In Memoriam de Juan Carlos Tabío. Un repaso por su filmografía.
Un artículo de Mª Dolores Pérez Murillo.
“El cine es un acto colectivo”. Juan Carlos Tabío.
El
pasado 18 de enero nos dejaba el cineasta Juan Carlos Tabío (La Habana, Cuba,
1943 – La Habana, Cuba 2021). Guionista, escritor, director y profesor de la
prestigiosa Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio
de los Baños que, fundada en 1986, ha formado a excelentes cineastas del Nuevo
Cine Latinoamericano. Tabío también impartió talleres de guión, dirección y
dramaturgia por diversos países como Costa Rica, México y Panamá. En 2014 le
fue otorgado el Premio Nacional de Cine y en 2017 fue nombrado miembro de la
Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
Juan
Carlos Tabío comenzó a trabajar en el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e
Industria Cinematográfica) en 1961 casi por casualidad, como él mismo refirió
hace más de una década: “cuando era muy joven obtuve una beca para estudiar
servicios diplomáticos, pero de esa beca fui expulsado, y tocó la casualidad
que la jefa del despacho del presidente del ICAIC era amiga de la familia, entonces
como estaba sin hacer nada, hablé con ella y comencé a trabajar en el Instituto
de Cine. Si esa señora no hubiera sido amiga de la familia quizá yo hubiera
hecho otra cosa en la vida… La vida es la que le va llevando a uno. Uno se deja
o no se deja pero al final es la vida la que te lleva”.
Su
filmografía es prolija. Una primera etapa de su carrera estuvo dedicada al
cortometraje, más de treinta, algunos de género documental y temática en
consonancia con los principios de propaganda de la Revolución Cubana, así lo
corroboran títulos como Peligro
(1962), Proceso industrial de la leche
(1969), El habano (1969), Desarrollo Industrial (1970), Bagazo (1970), Ingeniería Mecánica (1972), Primera
escuela del proletariado (1973). Otros de sus cortometrajes van referidos a
artistas como Soledad Bravo (1974), Chicho Ibáñez (1974), Amelia Peláez (1975) y Joan Manuel Serrat (1976). Realizó también cortometrajes de ficción como
La cadena (1978), Dolly Back (1986) y La entrevista (1987).
A
partir de la década de los ochenta, Juan Carlos Tabío opta por la realización
de largometrajes de ficción, aunque nunca se apartó por completo del género
documental como así lo demuestran los dedicados a Marta Jean Claude en Haití (1987); Lorca y La Habana (1998); y Molinos
de viento (2005) en conmemoración del 400 aniversario del Quijote.
A
lo largo de casi tres décadas, Juan Carlos Tabío nos ha deleitado con sus
largometrajes y algún corto de ficción, en los que predomina el género de la
comedia. Destacamos títulos como Se
permuta (1983); Demasiado miedo a la
vida o Plaff (1988); Fresa y
chocolate (1993); El elefante y la
bicicleta (1994); Guatanamera
(1995); Lista de espera (2000); Aunque estés lejos (2003); El
cuerno de la abundancia (2008); Dulce Amargo (corto) (2013).
Juan
Carlos Tabío siempre ha estado muy vinculado a Tomás Gutiérrez Alea (Titón)
codirigió las dos últimas películas del maestro, como veremos más adelante, Fresa y Chocolate (1993) y Guantanamera (1995). Fue guionista del
filme de Alea Hasta cierto punto
(1983). Tabío siempre refirió que “entre Gutiérrez Alea y yo existía una
relación profesional y de amistad muy fuerte, conversábamos mucho todos
nuestros proyectos sobre guion, puesta en escena, casting, conversábamos
incluso aquellos proyectos que no han llegado a realizarse”. En casi todos los largometrajes
de Tabío hay continuos guiños a algunas películas del maestro y amigo. Los
largometrajes de Juan Carlos Tabío están llenos de un profundo sentido del
humor que roza el género “esperpéntico” al percibir la realidad con “cristales
cóncavos” o de forma caricaturesca. Humor propio de la más pura tradición
hispánica como señalara su maestro y amigo Tomás Gutiérrez Alea (Titón): “Es
evidente que nuestros ancestros españoles tienen que ver mucho en esto. Existe
toda una tendencia cultural en ese sentido, que se manifiesta abiertamente
desde la novela picaresca española y que nosotros heredamos en alguna medida”.
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Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea
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El
primer largometraje de Juan Carlos Tabío Se
permuta fue escrito en 1979, pero antes de estrenarse en la gran pantalla
se llevó al teatro con un éxito arrollador, y cuando el ICAIC concluyó de rodar
la superproducción Cecilia (1981) de
Humberto Solás, dio luz verde para la realización del film que contó con Rosita
Fornés (1923-2020) una de las mejores actrices de comedia del mundo latino lo
que multiplicó su éxito. Se permuta
(1984) es considerada junto con Muerte de
un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966) una de las mejores películas de
la historia del cine cubano. Su incisivo humor negro muestra todas las contradicciones
de la vida cotidiana en Cuba antes de la gran crisis de la década de los 90. La
comedia de Juan Carlos Tabío es una profunda crítica a la sociedad cubana del
momento, a través del largometraje se revelan complejas y soterradas
situaciones, por supuesto desterradas del discurso oficial revolucionario,
tales como la problemática de la vivienda y el transporte, la ineficaz
burocracia, la corrupción, el racismo y el clasismo, y, en definitiva la doble
moral instalada en el imaginario colectivo como una forma singular de
supervivencia.
