había  diseñado una caja llamada kinetoscopio, en la que el espectador, aplicando su ojo a un ocular, veía una sucesión de fotografías que, al pasar rápidamente, parecían moverse. El invento fue presentado en la Exposición  Universal  de  Chicago  de 1893 y pronto se hizo muy popular. Edison construyó un estudio en New Jersey y comenzó a rodar películas. La mayoría de ellas consistían en pequeños números físicos protagonizados por acróbatas, forzudos o bailarinas.
Un día, en 1896, contrató a dos actores de teatro y filmó algo que, a partir de entonces, iba a repetirse en miles y miles de películas: el primer beso de la historia del cine.


Edison era ambicioso. Basándose en la patente de su invento y en la de otro sistema de proyección llamado vitascope, que también diseñó él, quiso desembarazarse del cinematógrafo y asegurarse el monopolio de las películas en el territorio de los Estados Unidos. Gracias a su influencia consiguió el apoyo del Gobierno y del fabricante de celuloide George Eastman e impuso a los distribuidores de filmes la obligación de contar con un certificado entregado por su empresa. Si la película no   tenía ese sello era confiscada. Muchas veces a punta de pistola. Esta «guerra de patentes» duró hasta 1908 y tuvo dos importantes consecuencias: fue el germen de nuevas empresas  que  lucharon  tenazmente contra Edison para continuar con su actividad y, a la vez, algunas de aquellas pequeñas empresas huyeron del Este y se marcharon a trabajar a California, una tierra soleada y alejada de la influencia de los pistoleros de Edison.
Fuente: “El cine contado con sencillez”,
Juan Zavala, Elio Castro-Villacañas y Antonio C. Martínez.

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