viernes, 24 de agosto de 2018

Los estrenos en Sevilla de 24-08-2018


7 películas se estrenan el 24 de agosto de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Dos son producciones estadounidenses, dos francesas, una italiana, una india y una española. Esta semana se queda sin editar en Sevilla el thriller francés “Revenge” (Coralie Fargeat, 2017), ganador del Premio a la Mejor Dirección Novel en el Festival de Sitges 2017 y el thriller estadounidense “Asalto en la noche,” (James McTeigue, 2018), pero sin ninguna importancia especial. Pasemos a nuestras recomendaciones para esta semana.


Hotel Salvación. (India, 2017). Dir. Shubhashish Bhutiani.
Comedia dramática india, protagonizada por Adil Hussain, Lalit Behl,  Geetanjali Kulkarni, Palomi Ghosh, Navnindra Behl y Anil K. Rastogi.
El score está compuesto por Tajdar Junaid.
La vida es una ola destinada a disolver su singularidad en el océano de la existencia. Así contempla el hinduismo el tránsito hacia la muerte: no como un final, sino como la culminación de un proceso donde la salvación certifica la desaparición del ego en la unidad de todas las cosas. En una reveladora secuencia de “Hotel Salvación”, ópera prima del director indio Shubhashish Bhutiani, la lectura de una necrológica —que escribió el propio difunto antes de morir— hace que sus familiares pasen del dolor al súbito estallido de la risa. En otro momento de la película, un personaje, que transporta sobre los hombros el cuerpo muerto de su padre, se une a las mujeres de la familia que, con una sonrisa en sus rostros, convierten la despedida en una ceremonia gozosa.
En “Hotel Salvación”, un anciano cree sentirse preparado para abandonar la vida y le pide a su hijo, sumergido en un infierno laboral de gestiones y constantes e intempestivas llamadas de negocios, que le acompañe a la ciudad sagrada de Varanasi, a orillas del Ganges, para completar al ciclo. El establecimiento en el que se alojarán da título a la película: un hotel para esperar a la muerte en el que sólo se puede permanecer un máximo de quince días. Si la muerte no ha llegado en ese momento, el responsable del local permite a los huéspedes cambiar de nombre e identidad para alargar la estancia. Uno de los personajes secundarios más memorables de la película —una mujer viuda que llegó con la intención de morir en compañía de su esposo— lleva trece años en el lugar.
Shubhashish Bhutiani cuenta su historia con delicadeza, sin vender folklore para la exportación y sin que el acercamiento emocional entre ese padre y ese hijo suene a fórmula de guión. El tono oscila entre el drama y la comedia con la misma muda suavidad con la que una vela se mece en las aguas del Ganges. El modo en que la fe y el ritual se intersectan con lo cotidiano inspira algunos de los momentos más brillantes de este certero debut. Recomendada.


Promesa al amanecer. (Francia, 2017). Dir. Eric Barbier.
4 nominaciones a los Premios César 21017.
Drama que adapta la novela autobiográfica de Romain Gary, interpretado por Charlotte Gainsbourg, Pierre Niney, Didier Bourdon y Jean-Pierre Darroussin. 
El escritor y diplomático francés de origen polaco-lituano Romain Gary, amigo de André Malraux y de Albert Camus, único doble ganador del premio Goncourt, criado en Vilna, cuando aún era Polonia, por una madre sobreprotectora con tendencia a la excentricidad y a la sobreactuación, judío perseguido, casado con la escritora británica Lesley Blanch y después con la mítica actriz francesa Jean Seberg, y héroe de la aviación británica durante la II Guerra Mundial, tuvo una vida de película, no necesariamente en este orden.
Una existencia en el filo de lo creíble de puro estrambótica, que acabó plasmando en buena parte en “La promesa del alba”, volumen autobiográfico que el francés Eric Barbier ha llevado por segunda vez al cine, tras la versión de 1970 dirigida por Jules Dassin, de aires más grotescos. Tituladas ambas “Promesa al amanecer”, ofrecen un desarrollo algo distante y tonos distintos, quizá porque el texto de Gary, sus andanzas y, sobre todo, el peculiarísimo personaje de la madre, admiten cualquier tipo de interpretación.
Tiene la presente versión de Barbier un problema de base que, en principio, debería ser definitivo: tarda en arrancar más de una hora. Toda la parte infantil y juvenil, compuesta a través del cliché fotográfico de los colores con bajo contraste para las películas de época, entre el sepia, el gris y el marrón, es demasiado plomiza porque, además del menor interés de los acontecimientos, el guion del propio Barbier nunca fluye como la película río que debería ser. Así, su naturaleza episódica se acrecienta en una narración que abusa de la voz en off, y va convirtiéndose, paradójicamente, en una historia contada discretamente narrada.
Sin embargo, llegada la contienda mundial, Barbier se luce en las secuencias bélicas y, ya con menos saltos en el tiempo, por fin acabamos de centrarnos en el personaje y en sus modulaciones, en la tremenda influencia de su madre, para bien y para mal, aunque ya sin su presencia o con ésta reducida al mínimo. Algo en lo que puede que también tenga que ver la discutible interpretación de la excelente actriz que es Charlotte Gainsbourg: falsamente histriónica, en lugar de histriónicamente falsa, que no es lo mismo, y que es justo como se dibuja el personaje ya desde su primera secuencia. No Recomendada.


