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viernes, 15 de noviembre de 2019

Sobre lo infinito (Roy Andersson, 2019)


SEFF 2019. 16ª Festival de Cine Europeo de Sevilla.
Sección Oficial. 


Título original: Om det oändliga. Dirección: Roy Andersson. País: Suecia. Año: 2019. Duración: 76 min. Género: Drama.  
Guion: Roy Andersson. Fotografía: Gergely Pálos. Sonido: Robert Hefter bvft. Producción: Pernilla Sandström, Johan Carlsson. Compañía Productora: Roy Andersson Filmproduktion AB.
León de Plata al Mejor Director en el Festival de Venecia 2019.
Estreno en Sevilla: SEFF 2019 (Del 8 al 16 de noviembre de 2019)

Reparto:
Martin Serner, Jessica Louthander, Tatiana Delaunay Anders Hellström, Jan Eje Ferling, Bengt Bergius, Thore Flygel.

Sinopsis:
Inspirada en el cuento de "Las mil y una noches", la celebrada colección de historias de oriente medio y de historia india, la película busca ser una yuxtaposición de las distintas etapas que un ser humano atraviesa en la vida. Desde los momentos más preciosos de la existencia hasta el despertar intelectual que nos lleva a tratar de guardar la vida como un tesoro y a compartirla con aquellos a los que amamos.

Comentarios:
El cineasta sueco Roy Andersson (Gotemburgo, 1943), aunque lleva haciendo cine desde los años setenta, se ha hecho un nombre ya en el siglo XXI, gracias a títulos como “La comedia de la vida” (2007) y, sobre todo, “Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia” (2014); diremos pronto que, si bien la primera de ellas nos pareció curiosa, peculiar, distinta, la segunda se nos antojó pretenciosa, petulante, ampulosa. Como “La paloma...” tuvo un (inexplicable) éxito en festivales (se llevó nada menos que el León de Oro en Venecia) y cosechó, en general, criticas muy positivas, Andersson ha optado por seguir por el mismo (y a nuestro juicio fallido) camino.
Dice la gacetilla de esta película, Sobre lo infinito, que es una versión libre de Las Mil y Una Noches. Habrá que decir, en plan borde, aquello de “porque tú lo dices”, porque lo cierto es que ni hay cuentos, ni hay Sherezade, ni hay sultán al que contar nada, ni, afortunadamente, son mil las (no) historias que (no) se nos cuentan. Se trata de una treintena, quizá una cuarentena de cuadros, porque filma Andersson siempre en plano fijo, con sus actores (o lo que sean) dentro de plano, o saliendo, o entrando, aunque generalmente con escaso movimiento y menos diálogo (y el que hay, casi mejor que se lo ahorrara...). Por supuesto, no hay movimiento de cámara alguno, ni en traveling ni en panorámica, lo cual no es ni bueno ni malo en sí mismo. Sus personajes miran a cámara pasmados (seguramente por tener que hacer lo que el director les ha dicho que hagan –o que no hagan, mejor...---), alguno suelta alguna patochada, y poco más.
Pues, según parece, esto es una obra de arte. Si es así, parece que el criterio por el que habría que regirse a la hora de considerar tal cosa no es precisamente el nuestro. Modest Mussorgsky se hizo famoso por, entre otras composiciones musicales, su obra “Cuadros para una exposición”. Nos permitirán que digamos aquí, con respecto al film de Andersson, y parafraseando el título mussorgskyano, que estamos ante “Cuadros para una deposición”: una cagada, vamos, hablando mal y pronto.
Porque el rey está desnudo. No hay arte en mostrar supuestas escenas de la vida cotidiana, planas, en todo caso con una profundidad de campo que, por mucho que se le alabe, es como si no existiera, porque no aporta nada a lo que vemos. No hay arte por ejemplo en, para que el lector se sitúe, el último plano, en el que vemos una carretera, un coche parado, en off se nos dice que el vehículo se ha averiado, vemos al dueño saliendo del mismo, abriendo el capó y ya está… No hay arte en que cualquier parida que se le haya venido a las mientes a Andersson nos la intente hacer pasar por el no va más del pensamiento filosófico.
De los actores, por así llamarlos, nada que decir, porque no sería justo juzgarlos por lo que (no) hacen. Es cierto que la factura es impecable (Andersson ya rueda con presupuestos holgados), que algunos planos, o mejor cuadros, sobrecogen, como el del ejército derrotado retirándose por la nieve, en un plano larguísimo en el que han debido contar con miles de figurantes (y que es solo eso, sin más). Alguna escena (perdón, algún cuadro), con un mínimo diálogo, tiene su gracia, como el del clérigo angustiado por haber perdido la fe, echado casi a patadas (algo menos: son escandinavos, tan civilizados) por el médico y la enfermera a cuya consulta acude, por haber llegado ya tarde a la misma. Pero poco más, siempre con la sensación en el espectador de estar tan pasmado como los no-actores de la película.
Y es que, efectivamente, el rey está desnudo… (Enrique Colmena)
No Recomendada.



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