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viernes, 21 de enero de 2022

Los Diez Mandamientos (Cecil B. DeMille, 1923)

 “No puedes romper los diez mandamientos, ellos te romperán a tí”


En 1922 el periódico “Los Ángeles Times” convocó un concurso público en cooperación con la famosa Players-Lasky Corporation: se llevaría 1.000 dólares quien propusiera la idea más convincente para utilizar como tema en una película. Entre la inmensa cantidad de propuestas destacaban algunos temas bíblicos. En la oficina del director Cecil B. DeMille imperaba el asombro: ¿la Biblia como fuente de inspiración de una película para el gran público? DeMille retuvo especialmente bien una de las propuestas. Estaba firmada por F.C. Nelson, un trabajador de Michigan que soñaba con una película sobre los 10 mandamientos. Con su propuesta incluyó un lema publicitario: “No puedes romper los diez mandamientos; ellos te romperán a tí”. Él y otros siete participantes con la misma propuesta temática ganaron 1.000 dólares cada uno como premio. Era una cantidad modesta teniendo en cuenta los gastos e ingresos derivados de la película: la producción costó 1,5 millones de dólares y se recaudaron unos beneficios de 4,2 millones de dólares, una cantidad exorbitante para la época.

DeMille, creyente convencido, se había propuesto hacer una película ambivalente. Se le ocurrió extrapolar el material del Antiguo Testamento a una historia actual. De modo que el film se dividió en dos partes: un prólogo bíblico y una historia moderna sobre dos hermanos que compiten por la misma mujer. La parte histórica se basa en el segundo libro de Moisés que describe la huida de los israelitas de Egipto, la separación de las aguas del Mar Rojo, la revelación de los diez mandamientos en el Monte Sinaí y el episodio del becerro de oro. Para realizar la parte moderna, DeMille encargó escribir un guion a la joven autora e intérprete Jeanie Macpherson.



DeMille tenía una idea muy clara del aspecto de debían presentar las escenas del Antiguo Testamento. Se inspiró en una Biblia del Rey Jaime con ilustraciones de Gustavo Doré. A comienzos de 1923 finalmente encargó a Paul Iribe que construyera los decorados al noroeste de Los Ángeles, sobre las dunas de Guadalupe: la ciudad de Ramsés II. Fueron los más espectaculares que se habían realizado jamás para una película. El cine bíblico y monumental, el género más taquillero de Hollywood, nació entre médanos.



Además de la monumentalidad del atrezo y del dominio demostrado en las escenas de masas, también causó sensación la novedad cinematográfica empleada en la película. Una nueva compañía, llamada Technicolor, ofreció a DeMille instalar una máquina adicional que podía grabar en un nuevo sistema de dos colores. Si le gustaban las tomas podría comprarlas, si no, se destruirían sin más. DeMille ya tenía cierta experiencia en el colorido de imágenes con el procedimiento de Handschiegel, que empleó así mismo en una copia en nitro que hizo del prólogo, pero las imágenes de Technicolor también fueron de su agrado. La inserción esporádica de estas escenas cromáticas hizo resaltar la expresividad del contenido y fue un excelente medio de reflejar el material bíblico en la película. La representación natural de la realidad se asoció al blanco y negro, mientras que el color se relacionaba con lo artificial, los sueños, el ambiente.

Se han hecho correr ríos de tinta sobre el truco de la gelatina en la escena de la separación de las aguas del Mar Rojo. Existen otras dos secuencias de la parte moderna que no resultan menos impactantes incluso en nuestros días. Una es el viaje vertiginoso de una de las protagonistas en un ascensor abierto que se eleva hacia el tejado de la Iglesia -desde el punto de vista cinematográfico, resuelto muy en la línea de la Nueva Visión fotográfica de la década de 1920-; y la otra es una escena criminal bastante comentada en la que la víctima, la amante, cae a causa de un disparo contra una gruesa cortina de terciopelo que se desprende de la barra poco a poco.