Rodin. (Francia, 2017). Dir. Jacques Doillon. 
Sección Oficial del Festival de Cannes 2017.
Película biográfica sobre el artista Auguste Rodin (1840-1917), interpretada por Vincent Lindon, Izia Higelin, Séverine Caneele y Edward Akrout.
Estrenada —y abucheada— en el pasado Festival de Cannes 2017 con motivo del centenario del fallecimiento de Auguste Rodin, la última película de Jacques Doillon invita a formular una pregunta insidiosa: ¿era la relación del escultor con la materia tan tempestuosa como la que mantenían los cuerpos en combate de “Mis escenas de lucha”, anterior trabajo del cineasta? Probablemente, sí, aunque no pueden concebirse dos películas más distintas: frente al cierto academicismo museístico de este biopic, la pulsión y el trastorno de esa desconcertante propuesta que contenía al mejor Doillon, incluidas las aristas más antipáticas de su poética.
El cineasta elige capturar la vida del artista en un momento preciso de su trayectoria: los diez años que separaron dos encargos oficiales, el de las Puertas del Infierno —el ambicioso conjunto que iba a servir de umbral al nonato Museo de Artes Decorativas de París y que Rodin concibió como una summa de las pasiones humanas— y el de su polémica escultura de Balzac. El periodo también acogió el esplendor y la desintegración de su convulsa historia de amor con Camille Claudel, figura que se convierte en incómodo fuera de campo en la segunda mitad de un relato que prefiere centrarse en los tormentos subjetivos del genio y su pulso con el gusto establecido, restando relieve a los daños colaterales de su vida familiar y sentimental.
Vincent Lindon encarna al artista como gigante ensimismado, en perpetuo estado de insatisfacción con un poder económico incapaz de descifrar el alcance de su revolución estética. El guion, escrito por el propio Doillon, logra incorporar con cierta armonía el pensamiento artístico del escultor en el curso de este relato épico, con amour fou al fondo, sobre la solitaria forja de una nueva sensibilidad artística que, en realidad, pese a sus insuficiencias, no merecía tan inapelable abucheo. No Recomendada.


