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domingo, 23 de mayo de 2021

Los olvidados: Españoles en Hollywood (4)

Pilar Lebeña Manzanal

 

        

Antes de que María Antonia Abad fuera Sara Montiel. Mucho antes incluso de que naciera. Muchísimo antes de que Antonio Banderas, Javier Bardem o Pé pisaran Hollywood. Ellos, los olvidados, ya habían estado allí. 

 

 “Recordar es volver a vivir” José Crespo, actor español que triunfó en Hollywood.

 


 

Capítulo 4. Rosita Díaz Gimeno y Conchita Montenegro.

 

Soledad Jiménez, Juan de Landa, Antonio Comellas, María Fernanda Ladrón de Guevara, Ernesto Vilches, Pedro Álvarez, María Tubau, Francisco Moreno, Romualdo Tirado, Elvira Morla, Manuel Arbo, Carlos Villarias, Valentín Parera, Rafael Rivelles, Julio Villarreal, Luana Alcañiz, José Viosca, Catalina Bárcena, Ramón Pereda, María Calvo, Margarita Sierra, Charo Báez, Juan Torena, Julio Peña…

 

Porque merecen ser recordados para volver a vivir, aunque sea un ratito. Por si el leer sus nombres genera una curiosidad que lleva a la búsqueda y el encuentro. Actores y actrices españolas que suspendieron sus carreras en España, algunas de ellas exitosas, para embarcar hacia un Hollywood lejano e incierto, contratados por unos estudios que decidieron expandir sueños sonoros en español mientras aumentaban sus holgadas cuentas bancarias. Porque el espacio y el tiempo impiden escribir aquí sobre cada uno, que sean dos de ellas las que sirvan de homenaje al resto.

 

Porque antes que nombres como Sara Montiel, Fernando Rey, Antonio Banderas, Fernando Trueba, Javier Bardem, Penélope Cruz, Pedro Almodóvar, Paz Vega o Jordi Mollá, entre otros, pisaran Hollywood. Ellos, los olvidados, ya habían estado allí.

 

 

ROSITA DÍAZ GIMENO

 


Román Gubern la calificó cómo la sonrisa de la II República.

 

Charles Chaplin decía de ella que era una de las mejores actrices que había conocido.

 

Rosita Díaz Gimeno, nacida en Madrid en 1911, dada por fusilada en 1937 tras ser detenida en Córdoba poco antes del alzamiento mientras rodaba El genio alegre por ser la esposa de Juan Negrín, hijo del presidente de la II República, consigue escapar por Irún a Francia donde la espera un representante de Columbia, estudio para el que ya trabajaba en Hollywood y que interviene en la operación trasladándola de nuevo a Estados Unidos para continuar rodando, alimentando sueños.

 



Pero, antes de que todo eso sucediera, Rosita Díaz Gimeno, ya era una actriz consolidada en España donde había rodado el suficiente número de películas e interpretado diferentes obras de teatro como para ser considerada una de las actrices más importantes del país. De gira teatral por Francia es descubierta por un cazatalentos de la Paramount que le propone participar en los rodajes en versión española. De esa época son títulos como Un hombre de suerte, 1930, Su noche de bodas, 1931, Un caballero de frac, 1931, Lo mejor es reír, 1931, Sierra de Ronda, 1933, El hombre que se reía del amor, 1933, La dolorosa, 1934. Desencantada de interpretar únicamente secundarios donde hace de mexicana o de latina regresa a España para rodar varios protagónicos hasta que es reclamada por la 20th Century Fox que la contrata para trabajar como protagonista. Angelina o el amor de un brigadier, de Jadier Poncela como guionista, Rosa de Francia, adaptada por José López Rubio, al igual que Vida Bohemia, junto a los actores españoles Julio Peña y el latin lover Juan Torena, son algunos de los títulos que, sin embargo, no le impiden añorar España a donde quiere volver a trabajar. Los estudios no quieren soltarla. Le ofrecen un cheque en blanco que Rosita Díaz Gimeno rechaza. Desembarca en España a principios de 1936, le pilla el alzamiento… El resto ya es historia arriba resumida.

