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sábado, 27 de febrero de 2021

Juan Carlos Tabío (1943-2021)

In Memoriam de Juan Carlos Tabío. Un repaso por su  filmografía.

Un artículo de Mª Dolores Pérez Murillo.

 


“El cine es un acto colectivo”. Juan Carlos Tabío.

 

El pasado 18 de enero nos dejaba el cineasta Juan Carlos Tabío (La Habana, Cuba, 1943 – La Habana, Cuba 2021). Guionista, escritor, director y profesor de la prestigiosa Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños que, fundada en 1986, ha formado a excelentes cineastas del Nuevo Cine Latinoamericano. Tabío también impartió talleres de guión, dirección y dramaturgia por diversos países como Costa Rica, México y Panamá. En 2014 le fue otorgado el Premio Nacional de Cine y en 2017 fue nombrado miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

 

Juan Carlos Tabío comenzó a trabajar en el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica) en 1961 casi por casualidad, como él mismo refirió hace más de una década: “cuando era muy joven obtuve una beca para estudiar servicios diplomáticos, pero de esa beca fui expulsado, y tocó la casualidad que la jefa del despacho del presidente del ICAIC era amiga de la familia, entonces como estaba sin hacer nada, hablé con ella y comencé a trabajar en el Instituto de Cine. Si esa señora no hubiera sido amiga de la familia quizá yo hubiera hecho otra cosa en la vida… La vida es la que le va llevando a uno. Uno se deja o no se deja pero al final es la vida la que te lleva”.

 

Su filmografía es prolija. Una primera etapa de su carrera estuvo dedicada al cortometraje, más de treinta, algunos de género documental y temática en consonancia con los principios de propaganda de la Revolución Cubana, así lo corroboran títulos como Peligro (1962), Proceso industrial de la leche (1969), El habano (1969), Desarrollo Industrial (1970), Bagazo (1970), Ingeniería Mecánica (1972), Primera escuela del proletariado (1973). Otros de sus cortometrajes van referidos a artistas como Soledad Bravo (1974), Chicho Ibáñez (1974), Amelia Peláez (1975)  y  Joan Manuel Serrat (1976).  Realizó también cortometrajes de ficción como La cadena (1978), Dolly Back (1986) y La entrevista (1987).

A partir de la década de los ochenta, Juan Carlos Tabío opta por la realización de largometrajes de ficción, aunque nunca se apartó por completo del género documental como así lo demuestran los dedicados a Marta Jean Claude en Haití (1987); Lorca y La Habana (1998); y Molinos de viento (2005) en conmemoración del 400 aniversario del Quijote.

 

A lo largo de casi tres décadas, Juan Carlos Tabío nos ha deleitado con sus largometrajes y algún corto de ficción, en los que predomina el género de la comedia. Destacamos títulos como Se permuta (1983); Demasiado miedo a la vida o Plaff (1988); Fresa y chocolate (1993); El elefante y la bicicleta (1994); Guatanamera (1995); Lista de espera (2000); Aunque estés lejos (2003);  El cuerno de la abundancia (2008);  Dulce Amargo (corto) (2013).

 

Juan Carlos Tabío siempre ha estado muy vinculado a Tomás Gutiérrez Alea (Titón) codirigió las dos últimas películas del maestro, como veremos más adelante, Fresa y Chocolate (1993) y Guantanamera (1995). Fue guionista del filme de Alea Hasta cierto punto (1983). Tabío siempre refirió que “entre Gutiérrez Alea y yo existía una relación profesional y de amistad muy fuerte, conversábamos mucho todos nuestros proyectos sobre guion, puesta en escena, casting, conversábamos incluso aquellos proyectos que no han llegado a realizarse”. En casi todos los largometrajes de Tabío hay continuos guiños a algunas películas del maestro y amigo. Los largometrajes de Juan Carlos Tabío están llenos de un profundo sentido del humor que roza el género “esperpéntico” al percibir la realidad con “cristales cóncavos” o de forma caricaturesca. Humor propio de la más pura tradición hispánica como señalara su maestro y amigo Tomás Gutiérrez Alea (Titón): “Es evidente que nuestros ancestros españoles tienen que ver mucho en esto. Existe toda una tendencia cultural en ese sentido, que se manifiesta abiertamente desde la novela picaresca española y que nosotros heredamos en alguna medida”.

 

Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea

El primer largometraje de Juan Carlos Tabío Se permuta fue escrito en 1979, pero antes de estrenarse en la gran pantalla se llevó al teatro con un éxito arrollador, y cuando el ICAIC concluyó de rodar la superproducción Cecilia (1981) de Humberto Solás, dio luz verde para la realización del film que contó con Rosita Fornés (1923-2020) una de las mejores actrices de comedia del mundo latino lo que multiplicó su éxito. Se permuta (1984) es considerada junto con Muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966) una de las mejores películas de la historia del cine cubano. Su incisivo humor negro muestra todas las contradicciones de la vida cotidiana en Cuba antes de la gran crisis de la década de los 90. La comedia de Juan Carlos Tabío es una profunda crítica a la sociedad cubana del momento, a través del largometraje se revelan complejas y soterradas situaciones, por supuesto desterradas del discurso oficial revolucionario, tales como la problemática de la vivienda y el transporte, la ineficaz burocracia, la corrupción, el racismo y el clasismo, y, en definitiva la doble moral instalada en el imaginario colectivo como una forma singular de supervivencia. 