En
1988, Demasiado miedo a la vida. Plaf!!!,
muestra un retrato de la vida cotidiana habanera, en donde la cámara de Tabío
hace alarde de unos novedosos encuadres de espacios interiores segmentados y
ante los que el espectador es solo un invitado “de piedra”, un testigo parcial
que jamás percibe el espacio en su conjunto, por lo que no puede juzgar, ya que
carece de una visión panóptica, el espectador está como perdido y nada puede
anticipar. Esta técnica de espacios interiores, caóticos y segmentados, es muy
propia del cine que Lucrecia Martel realizó una década más tarde. El
largometraje de Tabío nos introduce, casi a hurtadillas, en las viviendas
habaneras del Vedado y en las relaciones familiares dependientes y siempre
problemáticas.
Plaff!!!
es una obra dominada por la ambigüedad existencial donde se integran dos
realidades, aparentemente contradictorias, pero muy presentes en la sociedad
cubana, por un lado la ciencia y, por otro, la creencia alienante. El complejo
mundo de la santería o de la religiosidad popular sincrética con su ritualidad
a Xangó (Santa Bárbara) está muy bien representado en el film.
Llegamos
a la década de los noventa, en pleno “período especial”, y nos encontramos con
dos joyas del cine cubano, codirigidas por Tabío y Titón, las mundialmente
famosas Fresa y chocolate (1993) y Guantanamera (1995), en las que el
pasado, el presente y un futuro incierto dialogan, quizá para construir un país
mejor. Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío abren una puerta a la
esperanza, pues más allá del mero existencialismo sin salida de películas como Memorias del Subdesarrollo (Tomás
Gutiérrez Alea 1968), se nos invita a la autorreflexión y, sobre todo, a la
crítica constructiva en la que el diálogo, el amor, la amistad y la tolerancia
triunfen frente al dogmatismo; pero de forma sutil y sin algarabía.
Fresa y Chocolate (1993) profundiza en
las contradicciones de la Revolución, y la represión a homosexuales y a intelectuales
por cuestionar una “Revolución” conservadora del poder, que desde hacía más de
30 años, había perdido su verdadero carácter revolucionario. En la referida
película la palabra se convierte en el principal recurso y vehículo expresivo,
una palabra dialogante entre dos
personajes con posicionamientos vitales e ideológicos, en principio, muy
dispares, incluso paradigmas de dos formas de sobrevivir en y a la Revolución.
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Fresa y Chocolate
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Guantanamera (1995) es una comedia que también se incluye en el género
cinematográfico road movie; aunque
esta obra va más allá de un simple film de carretera, se trata de un viaje
transformador donde la vida y la muerte
adquieren sentido complementándose. Las cámaras de Titón y Tabío salen
de La Habana para adentrarse en la Cuba del interior, en la realidad de la Isla
en el período especial, en el ingenio de las personas ante las imposiciones de
la absurdocracia, y que para sobrevivir deben transgredir el absurdo para
apostar por la vida. Guantanamera
realiza el viaje de la propia Revolución desde la región del Oriente a
Occidente (de Guantánamo a La Habana), lo que es pretexto para recrear los
espacios interiores y rurales, el país olvidado, a modo de una radiografía de
toda la Isla en el período, antes referido.
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Guantanamera |
Eclipsada
entre estas dos películas codirigidas con Titón, Juan Carlos Tabío realizó en
1994 El elefante y la bicicleta,
fábula ubicada en una imaginaria isla a la que nunca había llegado el cine. Un
joven que pretende hacer fortuna con el fin de casarse lleva por primera vez el
cinematógrafo al lugar, transformando en solo seis días todas las costumbres.
Esta cinta, menos conocida, es cine dentro del cine, es un homenaje al
cinematógrafo, y una apuesta por revelarnos un país, rural y aislado
Como
broche final al siglo XX cubano Lista de
espera (2000), dedicada a Titón, muestra un viaje muy especial, casi
distópico, que acontece en una decadente estación de ómnibus, perdida y frente
al mar, supuestamente cerca de Manzanillo, en el Oriente Cubano. Una vez más,
Juan Carlos Tabío opta por filmar espacios geográficos olvidados, con similar
intención simbólica o generalizadora de la isla en que acontece la acción de El elefante y la bicicleta. En ese
escenario aislado, con el mar como telón de fondo que continuamente recuerda la
insularidad, se encuentran los protagonistas que, primero alterados y después
en actitud resignada y estoica, representan al heterogéneo pueblo cubano y a su
compleja realidad. Todos esperan la “guagua” que les conduzca a una de las dos
principales capitales del país: Santiago, en el Oriente, o La Habana en el
Occidente de la Isla.
