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domingo, 4 de diciembre de 2022

L'immensità (Emanuele Crialese, 2022)

 

Título original: L'immensità. Dirección: Emanuele Crialese. País: Italia. Año: 2022. Duración: 98 min. Género: Drama.

Guión: Emanuele Crialese, Francesca Manieri, Vittorio Moroni. Música: Rauelsson. Fotografía: Gergely Pohárnok. Montaje: Clelio Benevento. Producción: Chapter 2, Wildside, France 3 Cinéma, Pathé, Canal+.

Sección Oficial del Festival de Cine de Venecia 2022. Sección Oficial (fuera de competición) del Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI 2002).

Fecha del estreno: 28 Octubre 2022 (España).

 

Reparto: Penélope Cruz, Luana Giuliani, Vincenzo Amato, Aurora Quattrocchi, Giuseppe Pattavina, Filippo Pucillo, Elena Arvigo, Laura Nardi, Alvia Reale, Carlo Gallo, Rita De Donato, Patrizio Francioni.

 

Sinopsis:

Roma, años 70. Clara y Felice acaban de mudarse a un piso nuevo. Su matrimonio está acabado: ya no se aman, pero son incapaces de separarse. Lo único que los mantiene unidos son sus hijos, en los que Clara vuelca su deseo de libertad. Adriana, la mayor, acaba de cumplir 12 años y presencia muy de cerca los estados de ánimo de Clara y las tensiones cada vez mayores entre sus padres. Adriana rechaza su nombre y su identidad, quiere convencer a todo el mundo de que es un chico, y su obstinación hace que el ya frágil equilibrio familiar alcance un punto de ruptura. Mientras los niños esperan una señal que los guíe, todo cambia a su alrededor y en su interior.

 

Comentarios: 

L’immensità es una película bañada de nostalgia estética para aproximarse a los recuerdos mitificados de una familia que tiene poco de idílica. Emanuele Crialese, un director cuya carrera despegó en 2002 al ganar en la Semana de la Crítica de Cannes con Respiro, se remonta a su propia memoria adolescente en los años setenta para mostrar un drama sobre la identidad de género en el que el personaje central es una niña, Adriana, que quiere llamarse Andrea, nombre masculino en italiano, y que encuentra en su madre —que ha optado por llamarlo con un término medio, Adri—, una mezcla de musa, víctima doméstica y enigma.

Este drama no logra calar, pese a moverse entre asuntos de peso, como la violencia machista, o incluso la urbanística. Lamentablemente, su tonelaje, esa “inmensidad” del título, no acaba por despejar su significado. A través de una serie de estampas familiares desgastadas, el álbum de fotos familiar que propone Crialese tiene su baza más sólida en la relación entre Andrea/Adri y su madre, interpretada por Penélope Cruz, que en su tercera película italiana da vida a una mamma pequeño burguesa redonda, una mujer atrapada en un matrimonio muerto cuyo crescendo dramático sí eleva la película por encima de sus cualidades.

Crialese mima una ambientación de época en la que el piso familiar se erige como espejo de una vida perfecta de cara al escaparate pero infernal en su fondo. Situado a las afueras de Roma, desde la terraza del moderno apartamento se adivina una sociedad anclada en las tradiciones y la religión. A pocos metros del portal, separados por un campo de juncos, se esconde un asentamiento de familias pobres que se convierte en un polo de atracción para el primogénito, unos márgenes donde nadie cuestiona su género.

La obsesión por la madre, la manera de observarla y estudiarla al milímetro, es el tronco de un filme en el que Penélope Cruz eleva su papel a un lugar solitario y desgarrador. El origen español de esta “madre amantísima” le permite a la actriz explorar la vulnerabilidad del personaje desde un aislamiento estructural, una mujer sin nadie que se pasa el día sola con sus tres hijos, que siente debilidad por el primogénito, el más frágil, y que se libera de su melancolía cantando y bailando con ellos. Los números musicales de la película, que evocan la omnipresencia de la televisión en un hogar disfuncional, no resultan un pegote gracias a la garra que saca la actriz española para adueñarse de dos mitos italianos como Raffaella Carrà o Patty Pravo.

Con la fuerza de sus mejores interpretaciones, Cruz compone a una mujer destruida, carcomida por el dolor, que entronca con algunos de sus trabajos con Pedro Almodóvar, pero que encuentra su propio camino desde la mirada retadora y a la vez cautivada de su hijo. Una madre-mártir impredecible aunque bondadosa en extremo, una mujer subida al altar de los recuerdos, tan idealizada como ese cuarto infantil de literas rojas que pone en evidencia la frialdad de un hogar acomodado convertido en cárcel. (Elsa Fernández-Santos)

Recomendada (con reservas).



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