 

            

En 1988, Demasiado miedo a la vida. Plaf!!!, muestra un retrato de la vida cotidiana habanera, en donde la cámara de Tabío hace alarde de unos novedosos encuadres de espacios interiores segmentados y ante los que el espectador es solo un invitado “de piedra”, un testigo parcial que jamás percibe el espacio en su conjunto, por lo que no puede juzgar, ya que carece de una visión panóptica, el espectador está como perdido y nada puede anticipar. Esta técnica de espacios interiores, caóticos y segmentados, es muy propia del cine que Lucrecia Martel realizó una década más tarde. El largometraje de Tabío nos introduce, casi a hurtadillas, en las viviendas habaneras del Vedado y en las relaciones familiares dependientes y siempre problemáticas.

            

Plaff!!! es una obra dominada por la ambigüedad existencial donde se integran dos realidades, aparentemente contradictorias, pero muy presentes en la sociedad cubana, por un lado la ciencia y, por otro, la creencia alienante. El complejo mundo de la santería o de la religiosidad popular sincrética con su ritualidad a Xangó (Santa Bárbara) está muy bien representado en el film.

 


Llegamos a la década de los noventa, en pleno “período especial”, y nos encontramos con dos joyas del cine cubano, codirigidas por Tabío y Titón, las mundialmente famosas Fresa y chocolate (1993) y Guantanamera (1995), en las que el pasado, el presente y un futuro incierto dialogan, quizá para construir un país mejor. Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío abren una puerta a la esperanza, pues más allá del mero existencialismo sin salida de películas como Memorias del Subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea 1968), se nos invita a la autorreflexión y, sobre todo, a la crítica constructiva en la que el diálogo, el amor, la amistad y la tolerancia triunfen frente al dogmatismo; pero de forma sutil  y sin algarabía. 

 

          

Fresa y Chocolate (1993) profundiza en  las contradicciones de la Revolución, y la represión a homosexuales y a intelectuales por cuestionar una “Revolución” conservadora del poder, que desde hacía más de 30 años, había perdido su verdadero carácter revolucionario. En la referida película la palabra se convierte en el principal recurso y vehículo expresivo, una palabra  dialogante entre dos personajes con posicionamientos vitales e ideológicos, en principio, muy dispares, incluso paradigmas de dos formas de sobrevivir en y a la Revolución.

 

Fresa y Chocolate

Guantanamera (1995) es una comedia que también se incluye en el género cinematográfico road movie; aunque esta obra va más allá de un simple film de carretera, se trata de un viaje transformador donde la vida y la muerte  adquieren sentido complementándose. Las cámaras de Titón y Tabío salen de La Habana para adentrarse en la Cuba del interior, en la realidad de la Isla en el período especial, en el ingenio de las personas ante las imposiciones de la absurdocracia, y que para sobrevivir deben transgredir el absurdo para apostar por la vida. Guantanamera realiza el viaje de la propia Revolución desde la región del Oriente a Occidente (de Guantánamo a La Habana), lo que es pretexto para recrear los espacios interiores y rurales, el país olvidado, a modo de una radiografía de toda la Isla en el período, antes referido.

 

Guantanamera

Eclipsada entre estas dos películas codirigidas con Titón, Juan Carlos Tabío realizó en 1994 El elefante y la bicicleta, fábula ubicada en una imaginaria isla a la que nunca había llegado el cine. Un joven que pretende hacer fortuna con el fin de casarse lleva por primera vez el cinematógrafo al lugar, transformando en solo seis días todas las costumbres. Esta cinta, menos conocida, es cine dentro del cine, es un homenaje al cinematógrafo, y una apuesta por revelarnos un país, rural y aislado

       

Como broche final al siglo XX cubano Lista de espera (2000), dedicada a Titón, muestra un viaje muy especial, casi distópico, que acontece en una decadente estación de ómnibus, perdida y frente al mar, supuestamente cerca de Manzanillo, en el Oriente Cubano. Una vez más, Juan Carlos Tabío opta por filmar espacios geográficos olvidados, con similar intención simbólica o generalizadora de la isla en que acontece la acción de El elefante y la bicicleta. En ese escenario aislado, con el mar como telón de fondo que continuamente recuerda la insularidad, se encuentran los protagonistas que, primero alterados y después en actitud resignada y estoica, representan al heterogéneo pueblo cubano y a su compleja realidad. Todos esperan la “guagua” que les conduzca a una de las dos principales capitales del país: Santiago, en el Oriente, o La Habana en el Occidente de la Isla. 

