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miércoles, 9 de diciembre de 2015

El clan, de Pablo Trapero



Título original: El clan. Dirección: Pablo Trapero. País: Argentina y España. Año: 2015. Duración: 108 min. Género: Thriller. Guión: Julián Loyola, Esteban Student y Pablo Trapero. Producción: Agustin y Pedro Almodóvar, Esther García, Matías Mosteirín, Hugo Sigman y Pablo Trapero. Música: Sebastián Escofet. Fotografía: Julián Apezteguia. Montaje: Alejandro Carrillo y Pablo Trapero. Estreno en España: 13 noviembre 2015.
Intérpretes: Guillermo Francella (Arquímedes Puccio), Peter Lanzani (Alejandro Puccio), Gastón Cocchiarale (Daniel «Maguila» Puccio), Giselle Motta (Silvia Puccio), Franco Masini (Guillermo Puccio), Antonia Bengoechea (Adriana Puccio), Lili Popovich (Epifanía Puccio), Gabo Correa e Inés Popovich.

Sinopsis:
La historia se basa en el caso policial del Clan Puccio, que conmocionó a la sociedad argentina a principios de los 80. Tras la aparente normalidad de los Puccio se oculta un siniestro clan dedicado al secuestro y al asesinato. Arquímedes, el patriarca, lidera y planifica las operaciones. Alejandro, el hijo mayor, estrella de un club de rugby, se sirve de su popularidad para no levantar sospechas. Los demás miembros de la familia son cómplices en mayor o menor grado de los crímenes del clan y viven de los beneficios obtenidos de los rescates que pagan los familiares de los secuestrados.

Fotograma de "El clan"

Comentarios:
Pablo Trapero se llevó el León de Plata al Mejor Director en el pasado Festival Internacional de Venecia.  El realizador de “Leonera” (2008) y “Elefante blanco” (2012) se lanza en esta ocasión con una historia basada en hechos reales, ambientada en los años 80. La crítica ha tratado bastante bien a este nuevo filme de Trapero, llenándolo de elogios, sin ir más lejos el crítico Luis Martínez nos habla de la normalidad, algo tan difícil de filmar.
La normalidad es la forma, probablemente patológica, que tiene la mediocridad de imponerse, de marcar las normas. Pero no sólo eso, lo normal nos define, nos tranquiliza y, sobre todo, nos hace ser lo que somos. Para bien y, como siempre, para mal. Al fin y al cabo, lo natural (otra forma más contundente de definir el término medio) excluye al diferente, al raro o, ya que estamos enfangados en ello, al extranjero.
'El clan', de Pablo Trapero, trata de eso: de los límites que definen la zona estable de una sociedad de provecho. Digamos que la película cuenta un episodio de la crónica negra bonaerense pretendidamente extraño, por extraordinario, que conmovió los cimientos de todo lo que se mantiene en pie. En la Argentina de los años 80, la familia Puccio se dedicó con la mayor "naturalidad" del mundo a secuestrar, torturar y finalmente asesinar. Era su medio de vida.
Ahora, borren todos los lugares comunes sobre el asunto. No eran una nueva versión de los Dalton ni muchos menos de Ma Baker y sus polluelos. No eran, para entendernos, criminales. Nótese que no decimos que no parecían maleantes; la carga de la prueba está en el verbo ser. Repetimos: no lo eran. Gozaban de la protección de la policía. Afincados en el barrio bien de la capital, existían perfectamente integrados como padres de familia ejemplares, jugadores de rugby de prestigio (el hijo) o maestras con una contrastada devoción por la infancia (la madre). Eran, ya se ha dicho, normales, patológicamente normales.
Pablo Trapero convierte este suceso emblemático, turbador y cruel en un perfecto mirador desde el que contemplar la sociedad de su tiempo. Y más allá. ¿Qué tuvo que pasar para que los Puccio vivieran con la mayor tranquilidad, sin remordimientos, una forma de vida tan peculiar, digámoslo así? Por aquel entonces, el país se despertaba de una agria pesadilla de 9.000 desaparecidos. Y ahí, en el pozo negro de la aberración, empiezan a aparecer las explicaciones y, en efecto, los cadáveres.
 
Peter Lanzani y Guillermo Francella
Con este punto de partida, Trapero se las arregla para confeccionar un 'thriller' con vocación de algo más. De repente, por las grietas de la narración aparece la fría constancia de la culpabilidad colectiva. La misma sociedad que amparó, miró a para otro lado y, directamente, colaboró en uno de los mayores horrores del siglo transformó los patrones de lo evidente. Puccio lo entendió a la perfección y obró en consecuencia.
'El clan', producida por los hermanos Almodóvar y que viene de batir todos los récords de taquilla en su país, se ofrece de forma modesta como una cinta de género. Lejos de plantearse como lección moral, Trapero opta por el escalofrío que provoca la mirada transparente de un Guillermo Francella del tamaño exacto de los gigantes. Y se agradece. Lo que importa es la fiebre de la narración, la sensación de náusea, el miedo.
Bien es cierto que, por momentos, la modestia, por así decirlo, del planteamiento juega en contra. Todo suena y parece demasiado argentino. Y no. Si miramos de cerca, pocas sociedades se han librado del síndrome perverso de la normalidad. Piensen en la gangrena del terrorismo en el norte del país que pisan o, más lejos, en cualquier de las formas, matizadas o no tanto, de totalitarismo. Cuando la negación del otro hasta su aniquilamiento adquiere la textura dulce y cálida de lo habitual, de lo aceptable, de lo nacional-católico, ya no hay remedio. Estamos condenados. Quizá la historia habría necesitado más pausa hasta hacer coincidir la mirada del protagonista con el gesto de conformidad del mismísimo patio de butacas.
Sea como sea, lo que queda es una efectiva e inmisericorde bofetada, una advertencia contra la evidencia del lugar común. Al fin y al cabo, el patriarca del clan no hizo nada que no hiciera antes cualquier europeo (no sólo alemán) que permitió atrocidades mayores: ver como natural la peor de las enfermedades: la del silencio. Hay más Puccio de los que parecen. Normal.


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