La crítica celebró sobre todo el prólogo bíblico, mientras que la parte con la historia moralista de los dos hijos distintos de una madre beata (Edythe Chapman), el astuto e intrigante Dan (Rod La Rocque) y el formal y creyente John McTavish (Richard Dix), quedó algo a la sombra del monumental prólogo. Al final, John, el hermano honrado, conquista el corazón de la chica, mientras que Dan, el pecador, se estrella contra la costa rocosa. El público se sintió fascinado por la alternancia entre el bien y el mal, entre la simpatía espontánea y el rechazo precipitado. El hecho de que la madre McTavish muera precisamente ante el muro de una iglesia que se desmorona, muy parecida, desde el punto de vista formal, a la tabla de los 10 mandamientos de Moisés que aparece en el prólogo de la cinta, no molestó demasiado al público, que tampoco sabía nada de la carta de un tal F.C. Nelson, ni de su lema.

Los habitantes de la pequeña localidad de Guadalupe, cerca de Santa María, quedaron perplejos cuando en la primavera de 1923 un convoy de trabajadores emprendió la construcción, en medio de las dunas blancas que yacen junto al Pacífico, de una gigantesca obra de hierro, hormigón y madera. Cuando, transcurridos dos meses, la construcción se dio por terminada, volvieron a frotarse los ojos con asombro. Tenían ante sí el inmenso portal de una ciudad amurallada del Antiguo Egipto, de más de 228 metros de longitud y una altura que superaba los 33 metros, flanqueada por cuatro imponentes estatuas faraónicas, sobre las cuales colgaban los bajorrelieves sobredimensionados. Una avenida con 21 esfinges de mármol de colores conducía directamente a la colosal puerta. A cierta distancia, una pirámide se alzaba hacia el cielo. ¡Cecil B. DeMille había reconstruido la ciudad del personaje bíblico Ramsés II a escasos 150 kilómetros de Los Ángeles! Cartón piedra y yeso para recrear toda una civilización del Nilo, cerca de Los Ángeles.



Para conferir una dimensión gráfica igualmente imponente de la huida de los israelitas guiados por Moisés y la irrupción del ejército del faraón, fueron contratados 2.500 figurantes que, junto con 3.000 animales, se acomodaron en un poblado de tiendas de campaña. El lugar tenía el aspecto de campamento militar, y contaba con todo tipo de infraestructuras (agua, teléfono, electricidad, espectáculos de jazz y actuaciones de música periódicas, una escuela e incluso un destacamento policial propio, que controlaba la prohibición de ingerir alcohol). DeMille había planeado hasta el detalle de proveer de comida kosher a los 250 judíos ortodoxos que desfilarías a la cabeza de la procesión que seguía a Moisés. Estaba convencido de que interpretarían el éxodo con gran entusiasmo. Cuando, durante las tomas, comenzaron a entonar canciones populares, se emocionó. La compra de dos sementales de pura raza para el carro de guerra del faraón casi le costó la película, pues expoliaba de buena manera las cuentas de los productores. Pero llegó el día en el que todas las escenas estuvieron en sus correspondientes latas y el presupuesto acordado de 1 millón de dólares sólo se había superado en una mínima parte. Eso sí, no quedaba un céntimo para almacenar el entonces mayor decorado de la historia del cine, por lo que se desmontó y simplemente se enterró en la arena.



Cecil B. DeMille rodó en 1923 su primera versión de “Los diez mandamientos”. Años más tarde, en 1956, el mismo director rueda la segunda versión de dicho film con sonido y a color, con un éxito tan descomunal, que la primera película cayó casi en el olvido.



DeMille era excéntrico, ególatra y genial. Él era la definición misma del Hollywood de los años dorados de las primeras décadas del pasado siglo XX. Su carrera abarcó 40 años y rodó 70 películas. Abrumador. Cecil B. DeMille no era un director que lo pusiera fácil: él decía lo que se debía hacer y no admitía ningún pero a sus órdenes. Viajaba con su silla especial desde donde lo controlaba todo. Vestía de un modo genuino, con polainas de cuero y pantalones de montar.



Su nieta Cecilia DeMille Presley, que se crió con su famoso abuelo, lo define como “una versión moderna de los Médici”, y a su cine como “colosal”, lo mismo que colosal es el reciente hallazgo de una cabeza totémica de dicho rodaje, escondida durante más de 90 años bajo las dunas de arena, de la que se estudia su reconstrucción, según Doug Jenzen, director ejecutivo de Guadalupe-Nipomo Dune Center, y supervisor de la excavación. La esfinge tiene 4,6 metros de altura y 5 toneladas de peso.



VIRGINIA RIVAS ROSA




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