viernes, 1 de septiembre de 2017

Los estrenos en Sevilla de 01-09-2017



6 películas se estrenan el 1 de septiembre 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Una producción es estadounidense, dos españolas, una francesa, una argentina y una georgiana. Todas son de ficción excepto una que es documental. Poco que recomendar de momento, tendremos que esperar a que el otoño deje caer por aquí las primeras películas interesantes.  
 
Rehenes. (Georgia, 2017). Dir. Rezo Gigineishvili.
Los periódicos occidentales daban cuenta el 23 de noviembre de 1983 de un "extraño" suceso. Cinco chicos y tres chicas, que viajaban de vacaciones tras la boda de dos de ellos, habían secuestrado un avión georgiano con dramáticas consecuencias: siete muertos, entre ellos uno de los raptores, apenas veinteañeros, y la detención del resto de jóvenes, todos ellos hijos de la élite intelectual del país, cuya supuesta intención era huir a Turquía. Acallado durante días por las autoridades georgianas, y también por los medios de comunicación de la URSS, el ataque tiene una historia fascinante detrás, en lo individual y en lo colectivo. Un relato que ahora rescata otro joven, el director Rezo Gigineishvili, de 35 años (es decir, un año de edad cuando acaeció la masacre), con la intención de analizar tanto la situación social y política de esos insólitos criminales en su viaje de bodas, recluidos por el comunismo y su ausencia de libertad, como la lamentable gestión del suceso por parte de las autoridades de Tiflis. Gigineishvili divide claramente en tres partes su relato. En la primera, jugando de forma muy efectiva con la fotografía (tonos marrón, sepia y verde oscuro para las secuencias protagonizadas por los personajes mayores o las autoridades; modulaciones azules y blancas para los instantes de fugaz libertad de los protagonistas, entre los discos prohibidos de los Beatles y las puntuales evasiones de amor y sexo), narra su día a día y los preparativos del secuestro. La segunda, la del avión, es seca y brutal, de una desmañada violencia, representada por el director sin exhibicionismo alguno. Y la tercera, quizá la más débil, con el juicio y las consecuencias. "No me hables como si no tuvieses la oportunidad de ser feliz aquí", le viene a decir uno de los padres a su hijo, sin siquiera sospechar lo que preparaban para unos días después. Ser feliz aquí. En Georgia. En 1983. ¿Una cárcel o un paraíso? Gigineishvili no juzga, pero muestra la desesperación. También los efectos de esa angustia, los errores, la muerte de inocentes. Cine político para tiempos políticos. Recomendada (con reservas).

Barry Seal: El traficante. (USA, 2017). Dir. Doug Liman.
Basada en la vida real de Barry Seal, un expiloto que se convirtió en un importante narcotraficante en el cartel de Medellín y que acabó siendo reclutado por la CIA y el departamento de inteligencia de la DEA.Con Tom Cruise como formidable protagonista, Liman utiliza un montaje eléctrico, con cambios de texturas fotográficas y de formatos audiovisuales, insertos, recursos del documental (en algún pasaje, repleto de humor y de documentación de apoyo, parece una película de Michael Moore), y continuos vaivenes narrativos en el espacio y en el tiempo, que llevan a su relato hasta un espíritu disfrazado de superficialidad que, en cambio, esconde algo tan esencial como las maquinaciones de la política para enturbiar la división de poderes del país más poderoso del mundo.Estilosa hasta el brillante último plano, Barry Seal es la historia de un hombre improbable. Una figura que se desvanece porque, pese a todo, a pocos parece interesar. Salvo al cine estadounidense, demostrando una vez más su libertad de actuación con una superproducción política tan divertida como activista. Recomendada (con reservas).
 
La muerte y la doncella. (España, 2017). Dir. Andrés M. Koppel.
Presentada en la sección oficial del Festival de Málaga 2017.Andrés M. Koppel, guionista de “Intacto” (2001) y “Zona hostil” (2017), debuta en la dirección adaptando la tercera novela de Lorenzo Silva protagonizada por la pareja de la Guardia Civil formada por la cabo Virginia Chamorro y el brigada Rubén Bevilacqua, personajes con previas encarnaciones cinematográficas –“El alquimista impaciente” (2002)- y televisivas –“Un asunto conyugal” y “La reina sin espejo” (ambas de 2009)-. Los dos llegan a la isla de la Gomera para esclarecer el asesinato de un joven; caso que, en su día, fue objeto de una investigación insuficiente que no pudo demostrar la implicación de un político local.Koppel afronta el material como quien resuelve un expediente rutinario, delegando toda la carne en su sólido reparto. Y la sensación que prevalece es que esto no es más que cine negro entendido como ejercicio aplicado, sin nada que decir realmente sobre una realidad tan problemática como la de nuestro presente, donde tanta falta haría un buen estilete noir que desvelara la verdadera podredumbre que nos atraviesa. Recomendada (con reservas).
 