Alpha. (USA, 2018). Dir. Albert Hughes.
Película de aventuras situada en la Prehistoria, interpretada por Kodi Smit-McPhee, Jóhannes Haukur Jóhannesson y Leonor Varela.
No se hacen, ni se han hecho, demasiadas películas ambientadas hace 20.000 años en lo que ahora llamamos territorio europeo. Primer punto. Tampoco se componen demasiadas películas históricas con mensaje ecologista que no caigan en lo melifluo, en una visión puramente contemporánea y sin matices de lo que siempre fue la lucha entre el ser humano y la naturaleza. Segundo punto. Y son aún menos las películas de aventuras de Hollywood cuya apuesta por la imagen y no por el texto lleven a que en su versión original se huya del inglés, con todo lo que ello conlleva de riesgo comercial en el mercado anglosajón, para abrazar unos diálogos en idioma incompresible y ancestral: el indio americano. Tercer punto.
 “Alpha” es la primera obra en solitario de Albert Hughes sin la habitual compañía de su hermano Allen.
Dividida claramente en dos mitades, la cinta cuenta en su primera parte los ritos iniciáticos para la caza y la guerra del joven hijo del jefe de una tribu prehistórica. Y, en su segundo trecho, ya sin apenas texto, la relación de este con un lobo que comienza como enemigo y termina como aliado en su lucha por la vida. Es decir, y por entroncar con dos películas de Jean-Jacques Annaud: un segmento está en la línea de “En busca del fuego” (50.000 años arriba o abajo, que se dice pronto), y otro en la órbita de “El oso”. Aunque, ojo, siempre en un sentido menos adulto y trascendente, y más enfocado hacia la platea juvenil.
Con unos efectos visuales quizá mejorables en las secuencias de grandes manadas y estampidas, sobre todo cuando se trata de una superproducción, pero con unos logrados momentos de interactuación ser humano-animal, la narración ofrece un compacto relato de supervivencia que nunca resulta dulzón. E incluso lo suficientemente feroz como para que algún crío de los más pequeños salga del cine de un modo distinto al que entró: endurecido o aterrado.
Hay paisajes bellos y sorpresa final que tiene que ver con el significado del concepto generalizado de macho alfa, pero en conjunto resulta un tanto inocente. No Recomendada.


Los futbolísimos. (España, 2018). Dir. Miguel Ángel Lamata. 
Comedia de aventuras infantil interpretada por Julio Bohigas-Couto, Carmen Ruiz, Joaquín Reyes, Milene Mayer y Jorge Usón.
El score es de Fernando Velázquez.
El descomunal triunfo editorial de “Los futbolísimos”, saga de libros infantiles escritos por Roberto Santiago, con más de un millón y medio de ejemplares vendidos, está asentado en tres bases: la, en general, preferencia de los niños lectores por la identificación y los ambientes reconocibles, alejados de las exóticas aventuras en lugares reales, pero en las antípodas de la cotidianidad, hacia las que se dirigían generaciones anteriores; el fútbol como incuestionable eje del ocio de la mayoría de la sociedad española contemporánea, incluidos los críos; y el gusto por el misterio y una cierta aventura, presente en cualquiera de las sagas más exitosas de las últimas décadas, ya desde los clásicos de Enid Blyton.
Un boom que se traslada ahora al cine con esos mismos fundamentos y que, de forma paradójica en un producto exclusivo para niños, donde mejor funciona no es ni en los partidos de fútbol ni en las aventuras ni en el misterio, sino en las secuencias en apariencia más intrascendentes, las conversaciones: entre hermanos, entre amigos, ya sea en dúo o en grupo, y entre padres e hijos, amparadas por la comedia, la complicidad, la amistad, el primer amor y el aprendizaje.
Quizá también de forma sorprendente, “Los futbolísimos”, basada en la primera de las doce novelas de la saga, “El misterio de los árbitros dormidos”, no viene bajo el timón de Santiago, también realizador de cine (El penalti más largo del mundo, El club de los suicidas…) hasta la llegada de la notoriedad de los libros, y aquí en labores de coescritura, además de un breve cameo final, sino bajo la dirección de Miguel Ángel Lamata, el inclasificable y desigual todoterreno responsable de “Una de zombis”, “Isi/Disi” y “Tensión sexual no resuelta”.
Con buen empaque de producción y una excelente banda sonora de Fernando Velázquez, omnipresente sin subrayar, marcando cada tono pero sin comerse las imágenes, la película de Lamata se obceca en el ejercicio de la siempre complicada comedia de slapstick, tan difícil de coreografiar, filmar y montar, y ofrece demasiado tiempo a la investigación del enigma de los árbitros dormidos. Sin embargo, el fútbol está aceptablemente rodado y las inevitables moralejas finales en torno a los villanos de turno son estupendas.
Aun teniendo claro que es imposible meterse en la cabeza y en la piel de los chicos que han arrasado con las librerías y que acudirán con ilusión a las salas, a muchos de los espectadores adultos acompañantes les sonarán los ambientes de competición infantil del fin de semana (y, sobre todo, de enseñanza y entretenimiento), por lo que puede que para los padres sea suficiente que el mensaje sea positivo. Siempre que por una vez sean conscientes de que la película no es para ellos. No Recomendada.