 

La actriz en "El hombre que se reía del amor"

 

Más cine en Hollywood tras su vuelta accidentada. Unos estudios que se dan cuenta de la tremenda dificultad de promocionar en España las películas donde ella trabaja al estar en una lista negra del régimen. Rosita Díaz Gimeno, la actriz tan alabada por pesos pesados de la industria de Hollywood que, ante tal evidencia, se ve obligada a reconducir su carrera fijando su residencia en Nueva York donde alterna cine y televisión, además de estrenar en Broadway, en inglés por supuesto. Trabajará, asimismo, en cine y en teatro en diferentes países hispanoamericanos. Será conferenciante y profesora en Princenton. Elegida miembro de honor de la Universidad de Hoffstra. Miembro de honor de la Asociación de Licenciados y Doctores de Estados Unidos junto a personalidades de la talla de Severo Ochoa mientras en su país, al haberla incluido el régimen en la lista negra -no sólo por estar casada con quien estaba, sino por haberse pronunciado a favor del divorcio y el voto femenino durante la II República-, el público, cómo no, la terminó olvidando.

 

Apasionada de su profesión, viaja cada año al festival de Cannes donde fallece en 1986.

 

Rosita Díaz Gimeno. La actriz española que también había estado allí.

 

 

CONCHITA MONTENEGRO

 


Considerada la primera diva internacional.

 

La Greta Garbo española, como escribirán en grandes titulares las revistas más afamadas de Hollywood.

 

Howard Hawks afirmará rotundo: “Conchita Montenegro es infinitamente superior a muchas de nuestras famosas luminarias.”

 

El escritor y guionista cubano Guillermo Cabrera Infante dirá de ella: “Conchita Montenegro asombró a todos un momento y después desapareció”.

 

Actriz, modelo, bailarina, María Concepción Andrés Picado nace en San Sebastián en 1911.  Después de tres películas mudas rodadas en España, viaja en 1927 a París para participar, con apenas diecisiete años, en la película La femme et le patin donde interpreta a una bailarina que en una de las escenas ejecuta un sensual baile desnuda en la penumbra que causará furor en Francia. Se fija en ella la Metro Goldwyn Mayer y, con apenas diecinueve años, se traslada a Hollywood.

 


 

De envidiable habilidad entre sus colegas para rechazar papeles que no desea. De fuerte carácter que la lleva a darle una bofetada a Clark Gable por intentar darle un beso con lengua durante una prueba de casting. Mal hecho, pensó Conchita después al creer que aquello iba a frenar su recién estrenada carrera norteamericana. Nada más lejos de la realidad pues lo que consiguió fue que se fijaran más en ella. “Esta chiquilla dará mucho juego”, dicen que dijo Lionel Barrymore mientras Buster Keaton la quiso de coprotagonista en la película De frente, marchen.

 

Con gran facilidad para los idiomas, hablaba francés y un poco de italiano, aprender inglés rápido y bien no le supone ningún problema. Eso y lo mucho que gusta como actriz a los estudios que consideran que un talento como el suyo no puede circunscribirse a las talkies en español, hace que la contraten también para rodar en inglés en las versiones originales. Actores de la talla de Robert Montgomery, Charles Chaplin, Lionel Barrymore, Robert Taylor, Norma Shearer, Clark Gable –eso sí, después de que dejara de picarle la bofetada- o Leslie Howard, serán compañeros de pantalla en títulos como The Cisco Kid, Strangers may kiss, Never the Twain Shall Meet, ambas de 1931, Laughing at life, 1933, o Caravane, 1934.

 

Ahora bien, si los estereotipos, prejuicios, tópicos típicos hollywoodienses de sobra conocidos se han prolongado en la noche de los tiempos hasta  prácticamente ayer tarde-noche, primera hora de esta mañana, resulta fácil imaginar que en aquellos años dorados, sin aviones low cost, ni internet, ni me too, ni mi ná de ná, Conchita Montenegro, por muy glamurosa y elegante que fuera, y su inglés tan fluido como el de un lugareño, tampoco consiguió escapar de interpretar papeles exóticos del gusto norteamericano donde lo mismo hacía de mexicana tocando las castañuelas y llamarse Carmencita o Panchita, que bailarina exótica de una isla del Pacífico con castañuelas incluidas, que las castañuelas lucen mucho, of course. Estas cosas del cine norteamericano que a veces confunde la geografía y la Historia, y el hambre con las ganas de comer. De frente, marchen, The Cisco Kid, Sevilla de mis amores, Su última noche, En cada puerto un amor, Besos al pasar

 

Junto a Leslie Howard

En Never the Twain Shall Meet, película de 1931, comparte pantalla con Leslie Howard, sí, el galán de Lo que el viento se llevó antes de que el viento se llevara nada. Él, un hombre de casi cuarenta, casado. Ella una chica de diecinueve, soltera. “Aunque nunca quiso dejar a su mujer, conmigo se comportó como un caballero”, confesó siendo ya mayor sobre su relación sentimental con Leslie Howard que duró varios años. Luego entenderán el motivo de mencionar este hecho que pertenece únicamente a su esfera privada.