En
2003 se filma Aunque estés lejos en
la que una vez más Tabío hace cine dentro del cine y al mismo tiempo aborda la
realidad emigratoria hacia España. Las distintas perspectivas ante la vida
cotidiana de españoles y cubanos, y la imposibilidad de llegar a un acuerdo
para la realización del film. Dos modos de ser y estar ante la vida aunque
hablemos el mismo idioma
Juan
Carlos Tabío en su película El cuerno de
la abundancia (2008) en tono de comedia plantea lo efímero de los castillos
en el aire de los habitantes de Yaragüey, casi todos apellidados “Castiñeira”,
herederos de una fortuna que se remonta a la época colonial. “Castiñeiras”,
cuyo rasgo común es la heterogeneidad de
clase, etnia, condición y formas de ver la vida, pero unidos por una decadente
herencia colonial de oscuro origen, que solo sirve para fabular, como diría
Eduardo Galeano “sueñan los nadie con salir de pobres”. Esos soñadores
herederos viven en Yaragüey, a mi juicio no es baladí el supuesto topónimo
Yaragüey, término que sintetiza la lucha en la Historia de Cuba por su
independencia e identidad: Yara nos recuerda al “Grito de Yara” que significó
en 1868 el inicio de la Guerra de Independencia de la Isla respecto a España, y
la desinencia “Güey” alude a “Camagüey” , en donde se ubicó la primera
fundación colonial en 1514, con el nombre de Santa María del Puerto Príncipe
que, tras la independencia de Cuba en 1898, se rebautizó como Camagüey en
memoria de los indígenas prehispánicos que habitaban el lugar. Así pues,
Yaragüey es en definitiva un nombre de ficción pero también una alegoría a la
Independencia del país y a la reivindicación de la propia identidad
Posteriormente,
Tabío se apartó del cine, por razones de salud, aunque reapareció con la
dirección de un cuento Dulce Amargo
en la coproducción y dirección colectiva internacional de 7 días en La Habana (2011), junto al puertorriqueño Benicio del
Toro, al español Julio Medem, al francés Laurent Cantet, al palestino Elia
Suleiman y a los argentinos Pablo Trapero y
Gaspar Noé.
En
Dulce Amargo Juan Carlos Tabío
sintetiza casi todos los temas tratados en su filmografía. Nos adentramos en el
interior de una vivienda habanera de El Vedado que recuerda a sus primeras
comedias, Se permuta y Demasiado miedo a la vida o Plaf. El ambiente habanero nos trae a la
memoria Fresa y Chocolate. La
inteligencia desaprovechada, la falta de oportunidades, la frustración y la emigración nos recuerda a Lista de espera y a El cuerno
de la abundancia. Pero, ante todo, Dulce
Amargo es la radiografía de la vida cotidiana, la lucha por la
supervivencia, contada en forma de pesadilla para eludir, quizás, la censura de
una Revolución frustrada.
A
modo de conclusión.
A
lo largo de sus largometrajes de ficción hay continuos guiños a casi toda la
filmografía de Tomás Gutiérrez Alea, a Luis Buñuel y a Luis García Berlanga. Los
largometrajes de Juan Carlos Tabío son una auténtica “Comedia Humana” que
engloba a la Cuba revolucionaria, a los disidentes, a los que se ven obligados
a emigrar y a la mayoría silenciosa que fabula y sobrevive, descreída de todo
discurso oficial.
Sus
personajes son paradigmas de la heterogeneidad del país, pertenecen a diversas
etnias, orígenes sociales, niveles formativos, edad y sexo. Todos tienen en
común ser actores pacientes de la historia reciente de Cuba, sus nombres jamás
aparecerán en “la historia oficial”, pues teóricamente no hacen la Historia
pero la padecen como diría Camilo José de Cela "hay dos clases de
personas, quienes hacen historia y quienes la padecen".
En
definitiva, Juan Carlos Tabío, pese a ser crítico con la realidad, no cae en el
pesimismo. El cineasta se convierte en alquimista del alma humana, torna las
dificultades en oportunidades, frente al aletargamiento, la desidia, el
aburrimiento y el lamento, propone la acción constructiva, comunitaria,
solidaria y transformadora de sí mismo y del entorno, pero conscientes de
nuestras limitaciones y circunstancias. Como diría un proverbio “ante la
adversidad unos construyen muros, otros, molinos” y Tabío opta por la ilusión
de la utopía.
Para concluir solo nos resta apuntar la singular importancia que Juan
Carlos Tabío otorgó al guion cinematográfico y al propio cine, concebidos como
un acto colectivo: “La parte del cine que más disfruto es el guion, es el
fabular historias y personajes. Un guion nunca se termina y cuando lo llevamos
a los actores se vuelve a fabular, los
actores se implican en el guion… El cine es un acto colectivo”.
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Juan Carlos Tabío (1943-2021) |