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jueves, 13 de febrero de 2020

Solo nos queda bailar (Levan Akin, 2019)



Título original: And Then We Danced. Dirección: Levan Akin. País: Suecia, Georgia, Francia. Año: 2019. Duración: 106 min. Género: Drama.  
Guion: Levan Akin. Fotografía: Lisabi Fridell. Montaje: Levan Akin, Simon Carlgren. Música: Zviad Mgebry, Ben Wheeler. Sonido: Beso Kacharava. Producción: Mathilde Dedye, Ketie Danelia. Compañía Productora: French Quarter Film, Takes Film.
Premio del Público del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2019.
Estreno en Sevilla: 07 Febrero 2020

Reparto:
Levan Gelbakhiani (Merab), Bachi Valishvili (Irakli), Ana Javakishvili (Mary), Giorgi Tsereteli, Tamar Bukhnikashvili, Marika Gogichaishvili, Kakha Gogidze, Levan Gabrava, Ana Makharadze, Nino Gabisonia, Mate Khidasheli, Aleko Begalishvili, Nia Gvatua, Lucas Hesling, Ketie Danelia, Giorgi Aladashvili.


Sinopsis:
Merab lleva ensayando desde que era muy joven en la Compañía Nacional de Danza de Georgia con su pareja de baile, Mary. De repente, su vida da un vuelco cuando aparece el despreocupado y carismático Irakli y se convierte en su rival más poderoso, pero también en su mayor objeto de deseo. En una atmósfera conservadora, Merab se enfrenta a la necesidad de liberarse y arriesgarlo todo en el empeño.

Comentarios:
Merab, un joven de Tbilisi que estudia en una escuela de danza tradicional georgiana y aspira a entrar en la compañía nacional de danza, ve su posición amenazada por la llegada de un nuevo alumno, Irakli. Sin embargo, lo que comienza como una rivalidad pronto se convierte en el descubrimiento de su propia homosexualidad. El director sueco Levan Akin propone un ejercicio de contrastes entre el deseo del protagonista y la castración de la extremadamente conservadora sociedad georgiana. Y Akin representa dicho deseo a partir de dos pilares: la mirada y el baile. La primera se convierte en el eje de toda la puesta en escena: no solo la mirada deseante de Merab, sino la respuesta de Irakli y la observación y reacción de otros personajes. El cineasta encuadra siempre en función de ese juego de relaciones que se establece en el acto de mirar, ser mirado o incluso el propio hecho de no serlo. El baile, por su parte, se convierte en símbolo de una imposibilidad: como explican distintos personajes a lo largo de la cinta, la danza georgiana simboliza el espíritu nacional y la masculinidad, pero los cuerpos filmados por Akin representan también al mismo tiempo la pulsión erótica entre ambos hombres, convirtiendo cada coreografía por tanto en una ecuación irresoluble. Aunque cae en algún lugar común por el camino, el relato acaba desembocando en un alarde estilístico de enorme fuerza dramática: dos planos secuencia consecutivos que representan, respectivamente, cómo Merab se adentra en el núcleo de su desesperada situación primero, y como la deja atrás después, con una celebración matrimonial como telón de fondo: de nuevo, la tradición imponiéndose al deseo. Ante esa ineludible realidad, como reza el título de este notable film, solo queda bailar. (Juanma Ruiz)
Recomendada.

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