La música del silencio. (Italia, 2017). Dir. Michael Radford. 
Biopic sobre el tenor y músico italiano Andrea Bocelli. Interpretada por Toby Sebastian, Antonio Banderas, Jordi Mollà, Alessandro Sperduti, y Luisa Ranieri.
Si se tiene el suficiente genio, incluso de una guía de teléfonos se podría hacer una buena película. Si no se tiene, hasta la vida de un cantante ciego de gran éxito puede parecer la guía de teléfonos con música y penas.
Cuando parecía que ya no se hacían películas así, Michael Radford y sus acompañantes han compuesto “La música del silencio”, biografía cinematográfica del tenor italiano Andrea Bocelli, un compendio de clichés de autoayuda, de anecdotario melodramático desde su nacimiento hasta su triunfo, sobre un artista que seguramente no se merecía una producción tan rancia, tanto en lo interno como en lo externo. Radford, que una vez tuvo un triunfo internacional con una película popular que nacía del arte, “El cartero (y Pablo Neruda)”, de 1994, anteriormente capaz de realizar una versión cinematográfica más que digna de una novela tan complicada de adaptar como “1984”, de George Orwell, y que vio cómo por desgracia su mejor obra, la española “La mula” (2013), era masacrada tras su rodaje por diversos problemas de producción y derechos comerciales, se ha metido un jardín del que era imposible salir. Un producto de otro tiempo, que llega 40 años tarde, basado en una novela autobiográfica del propio Bocelli.
Lánguida y cursi, con la vocación inspiradora tan marcada que pierde cualquier sentido, “La música del silencio” carece de identidad en su forma de falso europudding con participación española (Antonio Banderas y Jordi Mollà), junto a su filmación en inglés, aunque con la sorpresa posterior de que en realidad se trata de una producción totalmente italiana. Vocación internacional, vocación de impulso y de superación de barreras en personas que lo necesiten, y vocación musical. De la vocación por el cine se olvidaron. No Recomendada.


¿Quién está matando a los moñecos?. (USA, 2018). Dir. Brian Henson. 
Comedia americana interpretada por Melissa McCarthy, Elizabeth Banks, Maya Rudolph, Joel McHale y Cynthy Wu.
A juzgar por las críticas de ¿Quién está matando a los moñecos? en la prensa estadounidense, uno pensaría que la película de Brian Henson es un desastre que deja a “The Room” a la altura de, pongamos, “El apartamento”. Dichas reseñas describen la cinta como una abominación lovecraftiana cuyo visionado llevará a los espectadores a renegar del cine, de las marionetas y del humor escatológico (no necesariamente en ese orden) por los siglos de los siglos. ¿Está la película a la altura de estos presagios apocalípticos? Pues lo sentimos por los cazadores de espantos filmados, porque, en nuestra opinión, ni por asomo: la película es mala, y punto.
A “¿Quién está matando a los moñecos?” pueden reprochársele unas cuantas cosas. Sin ir más lejos, su premisa está tomada casi al dedillo de “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”, incluyendo las metáforas (ingeniosas en el filme de Robert Zemeckis, chuscas en este) sobre la discriminación y la identidad racial. Por otra parte, sus arrebatos de guarrería (muy deudores de los de Peter Jackson en “El loco mundo de los Feebles”) resultan muchas veces, no ya desagradables, sino algo todavía peor: previsibles y sin gracia. El conjunto, en suma, es tan mediocre que ni siquiera Melissa McCarthy se las apaña para darle energía. Elizabath Banks se salva, eso sí, por una razón: Elizabeth Banks siempre tiene gracia. 
Se trata de una cinta cuya premisa se agota tras la primera media hora,  que habría dado más el pego como especial televisivo y que quizás goce de una tímida reivindicación de aquí a unos años, cuando el vídeo doméstico, las reposiciones y la nostalgia hayan hecho su magia. Quienes la vean ahora en cine tal vez se arrepientan de haber pagado el precio de la entrada, pero podrán seguir revisando los mejores sketches de “Los teleñecos” sin sentir ganas de arrancarse los ojos. No Recomendada.

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