 

       

En 2003 se filma Aunque estés lejos en la que una vez más Tabío hace cine dentro del cine y al mismo tiempo aborda la realidad emigratoria hacia España. Las distintas perspectivas ante la vida cotidiana de españoles y cubanos, y la imposibilidad de llegar a un acuerdo para la realización del film. Dos modos de ser y estar ante la vida aunque hablemos el mismo idioma

      

Juan Carlos Tabío en su película El cuerno de la abundancia (2008) en tono de comedia plantea lo efímero de los castillos en el aire de los habitantes de Yaragüey, casi todos apellidados “Castiñeira”, herederos de una fortuna que se remonta a la época colonial. “Castiñeiras”, cuyo rasgo común es la  heterogeneidad de clase, etnia, condición y formas de ver la vida, pero unidos por una decadente herencia colonial de oscuro origen, que solo sirve para fabular, como diría Eduardo Galeano “sueñan los nadie con salir de pobres”. Esos soñadores herederos viven en Yaragüey, a mi juicio no es baladí el supuesto topónimo Yaragüey, término que sintetiza la lucha en la Historia de Cuba por su independencia e identidad: Yara nos recuerda al “Grito de Yara” que significó en 1868 el inicio de la Guerra de Independencia de la Isla respecto a España, y la desinencia “Güey” alude a “Camagüey” , en donde se ubicó la primera fundación colonial en 1514, con el nombre de Santa María del Puerto Príncipe que, tras la independencia de Cuba en 1898, se rebautizó como Camagüey en memoria de los indígenas prehispánicos que habitaban el lugar. Así pues, Yaragüey es en definitiva un nombre de ficción pero también una alegoría a la Independencia del país y a la reivindicación de la propia  identidad

                     

Posteriormente, Tabío se apartó del cine, por razones de salud, aunque reapareció con la dirección de un cuento Dulce Amargo en la coproducción y dirección colectiva internacional de 7 días en La Habana (2011), junto al puertorriqueño Benicio del Toro, al español Julio Medem, al francés Laurent Cantet, al palestino Elia Suleiman y a los argentinos Pablo Trapero y  Gaspar Noé.

 

      

En Dulce Amargo Juan Carlos Tabío sintetiza casi todos los temas tratados en su filmografía. Nos adentramos en el interior de una vivienda habanera de El Vedado que recuerda a sus primeras comedias, Se permuta y Demasiado miedo a la vida o  Plaf. El ambiente habanero nos trae a la memoria Fresa y Chocolate. La inteligencia desaprovechada, la falta de oportunidades, la frustración  y la emigración  nos recuerda a Lista de espera y a El cuerno de la abundancia. Pero, ante todo, Dulce Amargo es la radiografía de la vida cotidiana, la lucha por la supervivencia, contada en forma de pesadilla para eludir, quizás, la censura de una Revolución frustrada.

 

A modo de conclusión.

 

A lo largo de sus largometrajes de ficción hay continuos guiños a casi toda la filmografía de Tomás Gutiérrez Alea, a Luis Buñuel y a Luis García Berlanga. Los largometrajes de Juan Carlos Tabío son una auténtica “Comedia Humana” que engloba a la Cuba revolucionaria, a los disidentes, a los que se ven obligados a emigrar y a la mayoría silenciosa que fabula y sobrevive, descreída de todo discurso oficial.

 

Sus personajes son paradigmas de la heterogeneidad del país, pertenecen a diversas etnias, orígenes sociales, niveles formativos, edad y sexo. Todos tienen en común ser actores pacientes de la historia reciente de Cuba, sus nombres jamás aparecerán en “la historia oficial”, pues teóricamente no hacen la Historia pero la padecen como diría Camilo José de Cela "hay dos clases de personas, quienes hacen historia y quienes la padecen".

 

En definitiva, Juan Carlos Tabío, pese a ser crítico con la realidad, no cae en el pesimismo. El cineasta se convierte en alquimista del alma humana, torna las dificultades en oportunidades, frente al aletargamiento, la desidia, el aburrimiento y el lamento, propone la acción constructiva, comunitaria, solidaria y transformadora de sí mismo y del entorno, pero conscientes de nuestras limitaciones y circunstancias. Como diría un proverbio “ante la adversidad unos construyen muros, otros, molinos” y Tabío opta por la ilusión de la utopía. 

 

Para concluir solo nos resta apuntar la singular importancia que Juan Carlos Tabío otorgó al guion cinematográfico y al propio cine, concebidos como un acto colectivo: “La parte del cine que más disfruto es el guion, es el fabular historias y personajes. Un guion nunca se termina y cuando lo llevamos a los actores se vuelve a fabular,  los actores se implican en el guion… El cine es un acto colectivo”.

 

Juan Carlos Tabío (1943-2021)

 

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