Un tango más. (Argentina, 2015). Dir. Germán Kral.
Historia de la vida y el amor de los famosos bailarines de tango argentinos, María Nieves Rego y Juan Carlos Copes, que se conocieron en la adolescencia y bailaron juntos durante casi cincuenta años, hasta que una situación dolorosa los separó.Es decir, una montaña rusa de atracción, desencuentro y cuentas pendientes acumuladas que, en muchos momentos difíciles, pudo ser trascendida y sublimada sobre el escenario, hasta que el arte no alcanzó para corregir la vida. La película de Germán Kral tiene su mayor fuerza en la voz de esta tanguera nata (Maria Nieves Rego) y en el estupendo material de archivo –explosivo el baile de la pareja sobre una mesa-, pero las reconstrucciones danzadas de la vida de los amantes caen en una cursilería de anuncio y nunca hacen justicia, en su puesta en escena, a la labor de los bailarines. No Recomendada.


Parada en el infierno. (España, 2016). Dir. Víctor Matellano.
Víctor Matellano, interesante escritor cinematográfico (El Hollywood español, Spanish horror, ¡Clint, dispara!, sobre la Trilogía del dólar, de Sergio Leone...), con obras excelentes en torno al cine de género y popular, a sus entresijos de producción y a sus secretos de estilo, ha venido practicando también, en su salto a la dirección, una suerte de modestísima serie B del nuevo milenio, con obras nacidas al amparo de su mitomanía. Posibilistas ejercicios de terror que emulaban un espíritu difícilmente reproducible, el de Jesús Franco, Paul Naschy y compañía, como un epígono imposible quizá más asentado en las lecturas que en las interioridades de la personalidad. Ahí se situaban “Wax” (2014) y “Vampyres” (2015), y en esa línea, aunque en un género distinto, el wéstern, hay que encuadrar “Parada en el infierno”, violentísima producción rodada en inglés donde solo se salva el paisaje.Marcada por los diálogos presuntuosos pero vacuos, la grandilocuencia de la banda sonora, las cámaras lentas como impacto de lo obvio, y un cierto regodeo en la violencia, marca del subgénero (amputaciones, crucifixiones, violaciones...), “Parada en el infierno” se rodea una vez más de la presencia referencial (el protagonista es Enzo G. Castellari, mito del spaguetti western y de la serie B), pero paradójicamente le sobra pulcritud en la imagen, mientras el guion se arrastra en la monotonía y la falta de ideas.Componer una película tan salvaje como “Los odiosos ocho”, en (casi) un escenario único y con un puñado de personajes, no depende tanto de la ferocidad como del perfecto manejo del tiempo. Y a Matellano, al que se le nota el peso del wéstern de Tarantino, le ha salido una del Oeste de bajo presupuesto que casi parece un amoral torture porn. No Recomendada.
 
Los casos de Victoria. (Francia, 2016). Dir. Justine Triet.
Cuesta reconocer en “Los casos de Victoria” a la misma Justine Triet que, tan solo tres años antes, había debutado en la frenética, fresca e inesperada “La bataille de Solférino” (2013). En su ópera prima, la directora sacó sus cámaras a la calle el 6 de mayo de 2012, día de la victoria electoral de François Hollande, para convertir a todos los parisienses que atestaban la calle Solférino, frente a la sede del partido socialista, en extras involuntarios de una comedia donde chocaban lo público y lo privado. Las tensiones entre una reportera televisiva, destinada a cubrir la jornada electoral, y un insistente exmarido empeñado en visitar a sus hijas centraba esta película que tenía mucho de arriesgado tour de force y que no revelaba parentescos evidentes en el panorama de la comedia francesa contemporánea: si acaso, una cierta afinidad con los trabajos coetáneos de Sébastien Bedbeder y Antonin Peretjatko por su común impulso de recoger, lejos de la reverencia mitómana, algunos tonos y estrategias de la herencia de la Nouvelle Vague. Si algo vincula a “La bataille de Solférino” con “Los casos de Victoria” es su foco sobre una protagonista desbordada por sus obligaciones profesionales y entregada a la caótica gestión de maternidad, vida privada y adicción al trabajo. La referencia lejana parece ser aquí esa screwball comedy que encontró su vector de ingenio y velocidad en hiperactivas figuras femeninas, comúnmente rodeadas de hombres inmaduros. El problema es que el segundo largometraje de la Triet recuerda más a una comedia (del montón) protagonizada por Katherine Heigl –o sea, más “La cruda realidad” (2009) o “Como la vida misma” (2010) que “Lío embarazoso” (2007)-, vínculo reforzado asimismo por el cierto parecido físico entre Virginie Efira y la actriz estadounidense. Ojalá en su siguiente trabajo Justine Triet recuerde cómo empezó. No Recomendada.

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