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sábado, 23 de octubre de 2021

Cry Macho (Clint Eastwood, 2021)

 

Título original: Cry Macho. Dirección: Clint Eastwood. País: USA. Año: 2020. Duración: 104 min. Género: Drama.  

Guión: N. Richard Nash, Nick Schenk (basado en una novela de N. Richard Nash). Fotografía: Ben Davis. Música: Mark Mancina. Montaje: Joel Cox. Producción: Albert S. Ruddy, Tim Moore, Jessica Meier, Clint Eastwood.

Fecha del estreno: 24 Septiembre 2021 (España)

 

Reparto: Clint Eastwood (Mike Milo), Eduardo Minett Rafael “Rafo” Polk), Natalia Traven (Marta), Dwight Yoakam (Howard Polk), Fernanda Urrejola (Leta), Sebestien Soliz, Horacio García Rojas (Aurelio), Daniel V. Graulau, Ana Rey, Brytnee Ratledge, Paul Lincoln Alayo, Alexandra Ruddy, Amber Lynn Ashley, Joe Scoggin, Elida Munoz, Abiah Martinez, Ramona Thornton.

 

Sinopsis:

Texas, 1978. Una ex estrella de rodeo y criador de caballos retirado acepta un encargo de un antiguo jefe: traer a su hijo pequeño desde México de vuelta a casa para alejarlo de su madre alcohólica. En el viaje, ambos se embarcarán en una inesperada aventura.

 

Comentarios:

Cry Macho es una película abiertamente naíf, que responde a una deliberada mirada irreal e idealizada de un lugar, la frontera, donde ya no se escuchan los tiros y quizá quede algo de humanidad y principios. Cry Macho es el sueño de un anciano que busca el cielo en la Tierra. Y otra vez, como en tantas de sus películas, la redención. Después de la extraordinaria Richard Jewell, en la que volvía a reflexionar sobre los héroes anónimos pateados por el poder y el sistema, el cineasta se pone otra vez frente a la cámara como en la gran Mula (2018), película en la que retomaba el perfil amargo de un veterano de Corea (Gran Torino, 2008) para convertirlo en un horticultor misántropo que encuentra su particular camino de regreso trapicheando con un cártel de la droga mexicano.

A sus 91 años, Eastwood literalmente se arrastra ante el espectador para reconciliarse con un paisaje que lo es todo. Hay un plano en Cry Macho tomado en el desierto, al anochecer, en el que el personaje, un viejo cowboy de rodeos, se quita el sombrero para acostarse a la intemperie. Su perfil y sus cuatro pelos se mimetizan con la inmensidad del horizonte. Literalmente, ante nuestros ojos, el hombre ya es tierra. Su piel de lagarto, su chepa y su saco de huesos cobran un renovado sentido.

Hay mucho de niño en un Eastwood anciano embarcado en el rescate de un adolescente mexicano reclamado por su padre texano. El Macho del título es un hermoso gallo de pelea que acompaña al chico en esta road movie que ocurre en un lugar sin nombre entre dos países. La historia está situada en 1979 y 1980. Quizá porque los adolescentes ya no son como en esta película, ni las abuelas, ni las cantinas, si es que alguna vez fueron como en esta película.

Cry Macho es un filme pequeño, hecho a la medida de un hombre que ya no está para mucho trote. Cuesta habituarse a esa decrepitud irónica y bonachona que exhibe el intérprete ante la cámara. Flaco como un cadáver, le cuesta moverse, pero su mirada se mantiene abierta y viva. Recuerdo que hace años un amigo que no era muy joven me soltó indignado que le parecía horrible que Eastwood mostrara su cuerpo sesentón en Los puentes de Madison, una de sus obras maestras, que estaba mayor para ese papel. También recuerdo al propio intérprete en varias ceremonias de los Oscar del brazo de su anciana y enjuta madre. Eastwood no comulga con el tabú de la vejez, al revés, como hacían los nativos americanos, la sacraliza.

A Cry Macho le cuesta arrancar, pero lo hace del todo cuando el gallo toma el mando mirando altivo por primera vez a la cámara. A partir de ahí el tono, el color y la vida responderán a otro vigor. Pero la secuencia clave, la que lo explica todo, está muy al principio, el viejo sentado de espaldas en una silla contempla en soledad el infinito paisaje. Sabemos que es un pobre borracho al que ya no le queda ni trabajo ni nada, y está tomando una copa, quizá la última. Solo vemos su sombra de perfil al caer la noche. A continuación la cámara hace un barrido por la pared de su casa, nos cuentan quién era él, los premios, los rodeos… la cámara se detiene ante una portada que revive el día que el héroe se rompió. Después, un punto y aparte.

Ahí arranca esta extraña misión imposible en manos de un abuelo fantasma. Un rescate que no es lo que parece, que suena a mera excusa para un último viaje, tan antiguo como el coche y la tierra que pisa. Sea como sea, el viejo vaquero ya no quiere despedirse matando sino rodeado de bondad y animales. Y, por qué no, bailando un romántico bolero. (Elsa Fernández-Santos)

Recomendada (con reservas).




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