 

Rescindido su contrato con la Metro, es contratada por la Fox con quien rodará durante los siguientes tres años seis películas más. Hay que casar al príncipe, Marido y mujer, Dos noches, La melodía prohibida, Ganaderos del amor y Asegure a su mujer.

 

Cansada de su encasillamiento en un Hollywood que no termina de aprovechar su talento regresa a Europa en 1935. Francia e Italia le dan la oportunidad de interpretar papeles de mujer sofisticada y glamurosa en títulos como La vie parisine, con Chales Boyer de partner. Película que le da gran fama en Francia, a la que siguen títulos como Melodie eterne, Lumiéres de París, Amore di ussaro, Conjura en Florencia, esta última prohibida por Mussolini, lo que obliga al director a finalizarla en España, y para la actriz supone su regreso definitivo, convertida en estrella internacional después de trece años fuera de su país. Es 1942, y aquí rodará nueve películas más.

 

Leslie Howard, consagrado definitivamente tras el papel de Ashley Wilkes en Lo que el viento se llevó era, además de afamado galán en Hollywood, colaborador encubierto de los servicios secretos británicos que luchaban clandestinamente contra la ocupación nazi. En 1943 los aliados comienzan a experimentar importantes victorias, hecho insuficiente para Winston Churchill cuyo objetivo es tenerlo todo bien atado. Madrid, ciudad convulsa sobrada de espías de ambos bandos que el actor visita aparentemente para dar una conferencia sobre Hamlet en el Instituto Británico. Fotografías de la época muestran a Leslie Howard visitando a su vieja amiga Conchita Montenegro en el set de rodaje de la película Ídolos que la actriz está rodando en esos momentos. Fotos con ella tomando el té en el hotel Ritz o divirtiéndose juntos en una fiesta flamenca. Nada extraño entre dos buenos amigos que durante unos años fueron amantes. Nada que hiciera sospechar que, en realidad, el gran actor era también espía en los ratos libres. Pide a Conchita que use su influencia con su novio Ricardo Giménez Arnau, antiguo delegado del servicio exterior de Falange, para que lo presente a Franco con la excusa de ver la posibilidad de rodar una película sobre Cristóbal Colón. En realidad, el objetivo no es otro que entregarle una carta de Churchill donde le pide la retirada de los soldados de la División Azul y su palabra de que se mantendrá neutral en la II Guerra Mundial.

 

Dos meses pasa Leslie Howard en Madrid, al parecer más tiempo de lo planeado en un principio, hasta que el 1 de junio de 1943 toma un avión de vuelta Londres con escala en Lisboa que resulta abatido y hundido frente a las costas coruñesas por aviones alemanes. Nunca se encontró su cuerpo.

 

Poco tiempo después, tras finalizar el rodaje de Lola Montes, su película número treinta y siete, Conchita Montenegro se casa con quien será su segundo marido, Ricardo Giménez Arnau, recién nombrado embajador en el Vaticano y decide retirarse definitivamente del cine y de la vida pública. Desaparecer. Conchita Montenegro, la Greta Garbo española como la llamaron en Hollywood tenía tan solo 33 años. ¿Los motivos? Libres a la imaginación de cada cual. La actriz nunca hablará.

 

Apenas unos meses antes de la muerte de Leslie Howard había concedido una entrevista en la que hablaba de su excelente momento profesional. De su próximo salto a la dirección, que le ilusionaba mucho. De sus muchos proyectos en el cine. Pletórica. Feliz se mostraba la famosa actriz en dicha entrevista.

 

Sin embargo, nunca más volvió a conceder otra. Rechazó homenajes como la Medalla del Mérito Artístico que el Ministerio de Cultura deseó otorgarle en 1990. Cuando falleció en 2007, con 95 años, donó su cuerpo a la ciencia.

 

La Greta Garbo española. Admirada por la industria hollywoodiense.

 

Ella también había estado allí.

 

Olvidar. Verbo sonoro y pegadizo. Ingrediente recurrente en letras de amor y de olvido. Dejar de olvidar aunque sea un instante para seguir vivo.

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